«Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana.»

Queridos hermanos

Estamos ante el domingo XXI del Tiempo Ordinario. La primera Palabra, que es del Profeta Isaías, es una buena noticia porque Dios está con la Iglesia y nos va a crear un nuevo tipo de sacerdocio: más misionero, más auténtico, que saldrá a evangelizar a los paganos, a los alejados de la Iglesia. Es por eso que nos hemos unido al canto del salmista: “Id al mundo entero a predicar el Evangelio”.

La segunda Palabra es de la Carta a los Hebreos y nos dice que el Señor reprende a los que ama. Hermanos, si queremos ser cristianos preparémonos para este camino de salvación que es un camino de humildad. Aceptar la corrección del Señor es tener sabiduría, es aceptar que nuestra condición humana necesita de su Palabra que nos instruye internamente, por eso nos invita a fortalecer las manos de los débiles y caminar por la senda llana.

El Evangelio de San Lucas nos pone por delante la salvación. La puerta estrecha en la Iglesia primitiva era el bautismo. ¿Por qué era estrecha? Porque para entrar por ella había que humillarse. El camino del bautismo es para hacernos humildes, para tomar la cruz de cada día y servir a los hermanos. La verdadera amistad con Jesús se manifiesta en el modo de vivir y se expresa en la bondad del corazón, en la humildad, en la mansedumbre. ¿Cuál es el camino para entrar por esa puerta estrecha? El bautismo. En la Iglesia primitiva los baptisterios se expresaban con una puerta pequeña por donde entraban los bautizandos para descender en una piscina bautismal y dejar el hombre viejo. El hombre viejo se ha manifestado siempre que no hemos estado de acuerdo con los profetas, es decir, con los que nos invitaban a aceptar este carnet de identidad, este pasaporte auténtico que es la humillación, hacernos pequeños, humildes de corazón como Jesús. Esto no podemos, hermanos, no está en nuestras fuerzas, nos supera; pero es posible porque Jesús ha renunciado a los poderes de este mundo y se ha hecho pequeño, se ha hecho humilde, se ha humillado hasta una muerte y una muerte de cruz. Por eso hoy nos invita la Iglesia a entrar por esta puerta, a bajar, descender estos escalones que nos llevan a la vida eterna.

El Evangelio, hermanos, nos habla también de la conversión. Vendrán los alejados de la Iglesia y se sentarán a la mesa del Señor. Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos. Por eso hermanos todo este cambio epocal que estamos padeciendo es de Dios, lo ha puesto Dios para nuestra conversión, para ser cristianos, para reconstruir una Iglesia más auténtica, más verdadera; destruyendo la soberbia, el mundo, el demonio y la carne. El Señor quiere que se de en nosotros un cambio de naturaleza, de ser. Esta naturaleza nueva es ser hijo de Dios, tener, poseer está igualdad, está hermandad, esta comunión con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo. Por eso el cristiano es otro Cristo. ¿Qué tienes que hacer? “Vende tus bienes y dáselo a los pobres, coge tu cruz cada día y sígueme”, dice el Señor. Hagámonos pequeños, humildes, aceptemos al otro como es y tendremos Vida Eterna. Por eso qué importante ir a la Iglesia, a los sacramentos, ir a reunirse con una comunidad, con un grupo, con una asamblea que te ayude a ser cristiano y te despoje del hombre viejo.

Bien hermanos, recemos unos por otros, rezad por mi para que también se de este Espíritu en mi corazón, en mi mente y en mis fuerzas.

+ Con mi bendición.

 

 

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao