Pocas veces la novela inaugural de un autor había suscitado tanto interés en los medios de comunicación y en el público lector. Se trata de la obra de Francisco Javier Aspas "Los hijos del Führer" (LibrosLibres), un revelador viaje de vértigo al abismo iniciático de las Juventudes Hitlerianas (más de ocho millones de miembros) en la que el autor se sumerge en la mentalidad de quienes nutrieron su mente desde la tierna infancia con una mitología irreparable y, que sirvió de fundamento, a una de las experiencias más devastoras de la Humanidad.

Religión en Libertad ha entrevistado a este especialista en el nazismo para ahondar en las relaciones entre religión, paganismo, ideología y cristianismo.


- El papel que desempeñó la mitología germánica en el nacionalsocialismo fue mucho más importante de lo que a priori podríamos pensar. En concreto, en la formación de los chicos de las Juventudes Hitlerianas. La complejidad de la ideología nazi hacía casi inviable que los niños pudieran ser moldeados por el régimen sólo con un profundo adoctrinamiento político e ideológico. La pedagogía nacionalsocialista aprovechó una onírica visión del mundo mítico para introducir a los chicos en algunos valores que consideraban compatibles con el ideario nacionalsocialista. Al igual que los nazis se aprovecharon y utilizaron la figura de Wagner, lo hicieron también con la mitología. Muchos niños se dejaron deslumbrar por ese mundo mítico, un mundo que ensalzaba valores tan peligrosos como la nobleza de la guerra o el culto a la muerte. Durante el Tercer Reich, fueron muchos los niños que llegaron a pensar que formaban parte de las viejas tribus germánicas, a las que ellos tanto admiraban. Por citar un ejemplo diré, que durante la investigación que realicé sobre la infancia en el Tercer Reich, descubrí que fueron muchos los niños que bautizaban a sus mascotas con nombres como Wotan, Sigfrido o Brunilda, o que llamaban a la espada de madera con la que jugaban, Balmung.


- Adolf Hitler y el nacionalsocialismo siempre tuvieron una actitud ambigua sobre el cristianismo. Por ejemplo, como milenaristas que eran, admiraban su perdurabilidad en el tiempo (algo que ellos ambicionaban para su propia ideología) pero, por otro lado, eran conscientes que chocaban en principios fundamentales sobre su visión de la vida y del ser humano. Esta ambigüedad se puede ver reflejada en algunos acontecimientos que sucedieron casi al principio de la llegada de Hitler al poder. El 20 de julio de 1933, el régimen nazi y el Vaticano firmaron un concordato en Roma que Adolf Hitler no tardó en violar: cinco días despúes, el régimen nazi aprobaba una ley de esterilización que molestó a las iglesias cristianas y en particular, a la Iglesia Católica. El dia 30 del mismo mes, comenzaban la ilegalización de la Liga de la Juventud Católica. Unos meses más tarde, durante la "noche de los cuchillos largos", Erich Klausener, líder de Acción Catolica, fue fusilado. Pese a que Hitler, conocedor de las profundas raices cristianas de Alemania, siempre intentó mantener unas relaciones no beligerantes con el cristianismo, miles de sacerdotes se encontraron entre las víctimas de la represión interna nazi. La Gestapo violó en numerosas ocasiones el secreto de confesión y numerosos párrocos, que mantuvieron una actitud hostil hacia el régimen hitleriano en sus homilías, terminaron, tras ser advertidos por el régimen, en campos de concentración como el de Dachau.


- Pese a que en los carteles propagandísticos nazis que inudaban las calles de Alemania, se ofrecía la imagen de una familia tradicional idílica, el nacionalsocialismo tenía una idea muy diferente del concepto de familia. Al menos, a los niños de las Juventudes Hitlerianas se les educó en la idea de que la familia ideológica, aquellos que pensaban como ellos, estaban por encima de la familia sanguínea, la familia tradicional. Para esos chicos, el compañero, el camarada, debía de ser más importante que la madre, el padre, o el hermano. Es más, la denuncia a traidores, delatores o personas que criticaran al régimen de Adolf Hitler figuraba en el juramento de las Juventudes Hitlerianas. De esta manera, fueron muchos los niños que llegaron a denunciar a sus propios padres o hermanos, tanto ante los cuadros superiores de las Juventudes, como ante la Gestapo. Ésto, sin embargo, no fue exclusivo del nacionalsocialismo, sino que tambien sucedió en otro tipo de totalitarismos durante el siglo XX.

