En aquel tiempo, el Señor les propuso esta parábola:

-Había dos hombres que pecaban mucho. El primero era rico, maltrataba a sus hermanos, banqueteaba a diario y consumaba todos sus deseos carnales. El otro era pobre, pensaba mal de sus hermanos, comía poco y se lamentaba, y consumaba en su pensamiento todo deseo carnal. El primero apartaba a Dios de su conciencia y el pobre tenía pánico de Dios. Murieron y fueron llevados a juicio. ¿Qué hará mi Padre con ellos?

-Condenará al primero porque no temía a Dios ni respetaba a los hombres y a las mujeres -dijeron todos a una.

-Pensáis como hombres y no como Dios. Mi padre será más severo con el segundo, porque pecaba lo mismo que el rico -porque la Justicia de Dios dice que mirar es adulterar y enfadarse es asesinar- y sabía que entristecía a Dios con sus pensamientos; y juzgaba al rico y lo envidiaba.

-Pues, ¿y qué hará con el rico? 

-Le abrirá la conciencia, devolverá su alma a su cuerpo y lo someterá a grandes penas y padecimientos. El rico será pobre, desvalido y enfermo, pero deseará sufrir más y más, porque Dios abrió su conciencia, el Espíritu lo llenó de Luz y Yo toqué su corazón. 

Y añadió:

-Mirad dentro de vosotros y no os engañéis a vosotros mismos pensando que sois buenos, porque solo uno es bueno, vuestro Padre Celestial. No os engañéis pensando que no sois adúlteros, ladrones y asesinos porque sois todos inmundos de mente y corazón e idólatras, porque no adoráis a Dios sino a los diablos del oriente y de la tierra y del dinero. No os engañéis pensando que Yo os defenderé ante mi Padre si no reconocéis vuestras culpas y os arrepentís y hacéis penitencia. Mi Padre os quiere perdonar; por eso enviará sobre vosotros toda clase de plagas, enfermedades y muerte y guerras, la injusticia que no comprendéis y el azar que odiáis y del que Me culpáis, ¡ciegos y guías de ciegos! Os enviaré males y solo los pecadores entenderán que son bienes y regalos de misericordia que os purifican y os hacen pequeños, frágiles y humildes. No entendéis el lenguaje del Amor, no entendéis la Cruz: la teméis y os escandaliza. Y ni siquiera me pedís el don de comprender que la Cruz es el Arbol de la Vida. 

Y dicho esto, se alejó de ellos y fue al monte, sobre el mar, y oró toda la noche.