Por segundo año consecutivo, durante la conmemoración anual de los santos mártires chinos Agustín Zhao y compañeros, canonizados por Juan Pablo II en el año 2000, se ha rezado también por Tadeo Ma Daqin, el obispo de Shanghai, de 46 años, que está en arresto domiciliario en el seminario de Sheshan desde el 7 de julio de 2012, día de su ordenación episcopal como obispo auxiliar y día, también, de su arresto.

Monseñor Ma, antes bien considerado no sólo por el Vaticano sino también por el partido comunista, que quiere decidir los nombramientos episcopales en China como hacía el Emperador Enrique IV en el siglo XI, fue arrestado por la policía al terminar la Misa por haber pronunciado estas palabras: «Con esta ordenación, yo consagro mi corazón y mi alma al ministerio episcopal y a la evangelización. Quiero dedicarme a asistir al obispo (Jin Luxian, que entonces tenía 96 años, ndr) y por esto algunas posiciones que mantengo resultan ahora inconvenientes. A partir de ahora, por lo tanto, dejo de ser miembro de la Asociación patriótica».

La declaración fue acogida con un larguísimo aplauso por parte de los fieles, pero el partido comunista no la acogió tan bien.


La Asociación patriótica es un subrogado de la Iglesia católica y fue creada por Mao Zedong en 1958.

Entre sus fines está el de instituir una Iglesia independiente de la Santa Sede y del Papa, considerado un jefe de Estado extranjero y hostil.

No es casualidad que Benedicto XVI la definiera un órgano «inconciliable con la doctrina católica».

Sin embargo, todos los sacerdotes y obispos de China están llamados a adherirse a la denominada "Iglesia oficial", que pretende establecer lo que tiene que enseñar el catecismo, quién debe ser ordenado, qué se debe estudiar en los seminarios y qué deben decir los párrocos en las homilías.

Pero Daqin decidió con valentía obedecer al Papa y no al partido comunista y lo dijo públicamente a todos los fieles de la diócesis de Shanghai.


Los oficiales del partido lo trasladaron inmediatamente al seminario de Sheshan (ver foto arriba), en la periferia de Shanghai, para que «descansara» y porque sus acciones «han violado gravemente el reglamento sobre la ordenación episcopal del Consejo de los obispos de China».

En esta «jaula dorada, casi totalmente aislado», como han referido los testimonios que han conseguido visitarle a escondidas «ha adelgazado, está pálido».

El gobierno de Shanghai también ha obligado a la diócesis a suspenderlo, impidiéndole la concelebración de la Misa durante dos años y revocándole el cargo de párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en Tangmuqiao. Por último, la Conferencia episcopal de la iglesia católica china, no reconocida por el Vaticano porque en el estatuto indica como autoridad última una asamblea democrática de prelados y no el Papa, ha revocado a Monseñor Ma el título de obispo auxiliar de Shanghai.

Pero mientras tanto monseñor Ma se ha convertido en obispo de Shanghai a todos los efectos. El 27 de abril de 2013, de hecho, murió Jin Luxiam, el obispo "patriótico" ordenado en 1985 sin la aprobación del Papa y que se reconcilió con la Iglesia en 2005.



Momento de la procesión en la ordenación de 
Ma Daqin... unas horas después fue detenido



Monseñor Savio Hon, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ha hablado claramente desde Roma: «Ma Daqin es el obispo legítimo de Shanghai. La “Conferencia de los obispos chinos” ha eliminado su título, pero la Santa Sede ha precisado que ninguna conferencia episcopal, en ninguna parte del mundo, tiene el poder de eliminar el mandato pontificio. Más aún en este caso, en el que la “conferencia” no está reconocida por el Vaticano».

El partido comunista, en cambio, ha declarado la sede vacante por medio de Anthony Liu Bainian, presidente honorario de la Asociación patriótica: «Ha engañado a los obispos y al gobierno. ¿Cómo podría convertirse en responsable de una diócesis tan grande como la de Shanghai? Ha sido plagiado por fuerzas extranjeras (es decir, por el Vaticano, ndr). Ha violado las reglas de la Iglesia, pero es una persona dotada de talento y puede ser rehabilitado si se arrepiente verdaderamente y reconoce sus errores».

El error de Monseñor Ma Daqin consiste en haber reconocido la autoridad del Papa contra la del partido comunista de Pekín, según el cual la voluntad del Vaticano de nombrar a los obispos en China es una «injerencia indebida».


Antes del “caso Ma”, entre 2010 y 2012, el gobierno chino interrumpió el diálogo con la Santa Sede a través de cuatro ordenaciones ilegítimas sin la aprobación del Papa: la de Guo Jincai como obispo de Chengde, la de Pablo Lei Shiyin como obispo de Leshan, la de José Huang Bingzhang como obispo de Shantou y la de José Yue Fusheng como obispo de Harbin.

La Santa Sede ha recordado en una nota que los obispos ilegítimos, y quien los ordena contra el deseo del Papa, incurren todos ellos en la excomunión según el canon 1382 del Código de Derecho Canónico.


Ma Daqin, para sustraerse a la autoridad comunista, se ha sometido al arresto domiciliario y a los “cursos de estudio” de Pekín.

Descontada la pena de dos años, parece sin embargo que el encarcelamiento seguirá adelante, según cuanto han declarado los oficiales del gobierno en un encuentro de sacerdotes y religiosas el pasado 18 de junio: «No será liberado porque debe continuar su acción de arrepentimiento y reflexión».

A pesar del la persecución, el espíritu del obispo no ha sido abatido, tal como demuestran las palabras que ha hecho llegar al Papa Francisco mediante el cardenal José Zen Ze-kiung, obispo emérito de Hong Kong: «No deje de predicar la verdad por temor de causarme problemas».

También los católicos de Shanghai han entendido el valor del testimonio de Ma. «Podréis restringir la libertad de Monseñor Ma, pero no podéis derribar su fe», ha escrito el 7 de julio un fiel en el miniblog del prelado, en el que se publican oraciones y reflexiones.

«Podéis amenazarnos, pero no podéis cambiar nuestra fe. Nosotros os tratamos con benevolencia, pero vosotros pisoteáis nuestra conciencia y nos miráis como agitadores. Podéis demolir nuestras iglesias, destruir nuestras cruces, pero Dios reconstruirá Su templo en nuestros corazones para siempre».

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)