Cuando, a principios de 2020, se supo que Jordan Peterson se encontraba en Moscú recuperándose de una adicción a los fármacos, sus adversarios (los partidarios de la corrección política y la cultura Woke, a quienes había demostrado no temer) se frotaron las manos con su debilidad. En las redes, muchos hicieron leña del árbol caído y quedó constancia del odio que suscitaba alguien que había sabido responder con éxito a la ideología dominante y triunfar en los medios con esa respuesta.

En aquel momento, su libro Doce reglas para vivir seguía siendo un bestseller mundial, Peterson era requerido por decenas de medios de comunicación y canales de Youtube y tenía la aureola de haber salido victorioso de numerosas entrevistas-encerrona.

En particular, una que se hizo viral, en la que fue interrogado agresivamente por Cathy Newman, del canal británico Channel 4. Puso en evidencia la sistemática estrategia de poner en su boca frases que él nunca había dicho y la dejó sin palabras en el punto clave que estaba en discusión.

Éste fue el momento estelar:

 

¿Qué le había sucedido a Peterson para requerir un ingreso hospitalario en Rusia? ¿Le había pasado factura física y psicológica el acoso sufrido por su negativa a seguir los dictados de la ideología de género impuestos por el gobierno canadiense, obligando a los profesores a dirigirse de una determinada forma a las personas trans, origen de su celebridad?

Los orígenes del problema

Él  mismo explica con todo detalle lo sucedido en el prefacio a Más allá del orden. 12 nuevas reglas para vivir, su nuevo libro.

En 2016 había pasado, sí, "de tener una existencia tranquila como profesor universitario y psicólogo clínico a vivir la realidad tumultuosa de ser un personaje público". Pero el problema tiene otro origen.

En las navidades de aquel año, algo que comió le provocó una reacción autoinmune, una patología en la que el sistema inmunitario daña los tejidos sanos confundiéndolos con antígenos potencialmente nocivos. Como consecuencia, Peterson sufría una hipotensión aguda que le dejaba sin fuerzas, ataques de frío incontrolable, insomnio y una gran ansiedad. El médico le recetó benzodiacepina.

La estuvo tomando tres años, justo el tiempo en la que esa ansiedad de origen bioquímico se combinó con el "estrés antinatural" con el que define esa época de su vida marcada por las polémicas, y con una cascada de contratiempos de salud propios y de sus seres queridos. Toda la familia Peterson vivió un auténtico descenso a los infiernos.

En enero de 2019 su hija Mikhaila tuvo que reemplazar su tobillo artificial, producto de una lesión anterior, porque sufría grandes dolores y una pérdida total de funcionalidad. En marzo, a su esposa Tammy ("mi amiga durante cincuenta años y mi esposa durante treinta"), a quien dedica este libro, le diagnosticaron un cáncer de riñón con una mortalidad de casi el cien por cien en el plazo de un año.

Y a Jordan le benzodiacepina le provocó una "reacción paradójica", esto es, un aumento de la ansiedad que debía combatir, por lo que dejó de tomarla, enfrentándose entonces a un duro síndrome de abstinencia, que incluía agotamiento, hipersomnia (exceso de necesidad de sueño) y acatisia (inquietud traducida en movimientos continuos). Los médicos no lograban controlar su desintoxicación y su estado físico y mental era "deplorable". Y todo ello, con la angustia de seguir trabajando (entre otras cosas, escribiendo Más allá del orden), de intentar ayudar -y no poder- a su mujer y a su hija y de verse separado de ambas por sus propios tratamientos.

En diciembre de 2019 ingresó en un hospital de Toronto y entró en una laguna de memoria. Mikhaila y su marido Andrey decidieron llevarle a Moscú, a una clínica especializada en la desintoxicación de benzodiacepina. Allí le indujeron un coma de nueve días y pasó por periodos en la UCI. El 5 de febrero despertó sin recordar nada de lo sucedido en los tres meses anteriores. Tras una estancia en un centro de rehabilitación en la capital rusa, regresó a Florida primero y a Toronto después.

Con algunos altibajos que aún siguieron, emprendió el camino de regreso a una relativa normalidad.

El impacto espiritual

Cuando evoca lo atravesado por los cinco (además de su mujer, su hija y su yerno, tienen otro hijo), usa la palabra "horrorizado", no solo por las enfermedades, sino por su impacto en sus familiares y amigos, que fueron su sostén en los peores momentos: "No voy a rebajarlo afirmando que somos mejores personas gracias a que superamos todo esto. No obstante, puedo decir que pasar tan cerca de la muerte motivó a mi esposa a abordar algunas cuestiones relativas a su desarrollo espiritual y creativo de forma más inmediata y asidua de lo que lo habría hecho. Y, a mí, me llevó a escribir solo aquellas palabras que seguían siendo importantes aun en condiciones de sufrimiento extremo".

Es la forma enigmática en la que Peterson hace referencia al impacto espiritual en su vida de esta sucesión de calamidades. Al final de sus páginas, en la larga lista de agradecimientos, es más explícito.

"Nos echaron una mano tres hombres de Dios, sobre todo a Tammy: los padres Eric Nicolai, Fred Dolan y Walter Hannam". Eric Nicolai es un sacerdote canadiense del Opus Dei converso al catolicismo tras haber sido educado como luterano. Fred Dolan es un sacerdote estadounidense que fue vicario de la Obra en Canadá y antes había sido MBA por la Harvard Business School. Y Walter Hannam es un pastor anglicano de Toronto.

Y también agradece la ayuda recibida para la consecución de los visados rusos del parte del Metropolita Jonah, que fue primado de la Iglesia Ortodoxa en Estados Unidos, y del padre Victor Potapov, también de la comunidad ortodoxa norteamericana.

