Desde que en noviembre de 2020 el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz comenzó el debate en torno a la resonancia pública de la cultura católica -puede leerse aquí su artículo ¿Dónde están -escondidos- los intelectuales católicos?- multitud de personalidades se han incorporado a una corriente que demanda un mejor uso de los abundantes talentos al respecto. El cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha sido el último en hacerlo.

Preguntado recientemente por El Debate en torno al estado del compromiso público de los católicos, destacó la necesidad de ser "más apostólicos" y llamó a plantearse "qué hacen las universidades católicas".

"Esos profesores, ¿dónde están, que no se les oye?" planteó casi parafraseando a Quintana Paz. Se refirió a ello como uno de los "temas más cruciales que se están planteando" en la sociedad, llamando a los profesionales católicos a que "sean testigos para transmitir la fe con su reflexión y estilo de vida , que es fuego, que quema y que transforma. Y lo tenemos que hacer cultura. El mensaje de Jesús tiene que hacerse cultura, como se ha hecho en el pasado y en todas partes", destacó.

También giró en torno a la vivencia pública y coherente de la fe de la Iglesia a la hora de dirigirse a los jóvenes. "¿Qué tendríamos que hacer? Vivir con más coherencia nuestra fe… Nos falta eso. Tenemos que aprender a ser más coherentes y valientes. En este momento, la Iglesia necesita más testigos valientes, humildes pero gozosos", alentó.

Preguntado por los retos de la Iglesia en su circunscripción, el cardenal destacó la importancia de la evangelización directa -"hablar de Jesucristo y su mensaje"-, la familia -"célula básica de la sociedad y elemento dinamizador de la transmisión de la fe"- y "el presente y futuro" de los jóvenes.

Se refirió también a la tirante relación de la Iglesia con el Estado, que calificó "de respeto en algunas cosas" y de una distancia insalvable "en temas de moral", si bien expresó que la Iglesia siempre tiene tendida la mano "para colaborar en el bien de la sociedad".

Afirmó que existe una "polarización que no es buena" y destacó que "no se trata de ser progre ni retrógrado", sino "de mejorar nuestra querida España que todos amamos… para el bien común".

Otro de los grandes retos que mencionó fue el de la crisis vocacional, que si bien se ve agravada por la cuestión demográfica, remarcó que "es consecuencia de la secularización, de la pérdida de vivencia de la fe".

"Si no hay natalidad, es muy difícil que pueda haber sacerdotes. Pero el problema es de fe" y el reto, "seguir evangelizando", sentenció.

Se defiende más a los animales que a las personas

Pocas horas antes, el cardenal comentaba en Vatican News un aspecto relacionado directamente con la natalidad como es el aborto, recientemente modificado en el ámbito legislativo para que menores de edad puedan abortar sin consentimiento.

"Matar a un ser humano que está en el seno de su madre, porque es un ser humano, eso es un atentado contra la vida y que va contra toda persona humana", sentenció. Sin embargo, criticó que "se promueven más leyes en defensa de los animales" que en defensa de la vida humana, llegando a tener más castigo quien ataca "un huevo de águila real que quien aborta".

Algo que considera "muy grave" y contrario a "los mejores científicos", que incluso desde posturas alejadas de la fe "dicen que hay vida. Creo que los médicos saben dónde empieza la vida y dónde acaba y hay que ir por ese camino de educar en el respeto del ser humano, de la vida humana".

Preguntado en último lugar por la conocida como "Ley Trans", denunció aspectos obviados por el nuevo texto como es que una persona "que cambia de sexo a los doce años no puede volver atrás", que "a esas edades está madurando la psicología" o los "traumas" en muchos de quienes "cambian" de sexo y que "acaban e suicidio".

"Los que legislan no escuchan a las asociaciones e instituciones que trabajan en esos temas. Tenemos que ayudar en eso, en evitar el suicidio y evitar que uno no se identifique con su propio ser. También es un problema de educación: hay que ayudar a reconocer su propio cuerpo y su propia identidad y que las escuelas no permitan el acoso, porque hace muchísimo daño. Hemos perdido la razón, pues pueden hacer esto -el cambio de género- sin consentimiento de los padres"; denunció.