Algeciras rindió este viernes su último adiós a Diego Valencia, sacristán asesinado a machetazos el pasado miércoles por un presunto terrorista islamista de 25 años y de origen marroquí. La Iglesia de Nuestra Señora de La Palma, la misma en la que trabajaba Diego y tras cuyas puertas encontró la muerte, acogió su funeral.

Presidido por el obispo de la diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, la iglesia se quedó pequeña para despedir a Diego Valencia. En la Misa estuvo presente Juan José Marina, el párroco de la Iglesia, así como familiares, amigos de Diego y numerosas autoridades, como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, o el alcalde de la ciudad, José Ignacio Landaluce. Ningún miembro del Gobierno de la nación acudió al templo. 

Perdonar y orar

"Es un momento de fe, pedimos para que perdone sus pecados, recompense sus buenas obras y lo acoja en su seno para gozar de su presencia y de su amor, que le harán eternamente feliz. La Eucaristía le alimentaba todos los días y le fortalecía para amar a su familia, para servir a todos, para vivir alegre, con esperanza y con fe. Ha muerto por su fe y confesando su fe. El Señor le tendrá en su gloria", expresó Zorzona en su homilía.

"Aquí quedamos nosotros dolidos, desconcertados (…) quiero manifestar mi condolencia a los familiares, a los amigos de la parroquia y envío cercanía paternal a todas las comunidades de Algeciras que han vívido este horror más de cerca. Puedo decir que es el horror de toda la diócesis que sufre con vosotros y de toda la Iglesia", añadió el obispo.

El prelado ha animado a perdonar, como hacen los cristianos. "Animo a perdonar y a orar por nuestros perseguidores, como lo hizo el mismo Jesús en la Cruz. De no perdonar, estaríamos ya derrotados, nos habría ganado el mal. Pero no podemos desertar de hacer el bien, de imitar al Señor, ni podemos permitirnos no amar en una sociedad que vemos tantas veces herida, donde tantos sufren situaciones muy duras, que crean agresividad y dificultades", apuntó Zorzona.

"Estos hechos nos obligan en conciencia a fomentar y a construir una cultura de la convivencia, del respeto y de la paz, evitando los odios, los enfrentamientos, las tensiones innecesarias. No basta solo condenar la violencia, tenemos que desenmascarar por lo menos para nosotros sus causas, las falsas divinidades que se esconden en un mundo que prescinde de Dios y promover positivamente el bien. La violencia no tiene justificación como tampoco la tiene el terrorismo", señaló el prelado.