Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

Amar el Amor

Custodia del Santísimo en una Adoración Eucarística.
La Adoración Eucarística, un tiempo indispensable para el Amor de Dios. Foto: Albert Cortina.

por Albert Cortina

Opinión

“Amar el Amor, amar a Dios que es amor, es el deber de todo cristiano, de todo aquel que se sabe amado por Dios, que tiene fe en el amor de Dios. 'En esto hemos conocido el amor: en que él ha dado su vida por nosotros' (1 Jn 3, 16a), nos decía el apóstol Juan, y eso es lo que hemos predicado en la Iglesia católica desde el principio”.

Dios es Amor

Así se inicia la encíclica Amare l’Amore [Amar el Amor] del Papa protagonista en la novela del padre Santiago Martín escrita en 2008 La última aparición de la Virgen. ¿Ha llegado el final para la Iglesia católica? Dicha encíclica, que bien podría ser real, la escribe el Santo Padre después de todas las vicisitudes, tribulaciones y pruebas para la Iglesia que se describen en dicho libro profético.

Ahondando en este texto, podemos ver como el Sumo Pontífice hace hincapié en lo siguiente:

“También hemos predicado, aunque quizá no con la suficiente rotundidad, que los que hemos conocido y sabido que Dios nos ama, tenemos que devolverle el amor recibido. Amar el Amor; amar a Dios que es amor; es el principal objetivo de todos aquellos que nos proclamamos seguidores de Cristo.

»La motivación que debe animar nuestras acciones tiene que ser principalmente esa: amar a quien nos ha amado tanto, amarle a Él directamente -en la Eucaristía, a través de la oración-, y amarle indirectamente a través del prójimo, como el propio Juan enseña: 'Nosotros debemos dar también la vida por nuestros hermanos' (1 Jn 3, 16b). 'En esto consiste el amor', sigue diciendo San Juan, 'no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos ha amado a nosotros y ha enviado a su Hijo como víctima expiatoria por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).

»Más adelante el apóstol añade: 'Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor y el que está en el amor está en Dios, y Dios en él' (1 Jn 4, 16). Dios tiene derecho a ser amado por el hombre que sabe que Dios le ama. No se trata de algo que podamos dar o no dar, sino de algo que debemos dar. La raíz de todas las injusticias está en la injusticia que cometemos con Dios al no amarle como Él tiene derecho a ser amado”.

Y posteriormente, el Santo Padre cita la carta del apóstol San Juan: “En el amor no hay temor; por el contrario, el amor perfecto desecha el temor; pues el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en el amor” (1 Jn 4, 18).

Es verdad -afirma el Papa en la encíclica de la novela del padre Santiago Martín- que “el temor de Dios es necesario, pero, como dice el apóstol, no es la motivación ideal, la perfecta motivación que debe animar la vida de un seguidor de Cristo, de un seguidor del Amor”.

En el libro de ficción, que recomendamos fervientemente, Su Santidad pide disculpas por el hecho de que la Iglesia no haya establecido suficientemente una catequesis basada ante todo en eso: “Enseñar a los niños, jóvenes y adultos que Dios es amor y que tiene el derecho de ser amado, enseñar a agradecer”.

La ausencia de esta catequesis, de esta formación en la fe en el amor a Dios y en sus consecuencias –amar al Dios que te ama y al prójimo por amor a Él-, ha hecho a la Iglesia especialmente frágil ante el ataque del secularismo, en opinión del Papa en la novela. “La gente que iba al templo por miedo al infierno o porque tenía necesidad de recibir ayuda de Dios no había aprendido a mantener con el Señor una relación auténticamente cristiana, una relación de amor, de agradecimiento; una relación eucarística, de acción de gracias”.

Espiritualidad del agradecimiento

El Papa pide en la encíclica Amare l’Amore a los sacerdotes, obispos y a todo el pueblo fiel, que en el momento de durísima persecución que se describe en el transcurso de la novela, se haga un esfuerzo por volver a empezar. Por ir a la raíz, por volver a los orígenes de la Iglesia:

“Al principio, sólo había una mujer: la Santísima Virgen María. El Espíritu Santo fecundó sus virginales entrañas gracias a que ella aceptó libremente colaborar con la gracia divina y así se hizo posible la aventura de la encarnación del Hijo de Dios.

»La relación de María con el Padre, con el Hijo -con su Hijo- y con el Espíritu es el modelo, el paradigma, al que tenemos que dirigir nuestras miradas para aprender de ella a amar, para aprender de ella qué motivaciones tiene que haber en nuestro corazón. Ella es la Purísima, la que no busca interés alguno por hacer el bien ni tampoco obra por miedo al castigo; en ella, en su Inmaculado Corazón, sólo hay amor. Por eso ella es el modelo que se debe imitar. Ella es la Maestra que nos enseña a amar a su divino Hijo”.

De este modo, en la novela, el Papa recomienda a todos los católicos que se mantengan unidos y que formen pequeños grupos de espiritualidad, tanto si cuentan con la presencia de sacerdotes como si no, a fin de que el ánimo no decaiga y que la presencia del Señor Resucitado esté siempre en medio de ellos, tal y como había indicado el evangelista Mateo (Mt 18, 20).

En esos momentos de gran tribulación que el padre Santiago Martín describe pormenorizadamente en la novela, el Papa pide a los creyentes fieles que mediten la Palabra y que se propongan objetivos concretos para llevarla a la práctica. Que cuiden mucho la solidaridad entre ellos, tanto más urgente cuanto más dura sea la tribulación y la persecución. Que lleven una intensa vida de oración, contemplando con frecuencia el infinito amor de Dios manifestado en Cristo.

