Sábado, 20 de abril de 2024

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Sólo cien asistentes en el templo y horario adelantado por las restricciones del coronavirus

«Niño del pesebre, desde esta noche, todos son mis hermanos»: la misa de Navidad del Papa Francisco

«Niño del pesebre, desde esta noche, todos son mis hermanos»: la misa de Navidad del Papa Francisco
El Papa fue el único que besó la imagen del Niño Dios en esta misa de Navidad marcada por las restricciones del coronavirus

ReL

La Misa de Nochebuena de 2020 con el Papa en San Pedro del Vaticano ha sido algo distinta, como tantas cosas en este año azotado por la pandemia del coronavirus. Si en años anteriores Francisco iniciaba la celebración a las 21:30, esta Nochebuena empezó a las 19:30 para poder encajar en el toque de queda que las autoridades italianas han marcado a las diez de la noche. Esta misa no se ha celebrado a medianoche desde el 2009, cuando Benedicto XVI la adelantó a las 22 h. En el 2013, en su primera Navidad como Pontífice, Francisco la avanzó a las 21:30 h.

En la gran basílica de San Pedro sólo participaban de la ceremonia unas cien personas, manteniendo las distancias y llevando mascarillas. Los dos cardenales que se acercaron al altar para consagrar con el Papa lo hicieron a ambos lados del gran altar, no junto al Pontífice como suele ser en circunstancias normales.

Sí se mantuvo el interés de los medios de comunicación: 120 emisoras de radio y televisión se conectaron a la señal vaticana para retransmitir la misa, incluyendo La 2 de Televisión Española, Eurovisión y Mundovisión. "Niño del pesebre, desde esta noche, todos son mis hermanos", rezó el Papa al finalizar su homilía.

Cuando nace un niño, superamos las fatigas y el sueño

El Papa inició su homilía señalando que la llegada de un niño “es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad indescriptible, ante la cual ya nada pesa”.

Espiritualmente, “el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba”, afirmó el Papa.

"El Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndose hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios".

El Papa animó a afianzar nuestra vida en ese conocimiento de que Dios nos ama como un padre bueno.

“Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito, pura gracia”.

Misa en San Pedro del Vaticano, con el Papa, con mascarillas y restricciones del coronavirus

“El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría”, dice Francisco y contrasta la generosidad de Dios con nuestra respuesta: “si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo".

Después afirmó que "sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación”.

El Rey que nace en medio de la pobreza

Francisco planteó, además: “¿Por qué nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué?”

La respuestas: “El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura”.

Además, Dios puede cambiar nuestras carencias. “Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!”

En Niño en el pesebre es nuestra señal y guía

Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros, para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3).

Es verdad, afirma Francisco: “insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás”.

Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás

“Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren”, subrayó Francisco.

“Dios viene a habitar entre nosotros, pobre y necesitado, para deciros que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde esta noche, como escribió una poetisa, «la morada de Dios está junto a mí. La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII).

El Pontífice acabó con una oración dirigida al Niño Dios: “Un hijo se nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no como yo me sueño. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque porque sabes que a partir de esta noche, todos son mis hermanos”.

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