Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

El rosario de mi madre


por Carmen Castiella

Opinión

Cuando pienso en el rosario de mi madre (y de mi abuela de 93 años), me viene a la cabeza la frase de Arquímedes sobre la palanca que multiplica la fuerza: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Así, tantas abuelas y madres están sosteniendo en estos momentos el mundo, la Iglesia, el matrimonio de sus hijos y la fe de sus nietos con su oración. No se llevan ni un aplauso a pesar de su fidelidad y su infinita capacidad de esperar sin impacientarse, seguras de que ni una lágrima ni un avemaría se pierde.

En el otro mundo nos sorprenderá descubrir a esos santos invisibles con los que hemos convivido y cuya oración de un modo misterioso nos ha sostenido tantas veces. Son gigantes de espiritualidad que no cuentan a los ojos del mundo pero que, rosario en mano, interceden por las nuevas generaciones.

En su simplicidad y pobreza, el rosario es una oración poderosa. Oración sencilla y repetitiva que relaja el cuerpo y pone en jaque a la inteligencia, la devuelve a su lugar, le muestra sus límites y le da un alimento “mínimo” porque a veces no necesita más. Sobrealimentar la inteligencia, aunque sea sobre temas espirituales, es una forma de gula, me temo... Me viene a la cabeza el evangelio de los letrados/maestros de la ley y la ofrenda de la viuda.

“Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. Él, doctor de doctores, enseña sin ruido de palabras”. Santa Teresa del Niño Jesús

Tantas palabras vanas sobre temas espirituales, entre las que incluyo éstas, que no valen nada a lado de la ofrenda más valiosa: un rosario rezado desde el corazón por una de estas mujeres anónimas.

Y todavía hay quien se queja cuando encuentra la iglesia llena de personas mayores y dice que le resulta deprimente. Me rebelo. Cada una de esas abuelas sostiene el mundo con su oración y sostiene la fe de una generación entera demasiado ocupada, demasiado absorbida y demasiado distraída.

“Los abuelos y las abuelas forman el coro permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida. La oración de los mayores representa un gran don para la Iglesia entera. Miremos a Benedicto XVI, quien ha elegido pasar en la oración y escucha de Dios la última parte de su vida. ¡Esto es bello!”. Papa Francisco.

El rosario es también escuela de silencio y contemplación; es una oración poco gratificante para la inteligencia creadora que tiende a ir de flor en flor. Contiene una enseñanza discreta y profunda sobre la inteligencia humana, que tantas veces se hipertrofia del mismo modo que se hipertrofia el yo.

La dicotomía cabeza-corazón es falsa. No pretendo valorar el corazón a base de minusvalorar la cabeza. Pero sí percibo últimamente con nitidez cómo algunos corazones buenos y sencillos quedan aprisionados en absurdas y tortuosas complicaciones de pensamiento que terminan enredándoles con sus sofocantes y enrevesadas ramificaciones. Intelectualizar las cuestiones no las suele resolver.

“La inteligencia humana es ante todo capacidad de acogida. No contiene nada en sí misma en tanto no sea habitada por palabras e imágenes que viene del exterior: del mundo y de los demás. Se aprecia así la prioridad que debe darse siempre al escuchar sobre el decir, a la acogida sobre el hacer, a la apertura al don sobre la realización de una tarea. Esta parte de pasividad y dependencia de la inteligencia humana la devuelve a sus límites y a su función esencial: estar capacitada para la acogida”. Jean Claude Sagne, Viens vers le Père.

“El rosario nos conduce, si el corazón está bien dispuesto, a una profunda comunión con Dios y a la oración contemplativa, recorriendo los misterios de Cristo aun sin aplicar forzosamente la inteligencia discursiva en la meditación de cada misterio. María nos introduce en su propia oración, su propio recogimiento, su silencio y su escucha interior.” Jacques Philippe.

Por otro lado, encuentro en el rosario una gran herramienta de relajación. Libera la mente y relaja el cuerpo. La repetición permite fijar la atención sin esfuerzo de modo que el corazón queda libre para contemplar y anclarse en el momento presente. Incluso hay un estudio publicado en British Medical Journal en el que se considera el rezo del rosario como una actividad saludable por la serenidad que produce y la mejora de la función cardíaca y pulmonar. Buscamos fuera lo que teníamos en casa, en las manos de nuestras madres y abuelas. Buscamos fuera lo que estaba desde hace siglos entre los milenarios tesoros de la Iglesia.

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