Religión en Libertad

Clara Medina, la monja que brilló en el lodo de la DANA, Premio Impactun: «Hallé a Dios en el dolor»

La Hermana Clara Medina, misionera salesiana, convirtió la tragedia de la DANA en un canto de esperanza entre los más pobres. Ha recibido el I Premio Impactun Cristianismo y Cultura Contemporánea.

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Jesús MC

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En octubre de 2024, una DANA golpeó con violencia la Comunidad Valenciana, dejando más de 300.000 afectados. Uno de los barrios más castigados fue el Raval de Algemesí, un lugar ya marcado por la pobreza, la marginación y la indiferencia. Entre el lodo y la destrucción, una presencia callada y luminosa comenzó a mover corazones y a reconstruir más que casas: la esperanza de quienes lo perdieron todo.

La Hermana Clara Medina, de las Salesianas Misioneras de Cristo Pastor, es una mujer joven, con una fe forjada en lo pequeño. Desde una parroquia humilde, movilizó cientos de voluntarios, canalizó ayudas y, sobre todo, se mantuvo firme entre los más necesitados. Por esa presencia viva del Evangelio, ha recibido el I Premio Impactun Cristianismo y Cultura Contemporánea de la Fundación Impactun y del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea de la Universidad de Navarra.

En esta entrevista con Religión en Libertad, no habla de sí misma, sino de lo que Dios puede hacer cuando uno se abandona en Él.

-Hermana Clara, en medio del caos y la destrucción, ¿qué sintió en su interior?

-Sentí, en primer lugar, que había que estar, siendo presencia pequeña y viva. Y creo que Dios está presente siempre. En medio del barro, del sufrimiento, de la incomprensión, y también en medio de la esperanza. Dios se hizo presente en la vulnerabilidad de cada uno de nosotros, del planeta.

-¿Cómo encontró a Dios en medio del barro?

-Encontré a Dios en el dolor, la desesperación, el sufrimiento, el miedo, el abandono y la muerte de todos los que se vieron afectados. Lo encontré arremangado, con los brazos abiertos, embarrado, acogiendo. Lo encontré en las esperanzas, la solidaridad, la fraternidad, la generosidad, la ilusión y la alegría de tanta gente joven y mayor que se embarró, dejando su zona de confort y compartiendo tiempo, energías, y cariño, siendo la mejor expresión de un Dios Misericordia. Lo encontré en la abundancia de donaciones que se multiplicaban, como ocurrió con los panes y los peces del evangelio, dando de comer a todos los que lo necesitaban.

»Lo encontré en ese compartir generoso de mucha gente anónima. Lo encontré en las miradas cargadas de ternura y comprensión, en los gestos de cariño y cercanía, en las risas de los niños en las calles polvorientas y embarradas, en la paciencia de las madres esperando las raciones de comida para sus familias. Incluso lo encontré en el cansancio acumulado de los voluntarios, en la desazón que generaba el no poder llegar a más, en la rebeldía interior ante tanto dolor incomprensible. Lo encontré en la eucaristía compartida en una parroquia pobre, embarrada, descarnada; sin más adornos que la presencia de los que participaban en ella. Sí, ese Cristo hecho pan y vino compartido, como alimento para seguir caminando, construyendo ese mundo nuevo soñado por Dios.

-Habla de "milagros ocultos" que sucedieron durante los días más duros. ¿Podría compartir alguno de esos signos de la Providencia?

-Más que milagros ocultos creo que hay una presencia continuada de Dios en la historia. Nuestra misión solo es desvelarla. Doy testimonio de esta presencia providente durante mi vida y en la historia y cómo no, durante todo el proceso de la DANA. Hemos de pedir al Espíritu el don de ver los pequeños milagros de cada día.

-¿Qué le enseñaron las personas del Raval en este tiempo? ¿Cómo es evangelizar cuando todo alrededor parece ruina?

-Me enseñaron a tener una mirada sencilla y agradecida. A pesar de no tener nada. Sobre el cómo es evangelizar cuando todo alrededor parece una ruina, diría que es la mejor experiencia que hay para ello. El Evangelio hemos de recibirlo desde nuestra pobreza. Sólo ahí brota y crece.

-A pesar del cansancio físico y emocional, dijo que nunca perdió la alegría. ¿Qué lugar tiene la oración en su vida diaria, especialmente en la emergencia?

-Yo no sé bien si perdí la alegría o no… Obviamente el cansancio afectaba, pero hemos de reconocer que había constantemente una fuerza que reconozco no venía de nosotros. Siempre nos sentimos sostenidos por la oración de tantos y tantos que nos acompañaban en la distancia.

»Como comunidad de Salesianas Misioneras queremos ser contemplativas también en la acción. Y ello se nutre de tiempos para la oración personal y comunitaria. En el tiempo de emergencia si bien es cierto que el ritmo era muy intenso no salíamos de casa sin antes rezar juntos. Siempre dedicando un tiempo de silencio en la capilla, rezo de la liturgia de las horas y la Eucaristía. De ahí nacía todo lo que se presentaba durante el día. Nosotros solo dijimos sí, el resto lo ofrecemos y nos abandonamos.

