A muchos de nosotros no se nos ha olvidado la frase de la entonces ministro de Educación, Isabel Celaá, cuando dijo: “No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”. Por supuesto que ningún ser humano es propiedad de otro, porque pasaron los tiempos de la esclavitud, pero es indudable que por norma general los padres tienen la patria potestad sobre sus hijos y con toda razón, porque no sólo los han engendrado, sino porque son los que más les quieren. En efecto, si preguntásemos a los niños de una familia normal si cambiarían a sus padres por otros, por ejemplo los padres de unos amigos, la respuesta sería con una muy amplia mayoría que no, porque saben que nadie les quiere como sus padres.

Por ello, cuando me enteré de la frase de la exministro, pensé que era una solemne tontería. Hoy, desgraciadamente, no pienso lo mismo, porque creo que forma parte de un plan destructor de las familias para arrancar a los hijos de sus padres y entregárselos, en el más puro estilo totalitario marxista, al Estado. Es decir, no veo tontería, sino maldad.

Y es que en la ideología de género la familia se presenta como una estructura de opresión en la que el marido, el hombre, en términos marxistas sería el capitalista opresor y la mujer y los hijos los proletarios oprimidos. En su concepción totalitaria esta ideología no logra entender el papel fundamental del amor y del cariño en la vida familiar. No nos extrañe por ello, que, con esta concepción, la familia sea la institución a combatir y, juntamente con ella, su gran defensora, la religión, y muy especialmente, la religión cristiana.

Mientras que en una familia normal lo que interesa a los padres es el bien de los hijos, en el Estado totalitario lo que interesa a los gobernantes no es tener ciudadanos responsables, sino súbditos a los que se puede manejar sin problemas, porque aceptan el pensamiento único de lo políticamente correcto y no son capaces de ser personas críticas que utilizan su cabeza e inteligencia para pensar. Para un Estado que se apoye en la ideología de género, las familias son un problema de cara a adoctrinar a los niños, porque tratan de educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones y valores.

Por ello, para conseguir este objetivo es imprescindible para los gobernantes adueñarse de la educación, y cuanto antes, mejor. Los niños son muy moldeables y reciben como esponjas lo que se les enseña. Los neoderechos promovidos por el marxismo cultural de la ideología de género son la libertad sexual, la desvinculación de la familia, la desaparición de la patria potestad, la transexualidad y lo políticamente correcto, cosas todas ellas que conducen al alejamiento prematuro del menor de su familia y a dejar a éste sin valores ni referencias sólidas y estables en los que hallar solución a problemas como el interrogante de cuál es el sentido de su vida.

Hoy, desgraciadamente, muchos profesores imbuidos de estas ideas adoctrinan así a sus alumnos, convenciéndoles de que, aunque científicamente no hay por dónde agarrar a la disparatada ideología de género, su enseñanza -les dicen- es objetiva y científica, mientras que aquellos que opinan otra cosa se ven obligados al silencio por temor a las represalias, que pueden llegar a arruinarte y a la pérdida de tu profesión. Presumen de demócratas y tolerantes, pero ¡ay de ti! si intentas simplemente opinar según tu leal saber y entender. Pero no demos la batalla por perdida, porque ya hemos ganado muchas batallas y cada vez hay más gente consciente de lo que está pasando.

Ante esta situación, los padres han de ser conscientes de que se trata del bien de sus hijos y de que no pueden tomar la actitud pasiva de quedarse con los brazos cruzados sin hacer nada. A nivel individual deben rebatir ante sus hijos las idioteces que les enseñan en clase, y si no son capaces, que busquen la ayuda de personas competentes, así como unirse a otros padres que tengan los mismos problemas; y si hay que llegar a la vía jurídica, sepan que hay asociaciones dispuestas a ayudarles.