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EVANGELIO

Sígueme. Él se levantó y lo siguió.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

¿No era el traidor?

¿Quiénes somos los pecadores? Los que somos infieles al amor de Dios. Los que traicionamos Su confianza. Aquellos a los que Dios ha dado una dignidad enorme y que la pisoteamos por querer tomar nuestro propio camino...
Vale, pues el Señor, tuvo y tiene misericordia de mí y me llama, y me sienta a comer en Su mesa, y tiene la grandeza de entregarse por mí. Pero ¿No era yo el traidor? Sí. Pero por eso sabe que le necesito más. A ver qué hago yo ahora cuando me traicione mi esposo...

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Confié en ti, te conté mis secretos y los utilizas contra mí.
Carlos: Oye, que tú también lo hiciste aquella vez que le contaste a mi madre que había dicho yo que era una pesada por llamar tanto.
Marta: No te preocupes, no quiero recriminarte nada. Quiero seguir confiando en ti porque te amo.
Carlos: ¿De verdad? Qué maravillosa lección de amor me acabas de dar. Espero estar a la altura de tu confianza. Esta decisión tiene que venir de Dios, porque sólo Dios ama así.

Madre,

El amor misericordioso es el amor de Dios, y se activa precisamente ante las traiciones e infidelidades. Yo quiero ser hijo de Dios, Madre. Dame la fortaleza para serlo. Alabado sea Dios.