Antigua checa en Valencia, hoy capilla martirial
 

Así titulaba hace un año Ecclesia digital la noticia de cómo el cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Antonio Cañizares, había erigido y bendecido como capilla martirial la carbonera del antiguo seminario diocesano donde fueron torturados numerosos mártires de 1936 a 1939. La bendición tuvo lugar el 21 de enero de 2017. Varios de los mártires valencianos proclamados beatos por San Juan Pablo II, el 11 de marzo de 2001, fueron torturados y murieron en ese lugar.

Hemos querido bendecir este lugar -explicó el arzobispo de Valencia- donde tantos sufrieron la pasión, precisamente en las primeras vísperas de San Vicente Mártir, nuestro patrón. Valencia es una diócesis de mártires y están asentada sobre la sangre de los mártires que es realmente promesa de futuro y esperanza para toda la diócesis, y además, exigencia de perdón, de reconciliación y de paz”.
 

Calle Trinitarios, nº 1
Recuerdo que en 2008, paseando por esa calle, me sorprendí al encontrarme con ese espacio martirial, entonces ya descubrí y fotografié las lápidas que se colocaron tras la beatificación de 2001. Para quien quiera conocerlo el lugar exacto es el número 1 de la calle Trinitarios, en lo que hoy en día es la residencia sacerdotal Venerable Agnesio y que, anteriormente, formó parte del Seminario Conciliar de Valencia.

Ahora, mi buen amigo Antonio Barrero, que tiene una magnífica página web: www.preguntasantoral.es, me ha hecho llegar a través de Samuel Martos, del Servicio Audiovisual Diocesano de Valencia, estas hermosas fotografías que realizó Alberto Sáiz para AVAN (siglas de Arzobispado de Valencia. Agencia de Noticias).
 

De checa a capilla
Para entender la importancia de esta capilla hay que retroceder hasta sus orígenes que se sitúan en el año 1936 durante la persecución religiosa. La estancia era la carbonera del antiguo Seminario Conciliar de Valencia que fue convertida durante la contienda en checa o cárcel secreta donde fueron torturados, entre otros, el beato José Aparicio Sanz, párroco de Enguera, que encabezó la relación de los 233 mártires beatificados en Roma el 11 de marzo de 2001. También su coadjutor, el sacerdote beato Enrique Juan Requena, y el jesuita beato Alfredo Simón Colomina. Junto a ellos también sufrieron martirio los siervos de Dios y sacerdotes Eleuterio Catalá, Vicente Delgado Pelarda -acompañado de sus sobrinas Tomasa y María Maticorena-, Francisco Sol, Benjamín Deltoro, José Pastor y Emilia Revert Pla.
 

A pesar de lo lóbrego del lugar, fueron numerosos los casos de sacerdotes que, como José Aparicio Sanz, iban dándose ánimos mutuamente, mientras se confesaban los unos a los otros en el mismo recinto, de dimensiones muy reducidas. Después de ser interrogados y torturados, los detenidos en la checa pasaban habitualmente al Gobierno Civil de Valencia, situado en el palacio del Temple, y desde allí eran conducidos a la cárcel Modelo, para ser finalmente trasladados al picadero de Paterna o a la playa del Saler, donde eran asesinados.
 

Concluida la guerra y la persecución religiosa, la carbonera fue lugar de oración para muchos sacerdotes, compañeros de los mártires. De hecho, el 15 de noviembre de 1952, coincidiendo con el primer congreso de Acción Católica con motivo del XXV aniversario de la fundación en Valencia de este movimiento apostólico, se colocó en la antigua checa una inscripción que fue bendecida por el entonces arzobispo de Valencia, monseñor Marcelino Olaechea. El Prelado quiso así “homenajear a los mártires sacerdotes, religiosos y seglares, en el viejo seminario de la calle de Trinitarios, desde el que muchos salieron para encontrar la palma del martirio”, explican desde la Delegación diocesana para las Causas de los Santos [y que recogió el Semanario Paraula el 26 de enero de 2017].
 

Con motivo de la beatificación del año 2001, se colocaron en dicha capilla unas lápidas con los nombres de los sacerdotes diocesanos, los hombres y las mujeres de los distintos movimientos apostólicos incluidos en los tres procesos promovidos por la Diócesis de Valencia.
 

En este mismo lugar se ha colocado una arqueta de mármol que contiene las reliquias de las mujeres de Acción Católica, que también fueron beatificadas por San Juan Pablo II.