Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Amelia, nuevo ejemplo de resistencia al movimiento trans: «Mi detransición fue mi desintoxicación»

Transgénero arrepentida, «sabía que nunca sería un hombre», pero las amenazas del lobby pesaron más

Amelia Guerrero.
Tras seis meses de obsesión y manipulación por el lobby trans, Amelia Guerrero abandonó la transición y lucha por sanar sus heridas gracias a un profesional que, en lugar de "afirmar", trató sus fantasmas y heridas del pasado.

J.M.C.

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El  lobby trans es un colectivo reducido. Muy reducido, pero con mucha influencia mediática. Según datos oficiales entre el 0,3 y el 0,5% de la población "es transgénero". Un dato imposible de demostrar por completo, ya que no termina de diferenciar si estos padecen disforia o incongruencia de género. Tampoco si deciden "transicionar" o, por el contrario, tratarse médicamente. Muchos de los que acuden a especialistas ven aliviada o suprimida la disforia, otros muchos lo hacen simplemente al superar la adolescencia, y otros que la padecen deciden no transicionar.

Aún así, los gobiernos occidentales "implantan" legislaciones que contribuyen a una clara discriminación positiva, pero que sin embargo, son claramente perjudiciales para las personas transexuales a las que se dirigen. Es al menos la tesis que sostuvo Amelia Guerrero durante su intervención en la IIª Jornada Clínica organizada por la FCPOL (Fundación para la Clínica Psicoanalítica de Orientación Lacaniana). 

Andaluza y de 20 años, la suya es una opinión a tener en cuenta. No solo porque ha sufrido en sus carnes la manipulación del lobby trans-queer, sino porque aún después de comenzar su "transición" y arrepentirse de la misma tras mostrarse perjudicial e ineficaz, se sigue considerando víctima de la disforia.

La transición, explica, lejos de lo que prometen sus apologistas, no cambia nada. De hecho lo empeora. Y las actuales legislaciones como la que se encuentra en vías de aprobación en España, también. Con ella, "las personas con disforia" se ven "abandonadas, sin ninguna solución para aliviar el sufrimiento". Explica que solo se les da vía libre para transicionar… pero no para sanar.

Su pesadilla comenzó a los doce años y se prolongó durante los seis siguientes. Su caso también es revelador porque la sucesión de acontecimientos que desató el comienzo de su "transición" podría calificarse "de manual".

¿Una transición de manual? Descubre cómo todas ellas siguen casi el mismo patrón en nuestras historias de trans arrepentidos. 

"En la transición a la adolescencia me encontraba sola y sufría mucho, también por el abuso sexual al que me vi expuesta siendo muy pequeña y por el acoso escolar que desde el final de Primaria hasta Bachillerato he sufrido sin encajar en ningún sitio", relata.

Cuenta que "no encajaba" solo porque siendo chica le gustase el tenis, los videojuegos o leer cómics (manga), pero también por algo tan lógico como no estar dispuesta a ceder un palmo de su dignidad.

"Yo era la chica rara porque no subía fotos en bañador o ropa interior a las redes sociales, algo que ahora parece ser empoderador para la mujer", afirmó, y que ella contempla como "muy negativo, especialmente para chicas jóvenes".

A los estragos generados por el acoso escolar y el miedo a los abusos sexuales, que la "sexualizasen" en el día a día se sumó a la cartera de razones que la llevó, finalmente, a cambiar su forma de vestir -"mucho más ancha" o incluso con "bañador de chico" en la playa o la piscina-.

"Eso creó un muro entre cualquier chica con la que intentaba socializar y yo. Esa chica parecía tan alejada de mí que pensé que no podía acercarme a ser una chica normal", recuerda.

Ya solo faltaban uno o dos pasos para que este caso, otro más "de libro", llegase a término. Y uno de ellos es el de las redes sociales.

¿Transiciones bajo velada coacción? "O lo haces, o morirás"

"Tuvieron un papel crucial, debido a que ya tenía esa idea de que en mi cabeza había algo mal conmigo pero no sabía qué era ni cómo solucionarlo. Fue mediante la exposición a este tipo de temáticas en redes sociales lo que me dijo que mi problema es que yo era en realidad un chico y no lo sabía", recuerda.

La cosa fue a más: no solo es que no lo supiese, sino que le aseguraron que "para ser feliz tenía que transicionar".

"Me obsesioné. Cuando estás en una situación tan dolorosa te agarras a lo que sea para seguir adelante y yo me agarré a esa narrativa que se me inculcó en Tumblr, Tuenti -que ya no existe- Pinterest, Instagram o incluso Facebook. Estos mensajes están en todos lados y parece que desde todos los sitios se inculcan", explica.

Hoy, Amelia se sorprende ante lo "peligroso" de una situación en que le decían que "si no transicionaba no iba a ser feliz y me acabaría quitando la vida. La única forma en que podía ser feliz era transicionando y por eso me obsesioné".  

La estafa de la transición y su "desintoxicación"

Cuenta que no solo quería ser un hombre, sino que también tomó la decisión de "transicionar" como si esto fuese "una especie de refugio" para evitar que le hiciesen más daño, ya fuese mediante el bullying en la escuela o bajo el acoso sexual.

"Pensaba que nunca más iba a tener que sufrir por estas problemáticas. Solo buscaba poder vivir tranquila", cuenta.

De hecho, Amelia "siempre" tuvo claro que quería transicionar. Y lo hizo, convencida de que le haría feliz. "Pero cuanto más cerca estaba [de la transición], más sufría y más lejos estaba de la felicidad. Sabía perfectamente que nunca iba a tener los cromosomas de un hombre, que podría hacerme muchas cirugías y operaciones, pero que nunca sería un hombre", confiesa.

Fue en torno a los 16 años cuando decidió ir al psicólogo. Si bien no abordó directamente el abuso o sus planteamientos sobre la transición, esto le ayudó a lograr una gran mejoría en la percepción que tenía de sí misma, en su autoestima o en sus relaciones con los demás. El motivo, entre otros, fue que su psicóloga siguió la praxis opuesta a la cada vez más extendida de la afirmación de género por defecto y abordó los problemas que llevaron a Amelia a esa situación

"Mi detransición se podría llamar también desintoxicación. [Mi transición] fue algo muy nocivo para mí y me mantuvo durante muchos años obsesiva", asegura.

Contra la "Ley trans"

Por su experiencia, la voz de esta joven "detrans" debe tenerse en cuenta en lo relativo a la forma de entender la llamada "Ley Trans", en sus últimas fases antes de ser aprobada en España y de la que no augura buenos resultados.

Principalmente por los "problemas que acarrearía", como "el borrado de las mujeres, que ya nada recae en cuál es tu sexo sino tu forma de pensar o de sentirte o lo peligrosa que es para las personas con disforia que no queremos transicionar y que nos vemos abandonadas sin ninguna solución para paliar el sufrimiento".

Cuestiona también las repercusiones que tendrá en los profesionales dedicados a la salud mental que no quieran seguir una terapia afirmativa con sus pacientes. "Se enfrentan a multas muy grandes por no querer acatar este dogma. [La ley] se plantea de una manera horrenda", concluye.

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