Mamberti acaba los Novendiales: «La adoración es una dimensión esencial de la misión de la Iglesia»
El cardenal Mamberti, protodiácono, será quien anuncie el nombre del nuevo Papa desde el balcón de San Pedro... salvo que sea él mismo, en cuyo caso lo hará el siguiente cardenal diácono elector, el cardenal Mario Zenari.
Este domingo por la tarde concluyeron en la basílica de San Pedro los Novendiales, nueve días de luto con sendas misas por el alma de Francisco que comenzaron el sábado 26 con su funeral y han presidido sucesivamente los cardenales Giovanni Battista Re (decano del Colegio Cardenalicio), Pietro Parolin (secretario de Estado), Baldassare Reina (vicario general de Roma), Mauro Gambetti (arcipreste de San Pedro), Leonardo Sandri (vicedecano del Colegio), Kevin Farrell (cardenal camarlengo), Claudio Gugerotti (prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales), Ángel Fernández Artime (pro-prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) y Dominique Mamberti (prefecto emérito de la Signatura Apostólica).
El cardenal Mamberti, que es el cardenal protodiácono y será por tanto quien anuncie desde el balcón de San Pedro, con el Habemus Papam!, el nombre del nuevo Papa, dirigió a los cardenales presentes una homilía glosando el Evangelio del día, tercer domingo de Pascua, en el que tiene lugar el diálogo entre Jesús y Pedro en el que el Maestro pregunta por tres veces al apóstol si le ama, como paso previo a confirmarle en su misión, superadas "la incomprensión e incluso la traición" (dijo el purpurado, en alusión a las tres veces que le negó) de momentos pasados.
"La misión del Papado es el amor"
El cardenal protodiácono utilizó para ello citas de los tres últimos Papas, como la de Benedicto XVI explicando que a Jesús "le basta su pobre amor [de Pedro], el único del que es capaz, y "se adapta a su debilidad", apuntó Mamberti.
Un momento de la última misa del novenario por el alma de Francisco.
También una de Juan Pablo II en el vigesimoquinto aniversario de su pontificado (2003), cuando compartió una confidencia: "Cada día tiene lugar en mi corazón el mismo diálogo entre Jesús y Pedro... consciente de mi humana fragilidad, [en la que ] Él me invita a sumir la responsabilidad que Él mismo me ha confiado".
La misión del papado "es el amor mismo", explicó Mamberti, "que se hace servicio a la Iglesia y a toda la humanidad. Pedro y los apóstoles la asumieron enseguida con la fuerza del Espíritu que habían recibido en Pentecostés".
"La adoración es una dimensión esencial de la misión de la Iglesia"
Mamberti recordó cómo Francisco fue fiel a esa misión "hasta la consunción total de sus fuerzas": "Advirtió a los poderosos de que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres y proclamó a toda la humanidad la alegría del Evangelio, del Padre Misericordioso, de Cristo Salvador".
Recordando asimismo la lectura del Apocalipsis que acababa de hacerse antes de la del Evangelio, Mamberti proclamó que "la adoración es una dimensión esencial de la misión de la Iglesia y de la vida de los fieles", lo que respaldó con una cita del Papa recién fallecido.
En él fue fácil reconocer, continuó, esa "capacidad de adoración", basada en "largos momentos de oración que la disciplina ignaciana había impreso en él".
"Y todo cuanto hacía lo hacía bajo la mirada de María", concluyó el cardenal evocando las 126 paradas ante la Salus Populi Romani en cada uno de sus viajes: "Ahora que descansa junto a su amada imagen, encomendémosle con gratitud y confianza a la intercesión de la Madre del Señor y Madre nuestra".