Un marco cultural cristiano

Lo cual lleva a plantear una cuestión por la que se interrogan siempre los lectores cristianos de Peterson: su vínculo con la fe.

Más allá del orden es el complemento filosófico de Doce reglas para vivir.

Más allá del orden no les va a sacar de dudas. Es, como 12 reglas para vivir, un libro no cristiano donde el cristianismo es esencial.  Así como en el primero Peterson proponía criterios para remediar las consecuencias de un exceso de caos, en el segundo propone criterios para evitar los peligros de un exceso de seguridad y control.

La complementariedad de ambas perspectivas tal como Jordan las plantea solo es comprensible desde la cultura cristiana. Sin embargo, en la presentación de las nuevas doce reglas, incorpora, como en las doce primeras, los mitos clásicos, elementos de las religiones orientales y las aportaciones de la Psicología teórica en un pie de igualdad formal con las abundantes citas bíblicas y las alusiones a Dios Padre, a Jesucristo o al mismo Satanás. Se percibe su aprecio por el mensaje y los personajes del Evangelio, pero no queda tan claro que les atribuya una naturaleza que vaya más allá de lo puramente humano.

Las doce nuevas reglas

Por otro lado, las "doce nuevas reglas para vivir" no conforman, como tampoco las doce primeras, un texto de autoayuda. Peterson es en ambos libros más un filósofo que un psicólogo, aunque su profesión se deja notar y cada regla es de aplicación práctica inmediata, además de un incentivo a la reflexión sobre el ser profundo del hombre:

-no denigres a la ligera ni las instituciones sociales ni el logro creativo;

-imagina quién podrías ser y pon todo tu empeño en serlo;

-no escondas en la niebla las cosas que no desees;

-piensa que la oportunidad reluce allí donde se ha renunciado a la responsabilidad;

-no hagas lo que aborreces;

-abandona la ideología;

-al menos esfuérzate al máximo en una cosa y espera a ver qué pasa;

-intenta tener una habitación de tu casa lo más bonita posible;

-si aún te corroen viejos recuerdos, escribe sobre ellos fielmente y con todo lujo de detalles;

-planifica y esfuérzate por mantener viva la llama de tu relación;

-no te vuelvas rencoroso, mentiroso o arrogante;

-muestra gratitud a pesar de tu sufrimiento.

En buena medida en esta última regla está la clave. La personalidad que va proponiendo Peterson es antitética de la denominada cultura Woke. Propone gratitud por lo recibido, en vez de una obscena reclamación de deseos; responsabilidad, en vez de victimismo; integridad personal, en vez de sometimiento a la masa.

Y, sobre todo, una esperanza basada en el amor: "Mejorar las cosas para ti mismo, por tu familia y la comunidad, buscar la armonía que podría manifestarse en todos esos niveles... Ese es el camino adecuado y valiente por el que avanzar. Puede que esta sea la definición de la gratitud, del agradecimiento, y no veo que estemos hablando de algo distinto al coraje y al amor".

Emocionado hablando de Cristo

Hay muchas referencias a Jesucristo en Más allá del orden, pero ¿cuál es la identificación de Peterson con Él? La experiencia del sufrimiento parece haberle acercado al Cristo de la Cruz.

Al comentar el drama del Calvario, cuando Jesús, en su último suspiro, inicia el salmo 21 y clama "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", Jordan parece remitirse a su más reciente pasado de dolor: "Cuesta imaginar una historia con la que los  mortales puedan identificarse más. Si hasta Dios duda en medio de la agonía que se ha autoimpuesto, ¿cómo queréis que los pobres humanos no cometamos la misma falta?"

Es justo en esa historicidad del sufrimiento de Dios hecho hombre donde Peterson parece situar los umbrales de su fe. En una reciente entrevista de Jonathan Pageau recogida en el propio canal de Youtube de Peterson, se emociona hasta el sollozo expresando sus dudas (minutos 21:14-24:08).

Afirma que la presencia de lo religioso se encuentra en la propia biología del ser humano, en la psique. Lo cual no sería una afirmación de fe sobrenatural -más bien todo lo contrario- si no fuera porque añade que "se convierte en algo con un poder que trasciende tu capacidad de resistirte a ello". Y enseguida distingue lo mitológico/psicológico de la realidad histórica de Jesús: "La diferencia entre los dioses mitológicos y Cristo es que hay una representación histórica de su existencia. En la figura de Cristo tienes una persona que realmente vivió, más un mito".

"En cierto sentido, Cristo es la unión de ambas cosas. El problema es que probablemente creo en ello, pero me sorprende mi propia creencia y no la comprendo", continúa.

Cuando el entrevistador ríe ante lo que parece una paradoja destinada precisamente a provocar una sonrisa, se encuentra con unas furtivas lágrimas de Jordan Peterson al confesar: "Porque yo he visto... [Se detiene, emocionado antes de continuar.] En ocasiones el mundo objetivo y el mundo de la narrativa se tocan, y esa unión, esa sincronía, la he visto muchas veces en mi propia vida y creo que es innegable... y en principio, el máximo ejemplo de ello se supone que ha sido Cristo. Es algo que me parece extrañamente verosímil, pero no sé qué hacer si ello es verdad, en parte porque es demasiado terrible una realidad en la que creer completamente. Ni siquiera sé que te pasaría si lo creyeras plenamente".

Peterson, pues, cree haber descubierto la presencia actuante de Dios en su propia vida y vacila ante las consecuencias que tendría la fe en todos los órdenes. Como dice una persona en uno de los comentarios a este vídeo, "las lágrimas de Jordan son el Espíritu Santo obrando en él".

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