Ha sufrido, y mucho, a causa de su homosexualidad. Pero ahora, comparte con la revista Misión sin tabúes las heridas de la infancia que originaron su sufrimiento, y habla con alegría de la trasformación que ha experimentado en su vida desde que tuvo un encuentro profundo con Dios.

Rubén García, es hoy un homosexual que ha integrado su sexualidad en una vida plena en castidad.

Como apunta Misión, "detrás de una persona con inclinaciones homosexuales se oculta una historia de profundo dolor. Una biografía de heridas afectivas que, poco a poco, le ha llevado a refugiarse en personas de su mismo sexo".

Rubén asegura que la homosexualidad no es genética y que tampoco se elige por propia voluntad, sino que "es un desorden que surge por carencias afectivas en la infancia o la juventud, y por otros factores del comportamiento".

"Por eso, sanar el corazón herido de estas personas no es sencillo. Y menos en una sociedad como la nuestra, donde reina la incomprensión por parte de aquellos que ensalzan la homosexualidad como un derecho, pero también por la de quienes los ven como depravados sin solución. La realidad no es una cosa ni la contraria. La realidad es que son personas que necesitan ser amadas con autenticidad, sin reservas", razona la revista familiar de mayor difusión en España.

Rubén García cuenta abiertamente las batallas que tuvo que librar hasta que se encontró con la fuente misma del amor: Dios. Él  alberga la esperanza de que la gente aprenda a acoger "sin condiciones" a los gays y lesbianas, y logre darles el amor y el cariño que necesitan para curar sus heridas e integrar su sexualidad en una vida de castidad.


- Desde niño, a raíz de la carencia de afecto de mi padrastro, que me trataba con mucha dureza, y tendí a protegerme en el mundo femenino. Desde entonces, inconscientemente, empecé a buscar el afecto que no tuve de mi padre en otros hombres. Empecé a tener relaciones sexuales con hombres y, finalmente, trabajé en un prostíbulo.


- Hubiera respondido entonces que sí, porque en el entorno homosexual está vetado que digas lo contrario. Pero lo cierto es que, a solas, sentía un vacío enorme, además de un rencor hacia Dios, a Quien yo culpaba.


Es un proceso gradual. Empiezas jugando con tu cuerpo, buscando el placer a toda costa, y te metes en una dinámica de permanente insatisfacción, confiando en que por ahí darás con una relación verdadera. Pero eso es imposible, puesto que acabas utilizando a los demás egoístamente, sin amarlos como personas.


- Todo empezó por la asistencia a un retiro espiritual, en el que una mujer dijo que Dios nos amaba a todos, independientemente de lo que hubiéramos hecho. Yo sentí que esas palabras eran solo para mí. ¿Que Dios me ama? ¿A mí? ¿A pesar de lo que he hecho? Hasta entonces me habían hablado de un Dios castigador, un Dios que era una amenaza para mí. Esa mujer nos presentó al Dios compasivo, que quiere conquistar a los pecadores. Poco después me confesé y experimenté una paz como nunca. Y hoy, después de años junto a Dios, frecuentando la Penitencia y la Eucaristía, puedo afirmar que vivo con una felicidad que no se compara con el estilo de vida que llevaba antes.


- La Iglesia católica abre los brazos a todas las personas, sin excepción. Todos somos pecadores, todos necesitamos la medicina que solo Dios puede dar: confesión, oración, lectura de la Biblia, misa. Nada de eso es contradictorio con ninguna persona. Lo contradictorio es querer ser feliz sin respetar la ley que Dios ha puesto en el corazón del hombre.


- Ahora sé que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo, hasta que yo le expulse por el pecado. Puedo mirar, hablar y abrazar a hombres y mujeres, sin limitarme a abrazar su cuerpo. Veo hermanos a los que servir, no clientes de los que servirme.


- Cuando uno experimenta la castidad, encuentra una felicidad que no da el egoísmo. La dependencia de los instintos físicos no te hace libre, te convierte en un consumidor compulsivo de placer físico caduco. Es un tópico falso decir que la promiscuidad sexual te hace libre y la castidad te vuelve un reprimido. Es justo lo contrario.

Rubén García pertenece al grupo Courage Latino, donde muchos homosexuales y lesbianas comparten sus experiencias de una vida sacramental y en castidad plena. www.courage-latino.org