Lunes, 14 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Brener protegía la Eucaristía y Leonella murió en Somalia tras el discurso de Ratisbona

Él murió cosido a puñaladas por comunistas y ella a balazos por islamistas: mártires de ayer y hoy

Él murió cosido a puñaladas por comunistas y ella a balazos por islamistas: mártires de ayer y hoy
El sacerdote húngaro murió en la Hungría comunista y la religiosa italiana en Somalia, frente al hospital pedriático

J.L / ReL

Este jueves el Papa aprobó los decretos de la Congregación para las Causas de los Santos en los que, entre otros, se reconocían las virtudes heroicas del Papa Juan Pablo I o del padre Tomás Morales, fundador de los Cruzados y Cruzadas de Santa María.

Sin embargo, dada la importancia de algunos de los miembros de la Iglesia que aparecían en el decreto ha pasado desapercibida la historia de algunos de los otros nombres de los que la Iglesia ha reconocido su papel. Un ejemplo es el del sacerdote húngaro, Janos Brener, que murió brutalmente asesinado en la Hungría comunista cosido a puñaladas mientras defendía la Eucaristía que llevaba a un moribundo, y por el que ahora el Papa ha reconocido su martirio.

Los mártires de ayer y de hoy
Del mismo modo, Francisco también ha reconocido el martirio de la religiosa italiana Leonella Sgorbati, que fue asesinada a tiros a las puertas del hospital para niños que su orden llevaba en Mogadiscio, en Somalia. La mataron durante la oleada de ataques contra los cristianos que se produjo por todo el mundo en 2006 tras el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció en Ratisbona, y cuyas palabras fueron sacadas de contexto y tomadas por líderes islamistas como un ataque contra el islam.

De este modo, Francisco ha recordado a los mártires de dos fuerzas que han causado y siguen causando la persecución de millones de cristianos.

El padre Brener fue asesinado en un momento de gran estabilidad y represión por el régimen comunista que regía Hungría en 1957, donde los comunistas intentaban aplacar cualquier conato de protesta en las calles.



Asesinado con 25 años en la Hungría comunista
Este sacerdote nació en 1931 y fue asesinado apenas 12 días antes de que cumpliese los 26 años y pese a su juventud no lo tuvo nada fácil para ser ordenado sacerdote, algo que finalmente consiguieron tanto él como sus dos hermanos.

Su ilusión era convertirse en monje cisterciense y desde niño fue  a sus escuelas hasta que éstas fueron nacionalizadas por el estado comunista. Consiguió más tarde ser admitido en el noviciado pero poco después las órdenes religiosas fueron disueltas en el país hasta que finalmente llegó al Seminario de Szombathely y allí estudió hasta que éste también fue cerrado, pasando al de Gyor, donde finalmente fue ordenado en 1955.

Murió protegiendo la Eucaristía
Brener conectó desde su ordenación muy bien con los jóvenes y realizó una importante pastoral con ellos
, lo que levantó grandes recelos entre las autoridades comunistas, que le veían como un gran peligro debido a las revueltas estudiantiles que se habían producido en 1956. Y por ello, decidieron tenderle una trampa para quitárselo de en medio.

Durante la noche del 15 de diciembre de 1957, mientras preparaba su homilía dominical recibió una llamada telefónica de una supuesta persona enferma para que acudiese a visitarla. Él no se lo pensó y con su mochila con la que realizaba las visitas, donde llevaba el Santísimo Sacramento se dirigió a la aldea de Zsida, a través de un camino que cruzaba las colinas.

Entre dos de estas aldeas le esperaban sus asesinos, que le atacaron y le apuñalaron brutalmente hasta en 32 ocasiones mientras él protegía con su mano izquierda el Santísimo Sacramento, y así fue como murió.

Las coacciones a los vecinos
Los vecinos de las aldeas llamaron a los médicos pero no pudieron hacer nada. El funeral sería multitudinario por lo que las autoridades comunistas intentaron dispersar a la gente mediante amenazas y promocionando un horario falso del funeral.

Durante la investigación ‘oficial’ del asesinato del joven sacerdote, las autoridades intimidaron a los vecinos de estas aldeas para que olvidaran a este cura y lo que allí ocurrió. Pero consiguieron el efecto contrario y pronto creció una gran devoción al padre Brenner y tras la caída del régimen comunista dedicaron allí una capilla en su honor.

Perseguidos por el islamismo
Por su parte, la hermana Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata, murió perdonando a sus asesinos después de que fuera disparada por islamistas a las puertas del hospital para niños de Mogadiscio, en el que ayudaba. Junto a ella, murió el hombre que la acompañaba y protegía.



Esta religiosa nació en Italia en 1940 y en 1965 emitió su primera profesión religiosa con esta congregación. Su vida religiosa la ofreció a los más débiles en África primero como misionera y enfermera en Kenia, donde formó a miles de jóvenes en esta profesión y luego en Somalia, uno de los países más inestables del mundo donde organizó una escuela para enfermos.

El discurso de Ratisbona
Fue precisamente en este país donde murió asesinada el 17 de septiembre de 2006 por varios islamistas que la dispararon durante la oleada anticristiana que se produjo tras el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona en 2006. Ahora, su sucesor, el Papa Francisco ha reconocido su martirio.

“Los perdono, los perdono, los perdono”. Estas fueron las últimas palabras de la hermana Leonella antes de morir por las heridas de balas que sufrió.

Tal y como recordaba la hermana Marzia Feurra, también misionera de la Consolata los dos asesinos “estaban escondidos entre los coches aparcados en la calle que separa el hospital pediátrico y el pueblo donde viven las hermanas misioneras de la Consolación de Mogadiscio, comunidad a la que pertenecía Sor Leonella. Los dos hombres abrieron fuego contra Sor Leonella y el guardia que nos escolta cuando cruzaron la calle".

"Los perdono"
"Estaba en casa e íbamos a almorzar cuando oímos largas ráfagas de metralleta en la calle. Nos sorprendimos porque desde hacía varios días no oíamos armas de fuego. Mientras hablábamos de esto, un muchacho entró y nos dijo lo que había pasado. Nos precipitamos fuera mientras cargaban a la hermana Leonella sobre una camilla", añadió.

Cuando llegaron al hospital, recuerda la hermana Marzia, "Sor Leonella todavía estaba viva, sudaba frío. Estábamos tomadas de la mano, nos vimos y antes de apagarse como una pequeña vela, tres veces me repitió: Los perdono, los perdono, los perdono... Estas fueron sus últimas palabras".
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