Este miércoles se cumple el 50 aniversario de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, uno de los textos más controvertidos y que más oposición suscitó en el seno de la Iglesia, donde un sector importante quería la aceptación de los anticonceptivos. Pese a todas las voces que se levantaron en su contra, en plena revolución sexual, el Pontífice se mantuvo firme dejando claro que los actos anticonceptivos son incompatibles con la fe y la espiritualidad y moral católica.

Los críticos con la encíclica afirmaban que con la moral sexual que enseñaba se alejaría a las personas de la Iglesia pues la considerarían una cárcel que cercenaba su libertad. Sin embargo, el texto simplemente seguía la línea magisterial utilizada hasta entonces.

La conversión de un prestigioso médico

Pero la realidad es que también hubo gente que llegó a la Iglesia Católica gracias a sus enseñanzas sobre la sexualidad. Uno de los ejemplos más claros fue el del conocido médico y filósofo Herbert Ratner, que se convirtió antes de la publicación de la Humanae Vitae, y que se acabaría convirtiendo en uno de sus grandes defensores.

Este influyente médico se convirtió al catolicismo en 1938 precisamente por lo verdadero que encontró en la Iglesia sobre estas enseñanzas. Ratner era de origen judío y sus padres eran ateos y socialistas acérrimos, tal y como recoge Angelus News.

Ratner cuestionó y rebatió las teorías de Freud, en ese momento centro del debate intelectual

El padre de Herbert Ratner era un médico socialista con una aversión extrema a la religión. Su madre, por su parte, había atraído de joven la atención del líder revolucionario comunista León Trotski, quien se había enamorado de ella.

El joven Ratner estudió Medicina en la Universidad de Michigan, y se casó con Dorothy Smith, otra estudiante de esta especialidad. Además, empezó a estudiar Filosofía, lo que se convertiría en su gran pasión.

Críticas a las teorías de Freud

Ya entrenado en el debate público, entró de lleno en el contenido de las teorías de Freud, todavía vivo en aquel momento, y que centraba el debate entre los intelectuales de ambos lados del Atlántico. La eugenesia y el control de la natalidad eran temas habituales de discusión.

Ratner se unió al debate sobre el sexo abordando así los argumentos de Freud y otros intelectuales, pero sometiéndolos a una crítica rigurosa. Aficionado a Aristóteles, empezó a sentirse cada vez más identificado con los escritos de Santo Tomás de Aquino.

La atracción por el catolicismo

Mientras acusaban a la Iglesia de perder el ritmo con el mundo en cuanto a la materia de moralidad sexual que se iba imponiendo, este joven médico se sentía cada vez más atraído por el catolicismo. Así fue como pidió el Bautismo en 1938.

Con la fuerza del converso, no rehuyó los debates sobre sexualidad ni en el ámbito médico, académico e incluso en el de los medios de comunicación.

Pero en las conferencias que impartía se sorprendió al descubrir que muchos laicos católicos no valoraban como él las enseñanzas de la Iglesia sobre el sexo. De ellos, había bastantes que aunque cumplieran con ellas lo veían como “una camisa de fuerza que les robaba muchos placeres en la tierra”. Pocos, muy pocos, comprendían genuinamente la doctrina y el razonamiento que hacía la Iglesia sobre la sexualidad.

La batalla contra la píldora anticonceptiva

Ratner se comprometió a difundir la verdadera visión de la sexualidad a la vez que iba siendo cada vez más reconocido en el ámbito médico. Fue profesor entre 1949 y 1974 en la Universidad de Loyola, editó el Boletín Médico de la Asociación Estadounidense de Médicos de Salud Pública, ayudó a fundar la Liga de la Leche para la promoción de la lactancia materna, e igualmente editó la revista Child and Family, muy reconocida en su ámbito.

John Rock fue uno de los investigadores que desarrolló la píldora anticonceptiva

Sin embargo, a mediados de las década de los 50 surgiría otra batalla también histórica. Desde Harvard llegaban noticias de que habían desarrollado una píldora anticonceptiva. El director de la investigación, John Rock, se definía como católico y aseguraba que la píldora estaba en consonancia con la enseñanza católica porque a diferencia de otros métodos no interrumpía el acto sexual.

Ratner también entró de lleno en este debate y dijo públicamente una y otra vez que la píldora era un fracaso por motivos morales y también médicos. Decidió que nunca la prescribiría porque era “mala medicina”, y durante aquellos años se dedicó a contar las historias que otros ocultaban: las investigaciones que relacionaban la píldora con un mayor riesgo de cáncer, derrame cerebral o infertilidad permanente.

Sus advertencias fueron ignoradas por las autoridades estadounidenses, pero su testimonio sí que fue clave para que la píldora fuera prohibida en Japón en 1964.

El precio de la fidelidad

Al igual que años antes, Ratner observó como muchos intelectuales católicos y fieles justificaban las tesis favorables a la píldora, quedando él en el pequeño grupo de los fieles, tildados de “reaccionarios”.

Llegó así el Concilio Vaticano II, que decidió no abordar la cuestión. Ya en aquel momento este médico converso observó el claro nexo que existía entre el impulso a favor de la legalización del aborto y la aceptación de la contracepción.

Poco después llegaría por fin la Humanae Vitae, que suponía un claro respaldo a los argumentos que durante décadas había defendido Herbert Ratner. Pero al igual que le ocurrió a Pablo VI, este médico se encontró en muchas ocasiones sólo y arrinconado por defender estos posicionamientos.

Aún siendo una voz minoritaria en su ámbito, siguió proclamando las verdades que contiene la Iglesia sobre la sexualidad y lo contenido en la cuestionada encíclica. Y así lo hizo hasta su muerte en 1997.

Lo que anunció se acabó cumpliendo

Muchos de los males ya instaurados a su muerte los había predicho muchas décadas antes, junto a su admirado Pablo VI: el invierno demográfico, la epidemia del divorcio, las enfermedades de transmisión sexual…

“Mientras que Dios siempre perdona, y el hombre a veces perdona, la naturaleza nunca perdona. La amarga lección de la experiencia humana es que cuando uno frustra la naturaleza, la naturaleza responde, toma represalias y contraataca”, dio en un discurso en 1979.

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