Religión en Libertad

La insólita procesión con la Pachamama en la basílica de San Pedro, en la apertura de las actas sinodales del sínodo de la Amazonía, el 7 de octubre de 2019.Vatican Media (captura)

Creado:

Actualizado:

xml.err

Reza el dicho, y con razón, que “lo bueno, si es breve, dos veces bueno”. La brevedad, en lo que se refiere a la vida del espíritu, implica robustez y profundidad. Otro afirma que “mucho ruido y pocas nueces”. Es decir, debajo de una abundante narrativa al momento de escribir –o de hablar– suele haber poca teoría y rigor.

Un ejemplo de doble bondad por la brevedad es el telegrama que, en nombre de León XIV, dirigió el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, a los obispos de la Conferencia Eclesial de la Amazonía que se reunieron entre el 17 y el 20 de agosto de 2025 en Bogotá (Colombia). Luego de reconocer “el esfuerzo realizado por promover el mayor bien de la Iglesia en favor de los fieles del amado territorio amazónico” y recordar la sinodalidad, les recuerda la “unidad y colegialidad propia de un «organismo episcopal»" en orden a ayudar “a los obispos diocesanos y los vicarios apostólicos” a fin de “llevar a cabo su misión”.

Seguidamente, puntualiza tres dimensiones interconectadas de la labor pastoral: 1° la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todos los hombres; 2° el trato justo a los pueblos que allí habitan; y 3° el cuidado de la casa común.

A continuación, amplía con una justificación de cada una de estas dimensiones pastorales. 

  • Respecto de la misión evangelizadora, afirma: “Es preciso que Jesucristo, en quien se recapitulan todas las cosas (cf. Ef 1, 10), sea anunciado con claridad e inmensa caridad entre los habitantes de la Amazonía, de tal manera que hemos de esforzarnos por darles fresco y limpio el pan de la Buena Nueva y el alimento celeste de la Eucaristía, único medio para ser realmente Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo”.
  • Respecto del trato a los habitantes de la Amazonía, agrega: “En esta misión”, se entiende “evangelizadora”, “nos mueve la certeza, confirmada por la historia de la Iglesia, de que allí donde se predica el Nombre de Cristo la injusticia retrocede proporcionalmente pues, como asevera el Apóstol Pablo, toda explotación del hombre por el hombre desaparece si somos capaces de recibirnos unos a otros como hermanos (cf. Flm 1, 16).
  • Respecto de la “cuestión ecológica”, precisa: “Dentro de esta doctrina perenne, no menos evidente es el derecho y el deber de cuidar de la «casa» que Dios Padre nos ha confiado como a administradores solícitos, de modo que nadie destruya irresponsablemente los bienes naturales que hablan de la bondad y belleza del Creador, ni, tanto menos, se someta a ellos como esclavo o adorador de la naturaleza ya que las cosas nos han sido dadas para conseguir nuestro fin de alabar a Dios y obtener así la salvación de nuestras almas (cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 23)”.

El telegrama concluye con la bendición apostólica del Papa León XIV.

Me interesa destacar algunos puntos que llaman la atención, en buena manera, debido al contexto de la vida de la Iglesia en la que aparece el telegrama

Podrían señalarse tres notas predominantes de la actual vida eclesial si nos detenemos en la faz negativa sin perder de vista la positiva, la cual suele operar de modo más invisible. Estas notas son: 

  • la reducción del mensaje evangélico a un vago humanitarismo “de tejas abajo”; 
  • la decadencia de la Doctrina Social de la Iglesia en naturalismo –en estrecha conexión con la nota anterior–; y
  • y la difusión de la ideología ecologista

Si no se tuvieran en cuenta estas notas, no se podrían entender las puntualizaciones de León XIV en el telegrama a los obispos de la región amazónica.

  • ¿Cómo se explica, si no, que León XIV se vea en la obligación de recordar que “Jesucristo, en quien se recapitulan todas las cosas (cf. Ef 1, 10), sea anunciado con claridad e inmensa caridad entre los habitantes de la Amazonía”? Está claro que el Papa advierte que el mensaje evangélico corre el riesgo de diluirse y perder, entonces, la claridad reclamada. Podría agregarse, además, que el oscurecimiento de anuncio evangélico se debe al olvido de la especificidad del catolicismo: la alianza entre la vida sobrenatural y la natural en el mismo Jesucristo en vistas de la consecución de la vida eterna.
  • ¿Cómo se explica, si no, que León XIV recuerde la necesidad de predicar el Nombre de Cristo para que reine la justicia en la vida social? Es una certeza que “allí donde se predica el Nombre de Cristo la injusticia retrocede proporcionalmente”. Esto es así dado que, sin olvidar la consistencia de la práctica de las virtudes naturales, la vida humana en sociedad se ordena a la bienaventuranza perfecta y quien ha abierto las puertas del Cielo –cerradas por el pecado– es Jesucristo crucificado. A la luz del misterio de Cristo se comprende, una vez más, la alianza entre la vida eterna y la terrena.
  • ¿Cómo se explica, si no, que León XIV advierta que nadie se someta a los bienes naturales “como esclavo o adorador de la naturaleza ya que las cosas nos han sido dadas para conseguir nuestro fin de alabar a Dios y obtener así la salvación de nuestras almas”? No obstante la buenas intenciones que pueden mover a los católicos a practicar la ecología, lo cierto es que, por falta de claridad doctrinal, está difundida la idea de que no solamente se trata de hacerlo con “el planeta tierra” sino con la “madre tierra” o “Pachamana”. Resulta triste, en sus extremos, recordar cultos idolátricos a esta falsificación del auténtico Dios en la misma Ciudad del Vaticano. La auténtica doctrina católica sostiene, en cambio, la alianza jerárquica entre el hombre y la naturaleza.

Este telegrama de León XIV se trata, en resumen, de una pequeña obra maestra. Es un buen deseo seguir esperando documentos pontificios que vayan al núcleo de los problemas sin abundante “flora y fauna” que distraen de lo esencial. Al fin de cuentas, lo que continua es la doctrina perenne. El resto es pura moda.