Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Benedicto XVI, siempre cercano a las personas con discapacidad

Benedicto, en la Fundación San José.
Benedicto XVI visitó la Fundación Instituto San José de los Hermanos de San Juan de Dios el 20 de agosto de 2011, durante la JMJ de Madrid. Foto: Europa Press.

por Ignacio Segura Madico

Opinión

Muchos fueron los gestos y palabras con los que Benedicto XVI acogió a las personas con discapacidad durante su pontificado. Podemos destacar cientos de ellos, pero creo con los que vamos a exponer nos haremos una idea de su sensibilidad y preocupación ante este tema.

No cabe duda de que el hecho más relevante fue la proclamación, por primera vez en la historia de la Iglesia, de un beato laico, paralítico y ciego. Un hecho sin precedentes que el Papa hizo posible en el año 2010 en la localidad jiennense de Linares y en la persona de Manuel Lozano Garrido, “Lolo”.

Destaco seguidamente unas palabras de la carta de beatificación: “Manuel Lozano Garrido, fiel cristiano laico, ejerció infatigablemente el apostolado, y asumió con ánimo sereno y alegre su parálisis y ceguera”. Por fin las personas con discapacidad contamos con un ejemplo de superación cristiana alegre y real en el que podemos acercarnos a una vida plena en Dios.

El Beato Manuel Lozano Garrido (1920-1971).

El Beato Manuel Lozano Garrido (1920-1971).

La exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (2010) hace mención explicita a la discapacidad visual y auditiva: “En este contexto, quisiera también recordar que el Sínodo ha recomendado prestar una atención especial a los que, por su condición particular, tienen problemas para participar activamente en la liturgia, como, por ejemplo, los discapacitados en la vista y el oído. Animo a las comunidades cristianas a que, en la medida de lo posible, ayuden con instrumentos adecuados a los hermanos y hermanas que tienen esta dificultad, para que también ellos puedan tener un contacto vivo con la Palabra de Dios” (n. 71).

En el mensaje dirigido al pueblo de Dios tras el sínodo de la nueva evangelización de 2012 podemos encontrar estas líneas muy sugestivas: “Los cristianos están llamados a mostrar la cercanía de la Iglesia hacia los enfermos y discapacitados, y gratitud a quienes, con profesionalidad y humanidad, trabajan por su salud”.

Uno de los momentos cumbres del pontificado se produjo en la JMJ de Madrid de 2011. Antes de la vigilia, el Papa mantuvo por primera vez un encuentro con jóvenes con discapacidad, que habían acudido a celebrar como uno más esas jornadas de la juventud. En el discurso que les dirigió podemos sacar las siguientes palabras: “Queridos amigos, nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois protagonistas de esta civilización. Y como hijos de la Iglesia ofrecéis al Señor vuestras vidas, con sus penas y sus alegrías, colaborando con Él y entrando ‘a formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano’ (Spe salvi, 40).”

Todos los años, el 3 de diciembre, día internacional de las personas con discapacidad, el Papa dirigía unas palabras de aliento a los millones de personas con discapacidad que pueblan la humanidad: “Toda persona, aun con sus límites físicos y mentales, incluso los graves, siempre es un valor inestimable, y como tal debe ser considerado. Aliento a las comunidades de la Iglesia a estar atentos y ser acogedores hacia estos hermanos y hermanas. Insto a los legisladores y a los gobernantes para que se proteja a las personas con discapacidad, y se promueva su participación plena en la vida de la sociedad” (Angelus del 2 de diciembre de 2012).

El Papa siempre elogió a las asociaciones, movimientos, órdenes religiosas que se dedican al cuidado de las personas con discapacidad.  El 9 de febrero de 2013, en una audiencia otorgada a miembros de la orden de Malta, podíamos escuchar estas palabras del Santo Padre: “Saliendo al encuentro de enfermos, ancianos, discapacitados, servís a Cristo”.

Pero Benedicto XVI llega a más en su carta de renuncia y reconoce su incapacidad, uniéndose a nosotros como una persona mas discapacitada: “Vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

El pontificado de este Papa llenó de grandes reflexiones al mundo de la discapacidad, acercándose hasta el extremo de ser uno más entre nosotros. La incapacidad de Benedicto XVI le capacitó en el amor y en la entrega a Cristo por medio de su Iglesia y a través de aquellos que más lo necesitan.

Ignacio Segura Madico es vicepresidente de Fidaca (Federación Internacional de Asociaciones Católicas de Ciegos).

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