-Han convertido una pequeña parroquia en un faro de esperanza para todo un barrio. ¿Cómo se construye una comunidad cristiana en tiempos de crisis?

-Resulta complejo en momentos de crisis, por la tensión que hay en el ambiente, pero es posible construir comunidad estando presente, escuchándonos y buscando el bien común. Si cada uno va por su aire sin contar con el otro o ponerse a disposición de la comunidad en general será complicado. La comunidad se construye entre todos. Y en tiempos de crisis es crucial cuidarnos y caminar juntos.

-En su testimonio, muchos ven un ejemplo de la Iglesia “en salida” que pedía el Papa Francisco. ¿Qué significa para usted ser misionera en España hoy?

-Resulta un desafío apasionante. Después de 11 años de misión en Latinoamérica volví a mi tierra (Valencia) para intentar seguir siendo testigo de la Resurrección en comunidad. Percibo una sociedad sedienta, buscadora de sentido. Ser misionera en España hoy para mí, por tanto, implica reconocer esa sed y poder acercarnos con escucha activa, con empatía, ofreciendo o creando caminos, experiencias, espacios para beber de la fuente de agua viva (Jesucristo). Al mismo tiempo es una oportunidad que la recibo como regalo.

-Las redes sociales fueron una herramienta clave en esta misión. ¿Cómo puede una religiosa evangelizar también en el mundo digital sin perder su identidad?

-No hay por qué perder la identidad si el horizonte está claro, si hay autenticidad en cada publicación o mensaje respondido. Es importante también estar acompañada en la misión digital, caminar junto a otros, para que no se convierta en algo auto referencial sino en un camino construido en comunidad. Creo que es una oportunidad maravillosa para responder a la invitación que nos hace Jesús “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio” (Mateo 28, 16-20). La misión digital tiene un gran alcance y nuestra vocación cristiana es misionera.

-¿Qué rostro o gesto guarda en el corazón como un símbolo de estos meses? ¿Hay alguna historia que le haya tocado especialmente?

-Son muchos los rostros que han quedado registrados en la memoria del corazón, pero me quedo con el gesto de las personas más sencillas que aún en medio de tanta pérdida son capaces de seguir agradeciendo y compartiendo con los demás.

-La Fundacion Impactun y el Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea de la Universidad de Navarra han querido, con este premio, reconocer su labor y la de tantos otros voluntarios. ¿Qué mensaje cree que envía este reconocimiento a los jóvenes y a la Iglesia de hoy?

-Creo que siempre es un impulso para seguir amando. Me siento tremendamente agradecida y al mismo tiempo indigna de poder ser la persona visible para recibir el premio. Tengo muy clara la inmensa labor de tantos jóvenes que desde el silencio han colaborado desde lo que son poniendo alma, vida y corazón en cada detalle. Desde sacar barro a pesar del cansancio o el mal olor, hasta el escuchar a las personas afectadas, o preparar comida caliente desde casa y mandarla, desde la ayuda en los transportes dejando sus coches, o sus tractores o camiones. O la ayuda de tantos electricistas, fontaneros, albañiles, que prestaban sus conocimientos de forma gratuita cuando se les pedía.

»Sin duda este reconocimiento es una llamada a la acción con corazón. Nuestra fe y nuestro modo de ser están totalmente unidos y que la misma Iglesia reconozca la labor de tantos jóvenes que se pusieron al servicio es un reconocer cómo Dios obra hoy en una Iglesia que se sienta viva y que desea transmitir esta vida a los demás.

-¿Qué le diría a quienes, desde lejos, miran el sufrimiento con distancia o escepticismo? ¿Cómo invitarlos a implicarse con quienes más sufren?

-Hay una pregunta impactante que el papa Francisco hizo a los presos en Italia: “¿por qué ellos y yo no?” Quizás sea una cuestión que podamos recordar cuando nos encontremos ante la injusticia o la pobreza.

»Creo que cuando en nuestra vida hemos tenido acceso a lo más básico e incluso a más (derecho a voto, a una educación, a salud, a agua, etc) podemos caer en la tentación de olvidar que nos pertenece y que así funciona el resto del mundo. Pero esto no es así. Podemos ver los sufrimientos del mundo desde el balcón, sin que nos toque y sin hacer nuestro su dolor.

»Pero el pobre siempre tiene algo que decirnos. El sufriente siempre nos enseña algo. Quizás solo nos implicaremos cuando realmente lo suframos. Todo ser humano, aunque tenga todo cubierto a nivel material, siempre seguirá siendo pobre o necesitado. Somos en relación, somos hermanos y somos llamados a cuidarnos unos de otros. Eso nos humaniza y nos acerca a nuestra esencia, para lo que hemos sido creados. La invitación siempre parte de la propia viva encarnada que habla por sí sola.