El 17 de marzo de 1887, un triple asesinato en la parisina Rue Montaigne conmovió a la Tercera República francesa. Marie Regnault, su sirvienta y el hijo de esta fueron brutalmente asesinados, degollados con un cuchillo carnicero.

El diario The Times relató así lo sucedido: "Una cortesana llamada Monty -en alusión a su nombre como prostituta Regine de Montille-, yacía muerta a los pies de su cama, con dos cortes en la garganta. Su criada y su hija, una niña de 12 años, también fueron asesinadas en su cama".

Solo cuatro después, salió a la luz el nombre el principal sospechoso del macabro asesinato. Se trataba de Henri Pranzini, un joven italiano de unos treinta años residente en París.

No tardó en ser apresado, después de que se descubriese que había regalado un reloj y un relicario propiedad de la familia asesinada a dos mujeres. Pero una vez detenido, el prisionero lo negó todo con una sangre fría adquirida en su pasado.

Nunca se supo mucho de él. La poca información recabada de su vida y delito hizo que se contasen no pocas historias y que 150 años después, las películas y libros con su caso continúen publicándose.

Lo poco que se encontró fue que era de ascendencia italiana y que nació en Alejandría en 1856. Al unirse a la Oficina de Correos de Egipto fue despedido por robo. Sirviendo como intérprete con el ejército ruso y más tarde con el británico en Sudán. Se dijo que también viajó a Afganistán y Birmania, recibiendo algunas denuncias de crímenes cometidos en otros lugares.

Pranzini creyó ganar algo de tiempo cuando en pleno juicio expuso su coartada afirmando que la noche de los asesinatos estuvo con su amante, la señora Sabatier, pero pocos días después, esta lo negó repentinamente.

Una conversión para despegar a la santidad 

Mientras tanto, una joven de la localidad de Lisieux daba sus primeros pasos hacia la santidad tras sufrir una conversión el día de Navidad del año anterior. Teresa, de 14 años, recuerda ese momento en Historia de un alma:

"Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz… En esta noche, en la que él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, `una carrera de gigante´".

A casi 200 kilómetros, el caso de Pranzini comenzaba a esclarecerse, las autoridades tenían pruebas y el arma del asesinato -un cuchillo de carnicero-, la reconstrucción de los hechos y la fecha para el juicio. Se celebraría a principios de julio.

Comenzó el sábado 9 de julio, en una abarrotada sala del tribunal y pese a sus macabros asesinatos, se Pranzini se declaraba inocente una y otra vez. Cuatro días después, el veredicto de culpabilidad sentenció a muerte al italiano y le permitieron decir sus últimas palabras, que aprovechó nuevamente para repetir que era inocente.

Tras concluir el juicio, cuando Teresa salía de misa, se le cayó una estampa del misal que presentaba las Manos heridas y traspasadas del Señor, pareciendo que la Preciosa Sangre hubiese caído al suelo sin previo aviso. Aquella imagen motivó a la joven a querer vivir al pie de la Cruz y buscar saciar allí su sed por el bien de las almas, deseando con especial fervor "arrebatar a los pecadores de las llamas eternas del infierno".

Uno de los libros sobre el affaire Pranzini que se siguen publicando más de 150 años después del asesinato y apadrinamiento espiritual por Santa Teresa de Lisieux. Puedes conseguirlo aquí, en Francés. 

Todo lo que estaba a su alcance para salvarlo

Cuando la sentencia llegó a oídos de Teresa, esta comenzó a temer por su salvación y se apresuró a poner de su parte "todos los medios espirituales" que se le ocurrieron, según relata la Santa en La historia de un alma.

De este modo, mientras el condenado aguardaba el cumplimiento de su pena, Teresa ofreció los "méritos infinitos de Nuestro Salvador" para su salvación en plena batalla espiritual por que el alma de un condenado en tierra fuese salvada en el cielo.

La prisión de jóvenes La Roquette, donde estuvo detenido y fue ejecutado Henri Pranzini. 

Y  llegó el día: eran las 4:30 horas del 31 de agosto de 1887. La puerta de la celda de Pranzini se abrió, con dos guardias y un sacerdote esperando el desenlace. Una de las últimas imágenes que recordaría Pranzini sería la plaza a las puertas de La Roquette, con una gran guillotina en su centro flanqueada por su verdugo.

Casi de forma simultánea, la joven Teresa rogó a Dios por la salvación del condenado, que desde entonces se convirtió en su primer "hijo" espiritual: “Dios, estoy completamente seguro de que perdonarás a este infeliz Pranzini. Todavía lo pensaría si él no confesara sus pecados o no diera ninguna señal de dolor, porque tengo tanta confianza en Tu misericordia ilimitada; pero este es mi primer pecador, y por lo tanto pido una sola señal de arrepentimiento para tranquilizarme”.

Fue justo antes de ser ejecutado, sin conocerse práctica o fe religiosa en el condenado, cuando tambaleándose le pidió al sacerdote un crucifijo, lo cogió y lo besó tres veces mientras sonaban las campanas de prisión. A las cinco y dos minutos de la mañana, la guillotina segó la vida del asesino.

"El día después de su ejecución abrí apresuradamente el periódico… ¿y qué vi? Las lágrimas traicionaron mi emoción; Me vi obligado a salir corriendo de la habitación. Pranzini había subido al patíbulo sin confesar ni recibir la absolución; se volvió, tomó el crucifijo que sostenía  el Sacerdote y besó tres veces las Sagradas Llagas de Nuestro Señor. Había obtenido la señal que pedía y para mí fue especialmente dulce. ¿No fue cuando vi la Preciosa Sangre brotar de las Llagas de Jesús que la sed de almas se apoderó de mí por primera vez? Mi oración fue concedida al pie de la letra", escribió Teresa al conocer que su primer hijo espiritual había sido ejecutado.