Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

La ley natural

La ley natural
Moisés (Charlton Heston) con las tablas de la ley en 'Los Diez Mandamientos' (1956) de Cecil B. DeMille.

por Miguel Ángel Irigaray Soto

Opinión

La ley natural existe y podría definirse como el conjunto de exigencias que emanan, como un deber de conducta para todos, de la misma naturaleza humana. La prueba de que existe la ley natural es que si, por ejemplo, a cualquier persona la tratan como a un perro, se queja, y con razón, porque la persona, por ser persona (por su propia naturaleza), requiere ser tratada como persona, no como un perro ni como la hierba que se pisa.

Hay una ley universal entendible por todos, seamos o no religiosos, según la cual no se puede tratar a la persona como un medio para otros fines, sino que siempre tenemos que tratarla como un fin en sí mismo. Este es el contenido, por ejemplo, del imperativo categórico de Kant, quien pretendía formular un mandamiento autosuficiente y autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología), capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones.

De hecho, añado yo, toda la ética depende de un principio racional, intuitivo, cierto y verdadero, aunque no demostrable: "Haz el bien y evita el mal". Qué sea en cada caso el bien o el mal puede ser discutible, pero el principio de hacer el bien y evitar el mal es indiscutible en sí mismo y, por lo tanto, una norma de conducta ética básica, fundamental y válida para todo ser humano, emanada desde la razón, no desde ninguna fe o credo religioso. Estamos ante un principio básico de ley natural.

De hecho, en el ámbito civil suelen exigirse responsabilidades administrativas o penales cuando se violan algunas de esas exigencias naturales (cuando se veja, roba o mata a una persona...). El problema es que el ámbito civil no interviene en determinadas esferas de ética personal (una mentira, un comportamiento envidioso, el simple odio...) y, sin embargo, se trata de acciones contrarias a la dignidad personal que apelan a la existencia de un Juez justo (Dios), so pena de que, sin Él, puedan quedar impunes y, por lo tanto, brillar la justicia por su ausencia. Otra cosa muy distinta es cómo se entienda la justicia divina, regulada siempre por su misericordia, pero, ojo, una misericordia que debemos conquistar arrepintiéndonos de nuestras malas acciones, por las que también deberíamos pedir perdón a nuestro prójimo, si le hemos lastimado.

En efecto, la razón entiende, de una forma precisamente "natural", que la persona no puede ser utilizada; tan solo debe ser respetada y amada. Todo lo que se opone a eso es un mal, que luego la religión, en su lenguaje, puede llamar "pecado". Existe, por lo tanto, un bien universal de la naturaleza humana, pre-jurídico, anterior a cualquier posible legislación, que todos, seamos religiosos o no, estamos llamados a respetar y preservar, de tal modo que, si no lo hacemos, cualquier persona con una racionalidad normal (lo que se dice "con dos dedos de frente") sabe que se han violado los derechos de esa persona, que se ha cometido una acción indigna y por ello indignante, capaz de indignar en mayor o menor medida, según su gravedad; una acción que pide exigencia de responsabilidades, porque la libertad sin responsabilidad se queda en libertinaje.

Los grandes principios de la ley natural (no matar, no maltratar, no robar, no engañar...) son entendibles, asumibles y aceptables por todos. Se cumple, en efecto, aquello de Jeremías 31, 33: "Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones"; pero hay otros preceptos naturales posiblemente más difusos y no tan fáciles de captar. Por eso, se puede decir que los diez mandamientos de la ley de Dios constituyen, en el cristianismo, una explicitación por escrito de la misma ley natural. Dios suple con su revelación la limitación humana en este sentido.

Los tres primeros mandamientos tienen que ver con la relación del hombre con Dios: es de ley natural que la criatura se someta y rinda tributo, homenaje, a su Creador; es de ley natural honrar, cuidar y respetar a los padres terrenos (4º mandamiento); es de ley natural no matar (tampoco al niño en el seno de su madre, 5º mandamiento); es de ley natural que la sexualidad no sea un instrumento de egoísmo, sino de respeto y amor, por lo cual es un instinto que tenemos que controlar y dominar (6º y 9º mandamiento), es de ley natural no robar (7º mandamiento) y no engañar (8º mandamiento). Y es de ley natural no codiciar, al menos desordenadamente, los bienes ajenos (10º mandamiento), porque esto nos lleva a muchas envidias, robos, odios y acciones resentidas.

Por ello, cuando alguna persona atea, no practicante o no creyente dice que carece de responsabilidades morales (al no creer en los principios morales que marca la religión), habría que responderle que la ley natural incumbe a todos, seamos o no religiosos, y es también una ley creada por Dios, inscrita en los corazones, en la misma naturaleza humana. El hombre ateo o no religioso tiene obligación de cumplir, al menos, con la ley natural; otra cosa es quién le vaya a pedir responsabilidades si no la cumple, pero alguien (con minúscula) o Alguien (con mayúscula) tendrá que hacerlo, pues otra cosa supone que la libertad es una farsa o se convierte en una licencia para hacer impunemente el mal.

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