Religión en Libertad

La puerta de Moria o Khazad dûm de 'El Señor de los Anillos' es, como la distancia marítima entre Cuba y Florida o el andén que conduce a Hogwarts a Harry Potter, un símbolo del paso que nos franquea el portal de la Resurrección de Cristo.

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Existen multitud de palabras cuyo origen etimológico es incierto. De vez en cuando, los lingüistas se debaten entre si las raíces de uno u otro término son latinas, griegas o íberas, profiriendo eruditas peroratas con tono solemne. En otras ocasiones, se topan con casos más exóticos que los apremian a ponerse el fedora de detective con ínfulas de arqueólogo del lenguaje -mejor conocido como “sombrero de Indiana Jones”-, conduciéndolos por caudales explicativos que oscilan desde lo mixteco hasta lo vasco, pasando por lo quechua y lo árabe(sco). Sin embargo, no todos los días son de tan severo academicismo; cuando la jornada amanece jovial y pajarera, salta a escena alguna palabra simpática que justifica decantarse por la siempre pintoresca vía onomatopéyica. Y, cuando los sabios de la glotología no logran ponerse de acuerdo, la Real Academia Española -ceremoniosa- estampa en el diccionario la consabida leyenda “de or. inc.”, es decir, de origen incierto.

Sin embargo, “portal” no es uno de esos vocablos misteriosos que despiertan pasiones, pues su procedencia es tan irrebatible como ordinaria, por no decir sosa. El étimo de “portal” es la palabra latina “porta”, que significa “puerta”, “lugar de paso”, “salida” o “abertura”, por lo que vendría a ser, lato sensu, la entrada para acceder a un sitio o salir de él, bien metafóricamente, bien en sentido literal. Pero, ¡ánimo, querido lector! ¡Esta aparente ramplonería no debe ser motivo para la desesperanza! Quien consigue franquear el portal etimológico de la palabra se encuentra con un sinfín de nuevos portales ante sí. Y es que éstos se extienden como una red de vasos comunicantes entre lo divino y lo terreno, entre lo preternatural y lo natural, entre lo paranormal y lo cotidiano, entre la fantasía y la realidad, entre nuestro rincón del universo y la vastedad del espacio...

Algunas veces hace falta ingenio para decir “mellon” ante el macizo portal de Khazad-dûm; otras, se requiere aplomo para montarse en una balsa y cruzar el portal caribeño que separa a la isla revolucionaria de la libertad de aquella anhelada península; y unas más, basta con contener el aliento y correr de frente hacia el portal del andén 9 ¾ para descubrir un mundo lleno de magia.

En esta Pascua de Resurrección, Jesucristo nos abre un portal como ningún otro; un portal que, bajo el frontispicio del sepulcro vacío -con la piedra que lo sellaba apartada-, entraña la verdadera redención, el principio eficaz de la remisión de nuestros pecados y la apertura de los cielos para todos los que, como el buen ladrón del Evangelio, tengamos la humildad para pedir que nos dejen entrar. Un portal que es causa de salvación. Un portal hacia la vida eterna. Un portal sobre todo portal.

¿Quién se atreve a dar un aldabonazo?