Como se nos advierte en el relato novelado, detrás del totalitarismo del Nuevo Orden Mundial que se está construyendo ante nuestros ojos y del intento de erigir una Religión Global Unificada, está el demonio que, en su lucha contra Dios y contra el hombre, quiere separar a los hombres de Dios y, sobre todo, de Cristo. El demonio tiene necesidad de convencer a los cristianos de que Jesús no es el verdadero Dios, de que Él no es el único Salvador del mundo, de que en Él no está la plenitud de la Verdad. Por eso ataca a la Iglesia, presentándola como una institución intolerante, radical, caduca, propiciadora de todo tipo de violencia e injusticias y, principalmente, fuente de todos los males de la humanidad.

Sin embargo, el Santo Padre, como Vicario de Cristo, en su misión de confirmar en la fe a su rebaño fiel, ante la tribulación y persecución les exhorta diciendo: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza ya que se acerca vuestra liberación” (Lc 21, 28). Y continua diciéndoles en la presentación de la encíclica: “Mantengámonos unidos, asidos a la mano de María, nuestra Maestra. Organicemos una red de pequeñas iglesias domésticas donde aprendamos a amar a Dios que nos ama e intensifiquemos la oración. La noche es oscura, pero el alba ya no tardará en aparecer”.

Esto último me recuerda a las siguientes palabras de Romanos 13, 12: “La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz”.

En la novela, el documento del Papa termina pidiendo a todos, obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se consagren al Inmaculado Corazón de María y a la Divina Misericordia.

La encíclica había sido terminada de escribir en jueves, el día de la Eucaristía, y estaba dedicada a presentar a los fieles cómo vivir eucarísticamente, cómo vivir dando gracias a Dios.

Como puede comprobarse, el texto novelado sigue la línea de la espiritualidad del agradecimiento que tan bien ha desarrollado en diversas ocasiones el padre Santiago Martín y los Franciscanos de María. Dicha espiritualidad enseña a profundizar continuamente en los motivos de agradecimiento al contemplar el amor de Dios por nosotros y por todos, lo que nos lleva a hacer obras de amor hacia el Señor y hacia el prójimo. Y es que nuestra relación con Dios se basa en la gratitud por el amor que hemos recibido del Señor.

Eucaristía y María

La novela del padre Santiago Martín me ha recordado, en algunos momentos, al famoso Sueño de las Dos Columnas de Don Bosco sobre el futuro de la Iglesia católica y su triunfo final.

Cuadro que representa el sueño de las Dos Columnas de San Juan Bosco (1815-1888).

El sueño de las Dos Columnas de San Juan Bosco (1815-1888).

Sabemos que en el sueño se describe una gran batalla en el mar donde con gran peligro se haya la barca de Pedro pilotada por el Papa, escoltada por barcos de menor tamaño conducidas por los obispos y cardenales. Dicha barca principal y las más pequeñas son atacadas por una multitud de barcos dotados con armas físicas y espirituales que las quieren hundir.

Pero en medio del mar, había dos columnas muy altas. En la primera podía verse una gran Hostia, es decir, la Eucaristía que estaba en la cima y un cartel con la leyenda Salvación de los que creen. Y en la otra destacaba en la cúpula una estatua de la Virgen María Inmaculada, con un letrero que decía: Auxilio de los Cristianos.

De ambas columnas pendían numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas para que la nave principal quedara amarrada sin riesgos.

Tras dos llamadas del Papa a los tripulantes de las naves pequeñas para sendos consejos que resultan infructuosos, y ante el inminente peligro por los ataques del enemigo y la muerte del Papa por las heridas mortales infligidas, es elegido un nuevo Santo Padre que aferra fuertemente entre sus manos el timón de la nave capitana, poniendo rumbo decidido hacia las dos columnas. Finalmente, la nave principal logra amarrarse a la columna donde estaba la Santa Hostia y a la que tenía a la Virgen María, Auxilio de los Cristianos.

Cuando esto se produce, los barcos enemigos, desconcertados y confundidos, se destruyen misteriosamente. Entre tanto, las otras naves pequeñas que se habían retirado del combate por miedo, al ver la derrota de las naves enemigas, aceleran el rumbo hacia las dos columnas y allí permanecen tranquilas y serenas en compañía de la nave principal dirigida por el Papa fiel.

La lección de este sueño profético es que Dios está ofreciendo, como en otras épocas de la historia, dos medios fundamentales para defender a Su Iglesia. El primero es la devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento, es decir, la Eucaristía. Y el segundo es la devoción a la Santísima Virgen María, nuestra Madre.

Del sueño a la realidad, también en nuestros días, están surgiendo excelentes iniciativas que van en la línea del Sueño de las Dos Columnas: Jesús Eucaristía y la Virgen María.

Una de estas iniciativas es la Jornada Eucarística Mariana Juvenil (JEMJ) que va a llevarse a cabo, Dios mediante, en el Santuario de Covadonga entre los días 5 al 7 de julio de 2024.

La JEMJ es una iniciativa católica de la Asociación en Marcha, amparada por el Arzobispado de Oviedo y el Santuario de Covadonga, que bajo el lema Levantad vuestros corazones ofrece a los jóvenes de nuestro tiempo profundizar en su fe mediante la adoración eucarística, los sacramentos, en especial la Santa Misa, la formación y el encuentro con Jesús de la mano de nuestra Madre la Virgen Maria.

El próximo 2024, en Covadonga, unidos a la Santina, todos estos jóvenes que hoy en día buscan vivir con coherencia y alegría la vida que nos ofrece el Evangelio, tendrán una magnífica vivencia de esa renovada Iglesia de Cristo inspirada por el Espíritu Santo, experiencia que seguro marcará sus vidas haciendo suyo el propósito de “Amar el Amor”.

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