Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

En los orígenes de España: un obispo bravo, un santo apóstol, un rebelde mártir y un rey converso

Carmelo López-Arias / ReL

Santiago Cantera, historiador y benedictino, en una de las presentaciones de su libro, clave para entender los sucesos de 585-589.
Santiago Cantera, historiador y benedictino, en una de las presentaciones de su libro, clave para entender los sucesos de 585-589.
En los inicios del verano de 586, justo ahora hace 1530 años, se sitúa el epicentro de los procesos que condujeron a lo que la mayor parte de los estudiosos del periodo consideran el nacimiento de España como nación: la conversión de Recaredo al catolicismo en 589, en el III Concilio de Toledo. En ese momento se logra la simbiosis entre la mayoritaria población hispanorromana, católica, y la minoría gobernante visigoda, arriana, y el reino echa por fin raíces sólidas.

Pero antes de llegar a 589 tuvieron que pasar varias cosas, que detalla el historiador y monje benedictino Santiago Cantera, OSB en Hispania Spania. El nacimiento de España (Actas).



En primer lugar, el martirio de San Hermenegildo el día de Pascua de 585. Tras convertirse al catolicismo, se había rebelado contra su padre arriano, Leovigildo, quien le derrotó y capturó. Estando en prisión, se negó a recibir la comunión de un obispo arriano, alegando que quien no creía que Jesucristo fuese Dios, no podía creer en su presencia real y sustancial bajo las especies eucarísticas. Su carcelero, Sisberto, le mató y le convirtió en mártir por un acto heroico de Fe que lavó lo que muchos contemporáneos, entre ellos San Isidoro de Sevilla, consideraban un ilegítimo intento de usurpación agravado con una falta a la piedad filial.

No así el obispo de Mérida, Másona, quien también gozó en vida de fama de santidad por su resistencia a los halagos y prebendas que le prometió Leovigildo si abjuraba de la verdadera fe. Másona, en medio del conflicto religioso, agitó y apoyó al ya católico Hermenegildo en su rebelión contra su arriano padre, y fue desterrado por eso.

La muerte martirial de San Hermenegildo tuvo un profundo impacto en su padre, Leovigildo, quien murió en mayo de 586. ¿Llegó a convertirse al catolicismo? Hay dudas al respecto. San Gregorio Magno y San Gregorio de Tours apuntan que sí. Y es verdad que había permitido el regreso a sus sedes de Másona y San Leandro de Sevilla.

Un San Leandro que había adoctrinado a San Hermenegildo en la fe y a quien Leovigildo podría haber encomendado también, en esa transformación de sus últimos meses, la formación católica de su hijo menor, Recaredo. Éste había ascendido al trono al morir su padre y lo cierto es que el trato entre ellos se intensifició y se convirtió en los primeros meses de 587.

El hilo histórico (providencial por sus consecuencias) parece, pues, claro:

582, Hermenegildo, convertido al catolicismo por San Leandro, se proclama rey independiente de su padre, animado por Másona, el obispo de Mérida, y dos años después es derrotado y capturado;

585, martirio de San Hermenegildo, lo que convierte en heredero de la corona a su hermano menor, Recaredo;

586, Leovigildo muere, pero antes confía a San Leandro la educación católica de Recaredo;

587, Recaredo se convierte al catolicismo.

Recaredo no obligó a los arrianos a convertirse, pero convocó en 589 el III Concilio de Toledo, donde hizo profesión de fe, anatematizó a Arrio y recibió de los obispos, sacerdotes y próceres godos presentes su libre proclamación de la fe católica: "Prometemos predicarla y enseñarla a los pueblos", afirman.


La conversión de Recaredo (1888), óleo de Antonio Muñoz Degrain (18401924) que se conserva en el Senado de España.

San Leandro clausuró el Concilio con una homilía que exalta el universalismo católico por encima de las diferencias entre pueblos (en este caso, el visigodo y el hispanorromano): "La Iglesia católica, así como se extiende por todo el mundo, así también se compone de la unión de todos los pueblos... El orden natural exige que los que proceden de un solo hombre se amen mutuamente y que no se aparte de la verdad de la fe aquel que no arranca de un tronco distinto. Las herejías y las divisiones brotan de las fuentes de los vicios, por lo que aquel que vuelve a la unidad vuelve del vicio a la naturaleza... Resta tan sólo que todos los que nos hemos convertido en un solo reino, unánimemente acudamos a Dios con preces, suplicando tanto por la exaltación del reino terreno, como por la felicidad del reino futuro. Para que el reino y el pueblo que glorificó a Cristo en la tierra, sea glorificado por Él no sólo en la tierra, sino también en los cielos. Amén".

Acto seguido Recaredo mandó una carta al Papa San Gregorio Magno para reconocer la autoridad de la Sede Apostólica.

Recaredo completó a Leovigildo
Se había logrado la unidad del reino con la unidad católica, y eso es lo que, según Cantera, convierte a Recaredo en el artífice de España: "Leovigildo dejó echados los fundamentos políticos para el nacimiento de España, pero le faltó completar los fundamentos sociales y religiosos, aunque lo intentó. Él es el unificador de España en lo territorial (casi por completo) y es un estadista de primera talla, pendiente de los modelos romanos y bizantinos; es el creador del Reino visigodo en cuanto Estado, yendo más allá de las concepciones regias de la jefatura militar germánica. Pero fracasó en su intento de unir la población germánica con la hispanorromana, porque fracasó en su proyecto de lograrlo en la fe arriana. Eso se logró cuando el pueblo visigodo se adhirió a la fe católica en el III Concilio de Toledo, con el abrazo entre las dos poblaciones. La unidad en la fe hizo posible la unidad social del Reino", afirma el autor.

A partir de ahí, el concepto de España es ya unívoco. En Hispania Spania, el padre Santiago Cantera sigue también la pista al concepto posterior de la "pérdida de España", una constante medieval tras la invasión mahomentana hasta el final de la Reconquista en 1492 y la unión de Navarra.

Nace entonces la monarquía española moderna, no España, una realidad que cumplía entonces su primer milenio. Se remontaba a las agitaciones del obispo Másona, al ímpetu apostólico y predicador de San Leandro, al heroísmo en la fe de Hermenegildo, a la humildad de Leovigildo en el último trance y al "sí" de Recaredo a la fe de Cristo.
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