Y vienen y vienen a preguntar: ¿cómo puedo vivir mejor el Adviento? Te propongo 5 maneras sencillas y fáciles de poner en práctica.

1) Vivir el Adviento en familia. Podemos rezar el rosario, repasar juntos los propósitos de Adviento antes de ir a dormir, meditar el Evangelio del día al inicio de la cena. Y todas las noches, en familia, encender la vela de la corona de Adviento de la semana correspondiente y hacer una pequeña oración en voz alta.                  

2) Vivir el Adviento con la alegría de esperar a quien amamos y a quien nos ama. En palabras de San Juan Pablo II: “Desde siempre, el hombre está llamado a la familiaridad con Dios, a la intimidad y amistad con Él. Dios quiere estar cercano a él. Quiere hacerle partícipe de su vida. Quiere hacerle feliz. Paro ello es necesaria la venida de Dios. Por eso, el Adviento dura siempre”. 

3) Vivir el Adviento a través de la vivencia de las tradiciones, como poner juntos el Nacimiento en casa en un lugar central y con la cuna vacía que nos tiene que ayudar a recordar que el importante aún no llega pero está por llegar. Y hacerlo en familia, no encargárselo a mamá o a alguien más. El Adviento es gozar de la alegría de la espera.

4) Vivir el Adviento ayudando a quien lo necesita y, aún mejor, ayudar en familia. Es un momento ideal para visitar a quien está solo, a los ancianos, a los enfermos, a los que están sufriendo por algún motivo. Y si gasto un poco menos y puedo ahorrar para dárselo a quien más lo necesita, aún mejor.

5) Vivir el Adviento dando siempre un toque de oración a las reuniones familiares, a las posadas y a las convivencias navideñas en las que participemos. Y hacerlo sin vergüenza, sin temor al qué dirán, preparando bien la forma, evitando el aburrimiento o la dispersión, con naturalidad, con la misma sencillez con la que compartimos los buñuelos y el turrón.

Y que el Adviento sea ese momento de preparar la llegada del Salvador que se hace hombre y llena de sentido nuestras vidas y no nos dejemos arrebatar por las prisas de las compras, de los preparativos y de tantos compromisos que muchas veces más que darnos paz, nos la quitan.