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Evangelio de hoy: San Juan 13, 21-33. 36-38

Jesús de Nazaret 12

Jesús de Nazaret 12

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ReL

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Is 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno,

de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada afilada,

me escondió en la sombra de su mano;

me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba

y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel,

por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado,

en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor defendía mi causa,

mi recompensa la custodiaba Dios.

Y ahora dice el Señor,

el que me formó desde el vientre como siervo suyo,

para que le devolviese a Jacob,

para que le reuniera a Israel;

he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:

«Es poco que seas mi siervo

para restablecer las tribus de Jacob

y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.

Te hago luz de las naciones,

para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17

A ti, Señor, me acojo:

no quede yo derrotado para siempre;

tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,

inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,

el alcázar donde me salve,

porque mi peña y mi alcázar eres tú.

Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza

y mi confianza, Señor, desde mi juventud.

En el vientre materno ya me apoyaba en ti,

en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu justicia,

y todo el día tu salvación.

Dios mío, me instruiste desde mi juventud,

y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Jn 13, 21-33. 36-38


En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo:

- «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»


Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:

- «Señor, ¿quién es?»


Le contestó Jesús:

- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.»


Y untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás.

Entonces Jesús le dijo:

- «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.»


Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.


Cuando salió, dijo Jesús:

- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir."»


Simón Pedro le dijo:

- «Señor, ¿a dónde vas?»


Jesús le respondió:

- «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.»


Pedro replicó:

- «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.»


Jesús le contestó:

- «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»


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