El dominico iraquí Yousif Thoma Mirkis es, desde 2014, el arzobispo católico de rito caldeo de Kirkuk, en Irak. Durante los años de guerra contra Estado Islámico en Siria e Irak, los cristianos de Kirkuk han intentado ayudar a los refugiados. Estado Islámico ha caído como poder político, pero su mentalidad sigue viva.

Cerca de Kirkuk, en un campo cercano a Kobane, viven 35.000 personas. Muchos son hijos de yihadistas muerto; sus madres, si están, visten un riguroso niqab (velo integral). “Estas personas están aún atadas a la época de ISIS, hasta el gobierno tiene miedo de tratar con ellos”.

El obispo Mirkis recuerda que Estado Islámico llegó a tener hasta 8 millones de personas bajo su control y que muchos yihadistas tenían entre 3 y 10 esposas o concubinas. Así nacieron muchos niños que sufrieron el lavado de cerebro yihadista.

El obispo Mirkis ha participado en un seminario de UNICEF sobre niños y jóvenes nacidos o crecidos bajo el “Califato” yihadista y ha contado a la agencia AsiaNews sus inquietudes.

Las ONGs del lugar han detectado 1.500 menores de edad “atrapados” en el sistema judicial iraquí. Algunos son niños que están en la cárcel acompañando a sus madres, que son yihadistas. En estos últimos meses al menos 7 niños así habrían fallecido a causa de las pésimas condiciones de detención.

Otros son centenares de menores de edad procesados por delitos muy diversos, desde, simplemente, haber cruzado tal o cual frontera ilegalmente, a haber combatido de verdad junto a yihadistas.

Fuentes oficiales hablan de que 185 niños y jóvenes entre los 8 y los 18 años ya fueron condenados desde hace pocos meses de pena hasta un máximo de 15 años y encerrados en la cárcel de menores de Bagdad.

Además, por las calles de Mosul, antigua capital yihadista, mendigan miles de niños. Son vulnerables a las bandas criminales locales.

El arzobispo Mirkis es el pastor de los católicos de rito caldeo de Kirkuk, en Irak

El gobierno iraquí, denuncia el arzobispo Mirkis, se limita a aplicar su ley número 4 contra el terrorismo, “muy dura que prevé hasta la pena de muerte. Esta norma causó muchas otras viudas y huérfanos. El gobierno no se ocupa de ellos y pide a las ONG humanitarias que se hagan cargo”.

Muchos de estos menores nacieron de combatientes llegados de Francia, Alemania, Bélgica o Gran Bretaña y pertenecen a estos países. Sus gobiernos deben ocuparse de ellos, ayudar a Irak y Siria. Este en un problema global, de aquí la necesidad que todos colaboren a nivel económico, pero sobre todo cultural”, pide el arzobispo caldeo, nacido en Mosul pero formado como sacerdote en Francia.

La Iglesia iraquí intenta ayudar a los niños con “pan, agua, leche y otros artículos de primera necesidad". "Nuestro recursos son limitados y es muy difícil entrar en contacto con estos niños. Queda el hecho que no podemos abandonarlos, porque podrían convertirse en los yihadistas de mañana y es responsabilidad del gobierno y de la comunidad internacional ocuparse”, exhorta Mirkis.

En el plano militar, concluye el prelado, quizás DAESH “está derrotado, pero la mentalidad permanece. Esta es la punta del iceberg, a la cual se agregan problemas económicos, políticos y sociales”, advierte.