Religión en Libertad
Las parroquias tienen en su mano instrumentos para una formación continuada de sus feligreses.

Las parroquias tienen en su mano instrumentos para una formación continuada de sus feligreses.Lucía Ceballos y Spina / Cathopic

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Se cuentan por miles los buenos católicos que, con la mejor buena fe, procuran idear nuevas estrategias y tácticas con el nobilísimo fin de acercar a Dios almas que jamás han oído hablar de Él. ¿A quién no le entusiasman las historias de conversión? ¿Quién no se emociona y no salta de alegría cuando se entera de que alguien se convierte? Me viene a la mente un caso cercano, de una familia que hasta hace poco era de otra religión, y se convirtió “entera”: el matrimonio y sus cuatro hijos. ¿Cómo? Viendo los videos en YouTube del padre Javier Olivera Ravasi

Ponemos un gran empeño -¡y está muy bien!- en convertir a los de afuera. Pero hay católicos bautizados hace 40, 50 o 60 años que no tienen la menor idea de lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre determinados temas que podríamos calificar de “graves y urgentes”. Eso se evidencia cuando alguno de eso católicos llega a algún cargo de cierta relevancia pública y se pone a opinar sobre temas como la eutanasia o el voto de los católicos, sin tener la menor idea de lo que enseña la Iglesia.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Aunque mi país, Uruguay, siempre se caracterizó por su laicismo, hasta hace unos 40 o 50 años todavía se respiraban en nuestra sociedad aires más o menos “cristianos”, más o menos respetuosos de la ley natural. Por tanto, si la formación doctrinal de los católicos era regular o incluso deficiente, la sociedad, el ambiente, mal que bien suplía. Los niños nacidos en esa época vivieron su infancia en una sociedad que no había abandonado del todo la cosmovisión cristiana original. Desde 1900 a 2000, el 60% de los uruguayos se autodefinían como “católicos”. Hoy, esa cifra es inferior al 37%.

Esa cosmovisión que más o menos suplía las carencias formativas hace rato que ha dejado de existir. Los “baches” que tiene el católico medio en materia de formación filosófica, doctrinal, espiritual y moral son tan monumentales como evidentes: abundan las almas que están a merced de cualquier viento de doctrina.

Hoy, como hace 50 o 100 años, los hijos de padres católicos practicantes son bautizados, preparados para la Primera Comunión primero y para la Confirmación después. Si se casan en lugar de irse a vivir juntos, pueden prepararse también para el sacramento del matrimonio. Son muchos menos que antes, claro, pero hasta ahí, no se puede negar que niños y jóvenes pueden acceder en colegios y parroquias católicas a una mínima “formación doctrinal”.

Ahora bien, a partir de la confirmación o el matrimonio, los seglares que no están vinculados a algún movimiento eclesial no tienen, por lo general, un lugar donde continuar su formación. Si quieren hacerlo, deben continuar por cuenta propia o bajo la guía de algún buen confesor.

Los que integran movimientos eclesiales pueden acceder a una cierta formación doctrinal y espiritual que los mismos brindan a través de diversos medios. Quizá por eso, mientras muchos movimientos crecen, algunas parroquias se van quedando vacías.

Por supuesto, hay excepciones. Hay párrocos que se las ingenian para mejorar la formación de sus fieles organizando cursos de Biblia, grupos de Adoración, grupos de hombres, de jóvenes, de señoras, retiros, peregrinaciones, procesiones, etc. Esas parroquias habitualmente “crecen” en número de fieles. Y los fieles crecen en virtudes, en doctrina y en santidad.

El punto es que, así como un joven de 22 años que juega al rugby o entrena en el gimnasio no puede subsistir tomando la mamadera y comiendo puré de manzana, un católico de 30, 40, 50 o 60 años no puede enfrentarse al mundo de hoy y salir victorioso con la formación recibida a los 18 años cuando se preparó para la confirmación. O para el matrimonio...

Si a quienes hemos recibido una excelente formación durante décadas con frecuencia nos cuesta salir victoriosos en las batallas diarias por la santidad… ¡cuánto más difícil será para quienes sólo se alimentan del sermón dominical, alguna lectura ocasional y alguna breve conversación con el cura cuando se van a confesar!

No son tiempos sencillos. La batalla cultural y la guerra espiritual están haciendo estragos en filas católicas. Y el escudo más poderoso contra los errores del mundo moderno es la formación. Una seria, profunda y bien cuidada formación. Soy consciente de que la mies es poca y de que los pocos sacerdotes que hay están tapados de trabajo. Pero algo hay que hacer para mejorar la formación doctrinal de los seglares.

Quizá los párrocos puedan echar mano de algunos de sus laicos mejor formados, y pedirles que lideren grupos de formación permanente para adultos, donde se mezclen armónicamente la oración, el estudio y la camaradería.

Más sencillo aún sería organizar reuniones periódicas para ver y comentar videos de sacerdotes o laicos bien formados disponibles en YouTube; o simplemente buenas películas con algún contenido edificante. En algunos canales están disponibles cursos enteros de filosofía y doctrina católica. Ver estos materiales en comunidad puede ser una forma muy sencilla de iniciar un camino de formación doctrinal profunda.

Son apenas un par de ideas entre muchas que pueden surgir. De lo que no cabe duda es de la necesidad urgente de hacer algo por la formación de esos católicos que, habiendo sido bautizados de niños, hoy, siendo adultos, no tienen la menor idea de lo que dice el Catecismo.

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