Cuando hace ya algún añito dedicaba un artículo al famoso Documento Q (), ya avisaba entonces de que en mi opinión, dicho Documento Q no iba a aparecer jamás, lo que era tanto como decir que “Q”, tal como lo conocemos hoy, más allá de ser una bella e ingeniosa elucubración, no existe ni ha existido nunca. Toca hoy retratarse y explicar el porqué de tan rotunda afirmación.
 
            El Documento Q es, como ya sabemos y decíamos entonces, producto de un trabajo de deducción realizado en un laboratorio. Digamos que ha sido “deducido” para conocer su contenido, sin ni siquiera necesidad de haber encontrado una copia. Si efectivamente un día (más que improbable a mi entender) se hallara esa copia, llamémosla “Q real”, ¿qué es lo que nos encontraríamos”? Pues bien, un documento de escasísimo parecido con “Q deducido” (llamemos así, para entendernos, a aquél con el que hoy “trabajamos”, producto de un trabajo de laboratorio). ¿Por qué? Pues porque, aun aceptando la base de partida del Documento Q, a saber, que Mateo y Lucas hubieran compartido una fuente común, cuando esa fuente común, “Q real”, aparezca, registrará con “Q deducido”, por lo menos, dos grandes grupos de diferencias:
 
                        1º.- Un primer grupo que engloba a aquellos episodios que estarán en “Q real”, pero no en “Q deducido”, a saber, los siguientes:
 
            a) Todos los episodios de “Q real” utilizados por Mateo y no por Lucas.
 
            b) Todos los episodios de “Q real” utilizados por Lucas y no por Mateo.
 
            c) Todos los episodios de “Q real” directamente desechados, despreciados, por los dos Q-evangelistas, Mateo y Lucas, desconocidos, en consecuencia, tanto para la exégesis como para “Q deducido”.
 
            d) Todos los episodios que siendo comunes a los Q-evangelistas, lo sean también a Marcos, razón por la que estarán en “Q real” pero no en “Q deducido”.
 
            e) Todos los episodios que desechados por los Q-evangelistas sean recogidos por Marcos, con quien el autor de “Q real” podría haber compartido fuentes. Y eso si, directamente, el autor de “Q real” no se hubiera servido de Marcos, interesante hipótesis no suficientemente desarrollada.
 
                        2º.- Un segundo grupo que engloba a aquellos episodios que estarán en “Q deducido” pero no en “Q real”, a saber, los siguientes:
 
            a) Todos aquellos que a pesar de ser compartidos por Mateo y Lucas, hayan sido recolectados por los Q-evangelistas en terceras fuentes, a las que también podrían haber accedido, distintas de “Q real”.


            Seis grupos de episodios en total que bastarán para convertir, como decimos arriba, a “Q real” en inidentificable e irrelacionable con “Q deducido”. Razón por la que también digo que hasta podríamos haberlo “descubierto” ya (algún día les expondré una hipótesis al respecto en esta misma columna) “y no haberlo reconocido” (Mt. 17, 12), como si de un nuevo Elías se tratara.
 
            Lo gracioso es que, a pesar de todo lo dicho, “Q” ha alcanzado tal grado de unanimidad y aceptación por la gran comunidad exegética del Jesús histórico, que no sólo no se cuestiona, sino que, bien al contrario, en un comportamiento que prefiero no definir, he llegado a ver autores que cuestionaban episodios evangélicos canónicos por su incongruencia con “Q”. Vamos, como si alguien dijera que una persona no existe porque no se parece al retrato que le ha hecho un pintor.
 
 
            ©L.A.
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