El cardenal arzobispo de Madrid ordenó sacerdote al monje benedictino Miguel Torres
Cobo, en el Valle de los Caídos: «La centralidad de la fe pide posponer el resto de proyectos»

El cardenal Cobo, con el recién ordenado Miguel Torres a su derecha, ante el altar de la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
El pasado sábado 21 de junio, el padre Miguel Torres, monje benedictino en la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y actual director de su Escolanía, fue ordenado sacerdote por el cardenal José Cobo.
El padre Alfredo Maroto, prior de la abadía, resaltó en unas palabras al final del acto que el arzobispo de Madrid había tenido "especial interés en presidir personalmente esta celebración", a pesar de tener esa misma tarde la ordenación de varios diáconos en la catedral de la Almudena: "Es un gesto que nos honra no solamente a los monjes, sino a esta basílica pontificia y a este lugar de paz y de reconciliación, haciéndose así visible el misterio de comunión que es la Iglesia".
La llamada del padre Miguel
Fray Miguel tiene 32 años y han pasado siete desde su profesión perpetua y nueve desde sus primeros votos en una orden a la que ingresó como novicio recién adquirida la mayoría de edad. Aunque madrileño, la vocación religiosa de este nuevo sacerdote se forjó en Estados Unidos, donde estuvo un año perfeccionando su inglés, pero también madurando el vuelco espiritual que imprimió a su vida al regresar a España.
El deseo de dedicarse exclusivamente a Dios le condujo a la vida consagrada, particularizada enseguida en la opción por la vida monástica en el cenobio benedictino.

Numerosos familiares y amigos de fray Miguel Torres acudieron al Valle de los Caídos para su ordenación sacerdotal.
La vocación nace "en la eternidad de Dios"
Precisamente el cardenal Cobo comenzó su homilía explicando la naturaleza de esa llamada de Dios que es la vocación: "Es la llamada gratuita del amor de Dios, que se manifiesta en cada consagración desde la primera unción bautismal; una llamada acompañada y discernida en estos años con tus formadores y hermanos de comunidad y que en este momento tus Superiores han presentado a la Iglesia".

El cardenal Cobo lee su homilía a los pies de la Cruz del Valle de los Caídos.
La vocación, continuó el purpurado, "no es un proyecto humano, ni una simple decisión personal: toda vocación tiene su origen en la eternidad de Dios... Somos llamados desde el seno materno, elegidos por amor desde siempre. Esta llamada, sin embargo, no se revela de una vez para siempre, sino que permanece como un misterio abierto, siempre dispuesto a nuevas búsquedas y nuevos encuentros. En el caminar de la vida, la voluntad de Dios se va manifestando poco a poco, en los acontecimientos cotidianos, en las decisiones importantes, en los silencios y en las voces que nos interpelan".
Configuración con Cristo
El cardenal Cobo subrayó que "solo el Señor puede saciar esa inquietud profunda que habita en nosotros" y nace de la "certeza de que es Él quien nos ha llamado primero", y que se traduce, en el caso de la vocación sacerdotal, en un "camino de configuración con Jesucristo sacerdote... para que tu vida no sea ya para ti, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó y así lo muestres a tus hermanos".

El padre Miguel Torres, en el siempre imponente momento en el que el ordenando se postra en el suelo.
"Este es el camino de santidad de todo consagrado y todo sacerdote", concluyó el arzobispo de Madrid en esta parte: "Pertenecer cada día más a Jesucristo y expresarlo en nuestra vida".

El cardenal Cobo impone las manos a fray Miguel Torres para conferirle el orden sacerdotal.
Luego se dirigió al ordenando para animarle a no abrigar miedo jamás: "La llamada del Señor es siempre garantía de la permanencia en su amor... Él, por medio de ti, hará maravillas", porque "Cristo nos envía a una misión que no es nuestra; la Iglesia te confía el ministerio de la reconciliación", más necesario que nunca "en nuestro mundo herido, marcado por la violencia, el egocentrismo, la ideología que nos separa del amor de la fe y tanta división... La centralidad de la fe así vivida pide posponer a un segundo lugar el resto de realizaciones o proyectos".
En la parte final de su reflexión, Cobo recordó al padre Miguel que "el ministerio sacerdotal no es algo que se 'hace'; es algo que se vive con toda la persona": "En el altar no se puede celebrar de verdad si uno no está dispuesto a ofrecerse también... Solo si en el ejercicio de nuestro ministerio nos gastamos y nos desgastamos en ofrenda por los demás habrá fruto; solo si salimos de nosotros mismos, si nos descentramos y olvidamos los éxitos, las alabanzas y la comodidad, imitaremos los misterios que celebramos".
Por el sacerdote, como otro Cristo, ha de recordar que "Cristo no se guardó nada para sí. No se reservó nada. Lo dio todo hasta la cruz. Esta es la paradoja del Evangelio. La cruz no es el final, es el paso. La pérdida no es derrota, es fecundidad. Y esta es también la existencia sacerdotal: vivir conformados con el misterio de la cruz del Señor, para que otros tengan vida y la tengan en abundancia".
"Querido hermano", exhortó el cardenal, "que cada misa celebrada, cada servicio ofrecido, cada herida compartida, sea un 'sí' nuevo al Dios que te llamó y que te ha confiado algo tan grande: amar como Él amó".
Agradecimiento de la comunidad
Cobo felicitó al final a la comunidad benedictina del Valle de los Caídos y a los familiares y amigos de Miguel Torres porque, con su vocación, "el Señor ha estado grande con nosotros" y por ello "estamos alegres y agradecidos".

El padre Maroto con el cardenal Cobo, ante la entrada de la basílica.
Los monjes, por su parte, obsequiaron al cardenal con la medalla de la Cruz de San Benito, "en agradecimiento y reconocimiento por el afecto y apoyo que nos está brindando y que quiero expresar públicamente", señaló el padre Maroto: "Es un regalo humilde y sencillo en su apariencia, de poco valor material, pero de hondo significado y poderoso en gracias. Que San Benito, padre y patrón de Europa, le proteja en su importante ministerio episcopal".