Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

Los nuevos Santos Inocentes

Miembros del Tribunal Constitucional.
El Tribunal Constitucional mantiene un silencio de diez años ya ante un recurso de inconstitucionalidad concerniente al derecho fundamental básico reconocido en la Constitución, el derecho a la vida. Foto: Efe.

por Luis Zayas

Opinión

"Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel, que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven" (Mt, 2-18). Con estas estremecedoras palabras finaliza el relato de San Mateo sobre la matanza de los inocentes por parte de Herodes que la Iglesia conmemora estos días.

Tenemos la seguridad que ese mismo llanto estremecedor es revivido por las 99.149 mujeres que abortaron durante 2019, un llanto por sus hijos que sí viven, en el seno del Padre, pero que ya no volverán.

99.149 mujeres abocadas por leyes injustas al aborto, a la soledad, al abandono y al implacable síndrome post-aborto. 99.149 bebés asesinados en el vientre de sus madres ante la indiferencia de casi la totalidad de la sociedad española, con la excepción de las incansables organizaciones provida.

Una realidad, la del aborto, que tuvo también sus “Herodes” españoles (un Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero que legalizaron y promovieron el aborto) y sus “Poncios Pilatos” (José María Aznar y Mariano Rajoy que se inhibieron ante este drama, incluso gozando de mayoría absoluta).

Una realidad que ha necesitado de la complicidad del Tribunal Constitucional, que hace 25 años emitió una sentencia, 53/1985 de 11 de abril, que permitía la legalización del aborto contraviniendo la voluntad de la mayoría constituyente y que lleva diez años de silencio cómplice y mortal ante el recurso de inconstitucionalidad presentado por parlamentarios del Partido Popular hace 10 años. Tiempo en el que se han cometido 1.025.055 abortos.

Una realidad que no se puede comprender sin la pasividad de la mayor parte de la sociedad española, y en especial de los católicos, que no han querido y no han sabido mantener el debate social sobre el aborto y convertirlo en un elemento relevante y crucial del debate político. Algo de lo que sociedades como la norteamericana o polaca sí han sido capaces.

Esta falta de voluntad explica en buena medida el abandono de la defensa de la vida del bebé no nacido y de la mujer embarazada por parte de todos los partidos, con las excepciones de VOX y UPN en el parlamento y de AES, Familia y Vida y la CTC fuera del mismo. Estamos hablando de que sólo 53 diputados de 350 apuestan por modificar la legislación del aborto actual. Y que aquellos que apuestan por la derogación de cualquier legislación abortista no tienen representación parlamentaria. Ese es el peso político que los españoles (la Iglesia incluida) hemos dado a la cuestión de la defensa de la vida y de la mujer: nulo.

Y en medio de este panorama de muerte provocada a los más pequeños, este año 2020 nos promete nuevos Santos Inocentes. Si hasta ahora en estas fechas nos acordábamos de los bebés muertos víctimas del aborto, a partir de 2020 por culpa de Pedro Sánchez nos tendremos que acordar de las víctimas de la mal llamada “eutanasia”.

El gobierno presidido por Pedro Sánchez, bajo el nombre tramposo de la “buena muerte”, ha decido abrir la veda contra la vida del sufriente, del doliente, del enfermo crónico, de la persona con discapacidad, del anciano, en definitiva, del necesitado. Una vez más la cultura de la muerte se ceba con los más débiles. Primero fue con los indefensos niños en el seno de sus madres, ahora será con aquellos que no pueden evitar por sí mismos el dolor, los que sentirán la presión de ser una carga para otros, en definitiva, los que no serán libres para decidir sobre su vida. Como en el aborto, otros decidirán por ellos si merece la pena que vivan o no. Son los nuevos Santos Inocentes.

Estos tienen también su “Herodes”: el gobierno dirigido por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y cada uno de los parlamentarios que apoyan la legalización de la eutanasia. Unos “Herodes” que ofrecen la muerte como alternativa al sufrimiento, la soledad o la desgana de vivir, en vez de ofrecer cuidados paliativos, acompañamiento o ayuda para recuperar la ilusión por vivir.

La pregunta que queda en el aire es si habrá tantos “Poncios Pilatos” como en el aborto o si por fin la sociedad española será capaz de apostar por la vida, en cuyo caso quizás empecemos a vislumbrar no sólo la derogación de la eutanasia sino el fin del aborto. ¿Nos ponemos a ello?

Artículo firmado conjuntamente por Luis Zayas y Mercedes d'Aubarede.

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