Religión en Libertad

Ninguna mujer abortaría si su vientre fuera transparente. Y en cierto modo, lo es con las ecografías. Por eso los abortistas rechazan las leyes que las ofrecen a la madre antes de abortar.Amr Taha / Unsplash

Creado:

Actualizado:

xml.err

Hace algunas décadas, varios países occidentales comenzaron a descriminalizar el aborto bajo tres supuestos: riesgo grave para la salud física o mental de la mujer, embarazo por violación y malformaciones fetales graves. Así, bajo atractivos y engañosos lemas tales como “seguro, legal y raro”, el aborto fue introducido en la sociedad como un asunto relacionado con la atención médica, la educación y la igualdad de oportunidades. 

El famoso doctor Bernard Nathanson, quien antes de su conversión presidió más de 60.000 abortos y realizó 5.000, afirmó: "El movimiento abortista comenzó con engaños e incluso mentiras. Logramos [derribar las leyes que limitaban los abortos] exagerando los efectos de los abortos ilegales, falsificamos encuestas e inventamos estadísticas y cifras porque era el momento oportuno y los medios de comunicación cooperaron".

Esta propaganda a favor del aborto, además de contar con influyentes “líderes”, tuvo el abierto apoyo de poderosas organizaciones internacionales entre las que destaca la Organización de Naciones Unidas, la cual, desde hace ya varios decenios, ha ejercido una enorme presión para conseguir, a nivel mundial, la liberalización del aborto. A este orquestado ataque a la vida difundido a través de la mayoría de los grandes medios de comunicación, así como de muchas de las instituciones educativas, se ha sumado la Agenda 2030, la cual promueve como uno de los desafíos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible el acceso a un “aborto seguro y de calidad” como requisito previo para el empoderamiento y la autonomía corporal de la mujer.

Desafortunadamente, en los últimos 30 años, más de 60 países han liberalizado sus leyes a fin de permitir el aborto. Así, el aborto a petición está autorizado en 77 países, por motivos socioeconómicos en 12 y solo en 22 países está totalmente prohibido. Además, es reconocido por millones de personas como un “derecho humano fundamental”. Pues es indudable que el apoyo al aborto legal ha crecido en el mundo, durante las últimas dos décadas, especialmente en Europa. Aun en la católica Polonia, más de la mitad de los polacos (56%) afirma que el aborto debería ser legal en todos o en la mayoría de los casos.

La promoción del aborto como “derecho” necesario para conseguir la igualdad y el bienestar de las mujeres está llevando a algunos países a adoptar leyes cada vez más extremas. Así, Francia, en marzo de 2024, consagró el aborto como un “derecho” protegido por la constitución. Además, sus promotores se han propuesto hacer del aborto un derecho constitucional en toda la Unión Europea. Asimismo, en el pasado mes de junio, el parlamento británico despenalizó el aborto en Inglaterra y Gales en cualquier etapa de la gestación. La enmienda, que continúa su trámite hasta su votación definitiva que la convertiría en ley, permitiría abortar hasta momentos antes del nacimiento.

La criminal industria del aborto, apoyada paradójicamente por la Organización Mundial de la Salud, ha normalizado el aborto a tal grado que, según el Instituto Guttmacher, una de cada cuatro mujeres estadounidenses se habrá sometido a un aborto antes de los 45 años. Pues, desgraciadamente, el mayor don que Dios ha otorgado a la mujer, el concebir y llevar en el seno una nueva vida, es visto por muchos como una maldición que hay que evitar a cualquier precio, así sea la muerte del no nacido y el feroz ataque a la naturaleza de la mujer, lo cual trae terribles consecuencias. El aborto podrá ser legal, mas, contrariamente a lo que afirman sus promotores, el aborto nunca es seguro, pues tiene como objetivo el asesinato de un ser humano en su etapa más vulnerable y además daña, física y psicológicamente a las madres que se someten a él.

Según la Asociación de Estadounidenses Unidos por la Vida, las complicaciones médicas derivadas del aborto incluyen coágulos de sangre, hemorragias, infecciones y lesiones en el cuello uterino y otros órganos. En cuanto a las consecuencias psicológicas, se ha encontrado que las mujeres que abortan reportan tasas significativamente más altas de ansiedad generalizada. Además, se han observado otros padecimientos tales como: trastornos alimenticios, problemas con la pareja, pesadillas, depresión, pensamientos suicidas, abuso de alcohol y uso de drogas.

Nos han vendido el aborto como fundamento esencial para construir un mundo “pacífico, próspero y sostenible” cuando en realidad, como lo afirmase la Madre Teresa de Calcuta: “El mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, porque es una guerra contra el niño, un asesinato directo del niño inocente, un asesinato cometido por la propia madre. Y si aceptamos que una madre puede matar incluso a su propio hijo, ¿cómo podemos decirles a otras personas que no se maten entre sí?

Desafortunadamente, nuestra progresista sociedad ha puesto a las madres contra sus propios hijos llamando derecho al asesinato de un ser inocente por deseo expreso de la propia madre, muchas veces manipulada y engañada. Bien nos advierte Isaías (5, 20) “¡Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal, que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas”...

Bernard Nathanson advirtió: "Una táctica favorita de los proabortistas es insistir en que definir cuándo comienza la vida es imposible; que la cuestión es teológica, moral o filosófica, cualquier cosa menos científica. Sin embargo, la embriología deja innegablemente claro que la vida comienza en la concepción". Por ello, menos mujeres abortarían si los úteros tuvieran ventanas.

Como vemos, las negras alas de la muerte revolotean cada vez más abierta y libremente en una sociedad que, en nombre del respeto a la autonomía de la mujer, aceptó la eliminación de los seres humanos más indefensos “solo” bajo ciertos supuestos para, una vez silenciadas las conciencias, alargar plazos y sumar circunstancias. Olvidamos que, independientemente de que el feto tenga apenas un par de semanas o nueve meses, haya sido concebido bajo terribles circunstancias o sea deseado, presente alguna anomalía o venga sano, cada vida humana es sagrada, pues ha sido creada por Dios a Su imagen y semejanza.

Como afirma el gran médico y genetista Jérôme Lejeune: “Pero habrá quien diga que, al principio del todo, dos o tres días después de la fecundación, sólo hay un pequeño amasijo de células. ¡Qué digo! Al principio se trata de una sola célula, la que proviene de la unión del óvulo y del espermatozoide. Ciertamente, las células se multiplican activamente, pero esa pequeña mora que anida en la pared del útero ¿es ya diferente de la de su madre? Claro que sí, ya tiene su propia individualidad y, lo que es a duras penas creíble, ya es capaz de dar órdenes al organismo de su madre. Este minúsculo embrión, al sexto o séptimo día, con tan sólo un milímetro y medio de tamaño, toma inmediatamente el mando de las operaciones y fuerza a su madre a conservar su protección…Al mes y medio está casi terminado, manos, pies, cabeza, órganos, cerebro… todo está en su sitio y ya no hará sino crecer. El increíble Pulgarcito, el hombre más pequeño que un pulgar, existe de verdad… Entonces, ¿para qué discutir? Pues todos los niños, todos los adultos que somos ahora, fuimos un día un Pulgarcito en el seno de nuestras madres”.