La idea de familia en las Juventudes Hitlerianas venía fortalecida por el concepto unter uns, entre nosotros. La familia por lo tanto era aquellos que pensaban como ellos. El corpus de un nuevo concepto de sociedad.


En un proceso largo, el cristianismo hubiera terminado por desaparecer de la faz de Alemania. Aunque ésto no figuraba en el ideario original del NSDAP, desde que las SS de Heinrich Himmler se convirtieron en la vanguardia ideológica del nacionalsocialismo éstos, en su idea milenarista, tenían como objetivo final la sustitución del cristianismo por el nazismo como culto de fe. Entre otras cosas, influyó que algunos de los más destacados jerarcas nazis como Alfred Rosenberg, Martin Borman. Dietrich Eckart o el mismo Heinrich Himmler fueran paganos declarados y anticristianos confesos. En una de las más conocidas canciones de marcha de las Juventudes Hitlerianas, este concepto queda nítidamente explicado: "Ningún malvado sacerdote nos impedirá sentir que nosotros somos hijos de Hitler. No seguimos a Cristo, sino a Horst Wessel. Basta de incienso y de agua bendita. Sólo la esvástica trae la salvación a la Tierra".


- Sí. En el calendario de festividades del nacionalsocialismo, se incluyó la celebración de los solsticios. El solsticio de invierno, al que llamaban Julfest, pretendía sustituir la fiesta de Navidad. Sin embargo, este intento no llegó a cuajar de forma definitiva. Los alemanes siguieron siendo fieles a los villancicos, los árboles de Navidad o las cenas de Nochebuena. Por supuesto, fue entre los niños y los jövenes donde esta nueva celebración nazi tuvo mayor implantación. Los chicos solían confeccionar en la sede de las Juventudes unas ruedas con runas y esvásticas que colocaban en las puertas de sus casas. Muchos de ellos se enfrentaban a sus padres al comprobar que éstos seguían siendo fieles a los tradicionales símbolos cristianos.

En las SS toda relación con el cristianismo fue eliminada. Por poner un ejemplo, las bodas entre los miembros de las SS y sus esposas eran celebradas por un oficial, que hacía las veces de sacerdote. En el altar se situaba un retrato de Hitler, una edición del Mein Kampf (que sustituía a la Biblia) y una urna donde ardía el fuego eterno. El oficial ofrecía a los novios el pan y la sal, que simbolizaban la madre tierra y al espíritu de la herencia ancestral.

"Ningún malvado sacerdote nos impedirá sentir que nosotros somos hijos de Hitler. No seguimos a Cristo, sino a Horst Wessel. Basta de incienso y de agua bendita. Sólo la esvástica trae la salvación a la tierra".
- ¿Por qué en "Los hijos del Fuhrer" Helga Petersen, la madre del niño, se refugia en la iglesia?
- En la novela, Helga Petersen, la madre de Hans, el fanático niño nazi, representa a los cientos de miles de alemanes que en silencio, sintieron una profunda repulsa por el nazismo y por el régimen de Adolf Hitler. Contra lo que mucha gente quiere creer, fueron muchos, miles, millones, los alemanes que nunca compartieron la extrema visión de la vida que implantó el régimen hitleriano. Agobiada por la irrespirable atmósfera nazi que invade su casa, Helga, mujer de firmes principios, pero de escasos sentimientos religiosos, empieza a frecuentar la iglesia en compañia de Magda, una vecina católica. Este aspecto del personaje de Helga Petersen, se me ocurrió despues de que, examinando la mucha documentación de testimonios escritos que manejé para construir la historia, me sorprendiera que muchas personas se refugiaran en la iglesia para escapar de la locura que invadía Alemania. Naturalmente, no me sorprendió que lo hicieran aquellas personas con profundos sentimientos religiosos, era lo normal, pero sí que lo hicieran personas que, como en el caso de Helga, carecían de estos principios. Supongo que en el interior de aquellas iglesias, muchos de ellos encontraron una imagen del viejo mundo, del mundo anterior a Adolf Hitler, ese mundo que tanto añoraban. Allí dentro, la voz de Hitler no tronaba a través de los altavoces, ni se escuchaba el sonido de las botas de los soldados al pisar el asfalto, ni había desfiles de banderas ni de antorchas, ni se entonaban los repetitivos himnos nazis. Creo que al final, Helga Petersen llegó a desarrollar, avocada por los acontecimientos, algo parecido a un sentimiento religioso.

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Título: Los hijos del Fuhrer TiendaLibres
Autor: Francisco Javier Aspas  
Editorial: LibrosLibres  
Páginas: 492 páginas  
Precio 22 euros