El holandés Frank Stevens van Hemert, venerando a San Isidro tuvo una experiencia espiritual que le encaminó a bautizarse con 64 años y convertirse al catolicismo

«Sentí una devoción especial, me entró una enorme paz.… En aquel momento no necesitaba nada más, como si tuviera todo en mi vida. Lo entendí como un contacto directo con el Espíritu Santo, con Dios. Creo que nuestro santo ayudó con su intercesión ante el Señor», diría el nuevo católico. 


El sabor castizo de la veneración a san Isidro, celebrado este miércoles y en Madrid durante muchos días, no es incompatible con que el Patrono de los agricultores tenga devotos por todo el mundo.

Entre ellos, hay casos tan llamativos como el del holandés Frank Stevens van Hemert. Su historia es un testimonio vivo de la eterna novedad del Evangelio: cautivado por un santo del siglo XII, su catecumenado consistió en uno de los formatos más exitosos nacidos para la nueva evangelización, los Cursos Alpha.

En Pentecostés del año pasado, Frank Stevens van Hemert se bautizó, en una parroquia católica de Haarlem (Holanda), con agua de la fuente de San Isidro y tomó como segundo nombre Isidorus.

El motivo es sencillo: atribuye a la vida y la intercesión del santo su conversión al catolicismo.


Sus padres, una baptista influida por la espiritualidad sufí y un católico no practicante, habían decidido no bautizarle, y «me dejaron libre para encontrar mi propio camino de la fe».

Él siempre se consideró creyente, y «en mis múltiples viajes por el mundo, y sobre todo por España, poco a poco crecía dentro de mí la sensación de que no estaba solo: una voz interior me contaba que el Señor existe».

Frank vivió en Madrid en los años 80 y a principios de los 90 y, una vez volvió a Holanda, no dejó de visitar la capital con frecuencia.

«Creo que pocos holandeses han viajado tanto a Madrid como yo. Me parece un lugar privilegiado, por su gente acogedora, la alegría y vitalidad de sus calles, su arte, su historia... He estado arropado, y me siento casi madrileño».


Durante estas frecuentes visitas preparaba conferencias que luego pronunciaba en Holanda. Mientras se documentaba, fue encontrándose de forma cada vez más frecuente con las figuras de san Isidro y santa María de la Cabeza.

Le llamaba la atención, sobre todo, «su humildad y su forma de practicar la fe: ora et labora. Eran una pareja auténticamente madrileña, y muy querida por los madrileños, que ayudaba a los necesitados, a los enfermos; y que, además vivieron en la época mozárabe, una época muy interesante. Visité todos sus lugares sagrados. Sentía una fuerza creciente dentro de mí; una especie de imán que me dirigía a los santos, como si una mano cogiese la mía».

Pudo visitar dos veces el Camarín del santo, en 2006 y en 2008. Si la primera ya fue una experiencia bonita, la segunda cambió su vida: «Sentí una devoción especial, me entró una enorme paz recordando la vida de los dos santos. En aquel momento no necesitaba nada más, como si tuviera todo en mi vida. Lo entendí como un contacto directo con el Espíritu Santo, con Dios. Creo que nuestro santo ayudó con su intercesión ante el Señor».


Esta intercesión le acompañó hasta el final de su camino de fe. Tras esa experiencia tan fuerte, seguida de «otros momentos de reflexión profunda», tomó la decisión de bautizarse. «Me puse en contacto con una parroquia de mi ciudad natal, Haarlem».

Allí, comenzó su formación para recibir los sacramentos de iniciación cristiana. A comienzos de octubre de 2011, comenzó un Curso Alpha, un formato de nueva evangelización iniciado por una parroquia anglicana en Londres y utilizado también en la Iglesia católica y ortodoxa. En él, se mezclaban catecúmenos y católicos alejados que querían retomar su vida de fe.

Por fin, el 27 de mayo de 2012, solemnidad de Pentecostés, recibió el bautismo, la confirmación y la Eucaristía en una Misa de la Renovación Carismática. «Lo más bonito fue que la Congregación de San Isidro de Madrid me envió a Holanda agua de la fuente milagrosa de la ermita de San Isidro», y fue el baño con esta agua el que lo convirtió en hijo de Dios.

Al conocer su decisión y el origen de ésta, «algunos se asombraron» de que se bautizara a los 64 años.

«La gente de Holanda, en general, no conoce a san Isidro ni a su esposa. Unos respetaron mi decisión, y otros se alegraron. Los protestantes no creen mucho en la intercesión de los santos. Sólo a los católicos practicantes les pareció muy bonito, ellos sí creen claramente en esto», explica.