Religión en Libertad

Los problemas de adicción que genera la pornografía son bien conocidos por la literatura científica especializada.Azharul Islam Mollah / Unsplash

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Tan solo unos meses después de que Francia escandalizase al mundo entero con el sórdido caso de abuso, droga y prostitución involuntaria en Mazan, el país galo se prepara para un nuevo juicio de violencia sexual sin precedentes, esta vez contra cientos de niños por parte de un cirujano. Ambos terroríficos casos tienen en común la obsesión de ambos criminales por la pornografía, la cual, entre otros graves males, lleva a muchos consumidores a conductas no solo inmorales y perversas sino violentas y hasta criminales

Si bien es cierto que no todos los que sufren adicción a la pornografía son depredadores sexuales, de acuerdo con el doctor John D. Foubert, investigador interdisciplinario y experto en prevención de violencia sexual, hay decenas de estudios que demuestran que, existe una relación estrecha entre el consumo de pornografía y la violencia sexual.

La exposición continua a la pornografía impacta el cerebro produciendo una imagen distorsionada y completamente irreal de la sexualidad. Esto, en ocasiones, tiene consecuencias devastadoras en el mundo real pues muchas personas, especialmente los más jóvenes, tienden a imitar la conducta que perciben como “normal y natural”. Tan es así que, en 2019 la revista The Atlantic advirtió de que, debido a la influencia de los videos pornográficos, muchos jóvenes creían que estrangular a las chicas durante la intimidad era algo placentero y deseado por ellas. Una encuesta de seguimiento publicada por un medio de comunicación independiente, The Insider, en 2022, y un artículo de la revista Times, en 2024, confirmaron que, debido al alto consumo de pornografía entre los jóvenes, tan peligrosa práctica se había extendido aún más.

Actualmente, la pornografía (al menos para adultos) es ampliamente aceptada, es sumamente accesible y además, permite el anonimato. La millonaria industria de la pornografía en línea (se estima que tiene un valor de 97 mil millones de dólares a nivel mundial) ha puesto al alcance de cualquiera material gráfico, explícito y violento exponiendo y exacerbando “legalmente” las peores perversiones imaginables. Esto tiene como consecuencia que la mayoría de los jóvenes sean expuestos a la pornografía antes de los 13 años y, según una encuesta a nivel nacional en los Estados Unidos, el 84,4% de los chicos de 14 a 18 años y el 57% de las chicas de 14 a 18 años hayan visto pornografía.

Ya lo advirtió C.S. Lewis en Mero Cristianismo: “Crecemos rodeados de propaganda a favor de la inmoralidad. Hay gente que quiere mantener nuestro instinto sexual encendido para lucrarse con nosotros. Porque, claro, un hombre obsesionado es un hombre que tiene muy poca resistencia a las ventas”. 

Y podemos añadir que esa poca resistencia se amplía a muchas otras cosas, pues la adicción a la pornografía debilita la voluntad, oscurece la razón y lleva al peligro de que el adicto ame sus cadenas llamando liberación a lo que constituye una de las peores esclavitudes, la de las pasiones.

Desafortunadamente, a pesar de los muchos estudios que demuestran la estrecha correlación entre la pornografía y las conductas abusivas, violentas y hasta criminales, la mayoría de los progresistas, los libertarios y, desafortunadamente, no pocos conservadores, afirman que, aunque se debe buscar una mejor manera de restringir el acceso a la pornografía a los menores, los adultos que lo deseen deben tener acceso a ella. Al grado que, en los Estados Unidos, donde la libertad es idolatrada, según un sondeo del 2022, solo el 4% de los encuestados consideró aceptable prohibir la pornografía para adultos.

Al parecer, muchos olvidan que la libertad no es un valor absoluto sino un medio para alcanzar el perfeccionamiento físico y espiritual del hombre. Y pocas cosas desvían al hombre de su fin último (Dios) como la pornografía, una de las peores formas de prostitución, pues es ejercida de manera violenta y pública. Además, la pornografía en ningún caso y bajo ningún motivo es positiva y tampoco es una conducta privada pues tiene repercusiones sociales muy graves

  • fomenta el tráfico sexual, especialmente de mujeres y niños;
  • degrada a quienes la producen y a quienes la consumen, causando gran daño físico y psíquico;
  • esclaviza y desensibiliza al espectador suscitando el abuso, la violencia y la coerción en los actos íntimos;
  • favorece la imitación de conductas aberrantes pervirtiendo a adolescentes y a adultos;
  • deforma la sexualidad al difundir expectativas falsas y peligrosas sobre ésta. 

La pornografía es tan adictiva y destructiva como la droga más peligrosa y por ello no debe ser tolerada.

Chesterton afirmó que “la pornografía no es algo que se discuta con el intelecto, sino algo que se pisotea con los pies”. Desafortunadamente, nuestra sociedad, en lugar de pisotear la pornografía, ha permitido, en nombre de la “sacrosanta libertad de expresión”, imágenes y escenas obscenas que se han ido infiltrando tan sigilosamente y subiendo de tono tan astutamente que, muchas imágenes y escenas que por escandalosas hubiesen sido rechazadas por la mayoría de la sociedad hace unas décadas, hoy se ven en las pantallas de innumerables hogares. Pues una sociedad donde la inmodestia, la obscenidad y la vulgaridad son comunes es incapaz de reconocer la pornografía a menos que, ésta sea “extrema”.

Recordemos que, como bien afirmase Chesterton: “Todos los hombres sanos, antiguos y modernos, saben que existe cierta furia en el sexo que no podemos permitirnos inflamar, y que cierto misterio y asombro deben rodearlo siempre si queremos mantener la cordura”. También advirtió que llamarían locos a quienes intentasen volver a la cordura. 

Roguemos a Dios que nosotros seamos de esos locos que luchan por volver a la cordura que proporcionan la verdad, la bondad y la belleza.