Religión en Libertad

La fragmentación del saber es uno de los grandes lastres de la enseñanza actual, a pesar de que es antitética con la naturaleza del conocimiento, obligadamente armónico. Biblioteca del Trinity College de Dublín (Irlanda).Luke Tanis / Unsplash

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Los dibujos de los niños son una de las cosas más sorprendentes que se pueden contemplar. Elaborados con un gran espíritu de libertad, nos ofrecen una mirada distinta sobre el mundo. Podemos apreciar en ellos gracia, imaginación, entusiasmo y un gran sentido del humor. Y todas estas características van evolucionando con los años en una dirección que, pienso yo, no es siempre la más afortunada. 

Si comparamos los dibujos que se hacen al inicio de la Educación Primaria con los que se hacen al final de ella vemos que se han producido cambios. Los dibujos se han hecho más estilizados y organizados, pero menos graciosos; se utilizan otras técnicas y otros métodos, pero han perdido esa mirada inocente. Se han iniciado en la perspectiva, pero ya no encontramos la impresión sugerente del principio. En definitiva, se han ido aproximando cada vez más a las visiones que han ido asimilando a lo largo de esta etapa de la educación.

El dibujo es un lenguaje, como lo son también las matemáticas o la música. Una de las principales misiones de la escuela es facilitar al alumno un lenguaje o lenguajes que le permitan expresarse y al mismo tiempo organizar su modo de interpretar el mundo. No se trata solo de amueblar su mente, sino sobre todo su espíritu.

Stratford Caldecott, en su obra La belleza en la palabra (Madrid, 2025), ha llamado la atención sobre un hecho particularmente olvidado en la educación actual: la visión unificada de las relaciones entre las diversas áreas de la enseñanza. 

Stratford Caldecott, 'La belleza en la palabra'Encuentro

La visión armonizada del conocimiento es un reflejo de la armonía del universo. Del mismo modo que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, también el conjunto del universo guarda una armonía que es un reflejo de su Creador. Sigue siendo habitual en el mundo de la educación el desarrollo inarmónico de las diversas asignaturas, sin ninguna relación de unas respecto a las otras. ¿Qué tiene que ver la gimnasia con el arte? ¿Qué tiene que ver la geografía con las matemáticas? Esto nos recuerda aquella famosa pregunta de Tertuliano: "¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?". Pues verdaderamente sí tiene que ver, en un sentido más amplio del que habitualmente se reconoce.

La distinción entre ciencias y humanidades, por ejemplo, parece haberse convertido en un principio indiscutible. Pero se olvida que las ciencias también son humanidades. Como nos recordaba Fernando Savater en una conferencia, el orangután no suma ni resta.

Este descubrimiento de la armonía en el universo y en su interpretación debe ir de la mano con la búsqueda y conquista de la armonía en el alumno. "Nuestros planes de estudio –dice Caldecott- se han vuelto fragmentados e incoherentes porque hemos perdido todo sentido de la unidad del conocimiento". Y hemos perdido ese sentido de unidad, podríamos añadir, porque hemos perdido el sentido de la unidad y armonía del mundo y del ser humano. El fin de la educación debe ser, como siempre ha sido y será, hacernos más humanos. Es decir, no solo preparar a los niños y jóvenes para procesar datos con más facilidad, sino sobre todo para progresar en la sabiduría. La diferencia fundamental entre conocimiento y sabiduría se encuentra precisamente en que esta busca la armonía entre el que conoce y lo conocido.

Resulta muy frecuente entre los presuntos entendidos en la educación afirmar la disparidad y variabilidad de las diversas interpretaciones del mundo. De tal modo que no se puede, según ellos, asumir una forma única de concebir los diversos conocimientos. Más bien, lo que proponen de forma reiterada y anodina es que las diversas formas de entender y juzgar los distintos saberes es la clave para una adecuada formación del alumno. Es decir, el pensamiento crítico se basaría en la asimilación de visiones distintas, diversas o contradictorias. Es, a fin de cuentas, el proyecto de anular todo propósito de unificar o armonizar al alumno con el conocimiento del mundo. Como eje de esta visión se encuentra la concepción del conocimiento como búsqueda o más bien como exploración de un mundo errático y desarticulado.

La visión cristiana del mundo y del ser humano no conduce a una interpretación monolítica, pero sí a la intuición de esa armonía entre mundo y ser humano que se viene negando de forma feroz desde el siglo XIX.