Todos hemos dicho alguna vez de alguien, “ese es más viejo que Matusalén”, refiriéndonos a que ha alcanzado una edad inusitada. Y sin embargo, ¿qué sabemos de Matusalén? ¿Quién fue Matusalén?

 
            Matusalén fue un patriarca antediluviano, es decir anterior al Diluvio Universal, hijo de Henoc, al que se refiere el Génesis con estas palabras:
 
            “Henoc tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén. Henoc anduvo con Dios; vivió, después de engendrar a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Henoc fue de trescientos sesenta y cinco años. Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó”
            Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando engendró a Lámec.Vivió Matusalén, después de engendrar a Lámec, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas” (Gn. 5, 21-26)
 
            Para finalizar con este aserto:
 
            “El total de los días de Matusalén fue de novecientos sesenta y nueve años, y murió” (Gn. 5, 27)
 
            Y en realidad, esto es todo lo que sabemos sobre Matusalén.

            De todos los longevos patriarcas del Antiguo Testamento, Matusalén es el más longevo, pero no el único que alcanza edad similar. Sólo en el mismo capítulo del Génesis que presenta a Matusalén, nos encontramos que Adán vive 930 años; Set 912; Enós 905; Quenán 910; Mahalalel 895; Yéred 962; el pobrecito Lámec, padre de Noé por cierto, sólo 777. Y el propio Noé, es el segundo en la lista con sus 950 años de vida.
 
            Dos son las cuestiones que la lectura de Gn. 5, 1-32 suscita. La primera, si sólo los hombres cumplían tan largas edades, pues lo cierto es que entre los longevos personajes cuya edad se reseña, ninguno es mujer, para la que no hay respuesta más allá de que aunque cumplieran esas edades, la Biblia no se hace eco de ello. La segunda es: ¿da la Biblia alguna razón por la que los seres humanos dejaran de cumplir las fabulosas edades que alcanzaban los primeros padres cumplían? Pregunta a la que por el contrario, el propio Génesis nos da respuesta. Se trata del episodio que narra en su capítulo 6, que reza como sigue:
 
            “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas. Entonces dijo Yahvé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años.» Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: éstos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos” (Gn. 6, 1-6)
 
            Una situación que indigna a Dios en modo tal que resuelve a acabar con la Creación:
 
            “Voy a exterminar de sobre la faz del suelo al hombre que he creado -desde el hombre hasta los ganados, los reptiles, y hasta las aves del cielo-, porque me pesa haberlos hecho” (Gn. 6, 7)

 
            Sólo que afortunadamente para el género humano, “Noé halló gracia a los ojos de Yahvé” (Gn. 6, 8), lo que resuelve a Dios a enviar el Diluvio Universal para acabar con toda la creación menos con Noé, su familia y los representantes de cada género animal y vegetal que el patriarca salva en el arca que Dios le manda construir.
 
            Pero si el Diluvio es el castigo más conocido de los que Dios envía a la tierra por el pecado cometido entre ángeles y seres humanos, no es, sin embargo, el único, pues existe un segundo que todavía estamos penando los seres humanos incluso muchos milenios después, no por grave, excesivamente conocido:
 
            “Entonces dijo Yahvé: ‘No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años’” (Gn. 6, 3).
 
            Y ya nadie volvió a cumplir novecientos años… ni ochocientos… ni siquiera doscientos… aunque me gustaría conocer, eso sí, a los que llegan a los ciento veinte… Bessie Cooper (), al menos cumplió ciento dieciséis…
 
 
            ©L.A.
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