Un nihilista ruso del XIX... ¿el converso católico más improbable? La historia de Vladimir Pecherin

Vladimir Pecherin (1807-1885), ya como sacerdote, en dos retratos de sendos fotógrafos dublineses.
Precursor de los intelectuales revolucionarios rusos, Vladimir Sergeyvich Pecherin decidió cambiar de vida. Se hizo sacerdote redentorista, fue un predicador muy admirado y se enfrentó a hostilidades y juicios. Rino Cammilleri ha contado su historia en el número de marzo de 2025 de Il Timone:
El nihilista converso
Vladimir Sergeyvich Pecherin, "uno de los pioneros del radicalismo ruso del siglo XIX" (J.H. Billington, Fuego en la mente de los hombres. Los orígenes de la fe revolucionaria), fue un aristócrata ruso nacido en 1807 en Velyka Dymerka (Odessa).
Su padre era un hombre violento, acostumbrado a levantar el látigo sobre sus criados y las manos sobre su esposa. Tal vez el hecho de haber crecido en un clima semejante contribuyó a orientarle hacia el socialismo utópico de Claude de Saint-Simon (contra el cual Marx calificaría como "científico" su propio socialismo) y, más tarde, hacia el nihilismo.
Los revolucionarios europeos del siglo XIX eran todos intelectuales desarraigados, poetas, universitarios, aristócratas exaltados. Ni obreros, ni trabajadores, ni campesinos. En Rusia, su fragua fue el Instituto Tecnológico de Petersburgo: fundado por el zar para formar a los futuros cuadros del incipiente industrialismo ruso, proporcionó en cambio los cuadros de la revolución. Lo que confirma nuestro Pecherin, la vez estudiante universitario de lingüística en Moscú y poeta.
Joven brillante
Fue un talento precoz y sus obras, aunque manuscritas por no haber sido publicadas, tuvieron tanto éxito entre los estudiantes, que circulaban en varios ejemplares.
En 1833, una beca le permitió ir a estudiar al extranjero. Era considerado tan brillante que a su regreso, aunque aún no se había licenciado, se le asignó una cátedra de griego clásico en la misma universidad.
Pero la atracción hacia el nihilismo era más fuerte. En 1836 lo dejó todo y se marchó del país. Se le considera el precursor de aquellos intelectuales revolucionarios rusos que se convirtieron en exiliados políticos voluntarios en París, Londres, Ginebra, lugares que daban asilo de buen grado a cualquiera que pudiera causar problemas al Imperio ruso.
Esta práctica sigue vigente hoy en día: un Estado acoge a un disidente político extranjero, incluso a un fugado, para utilizarlo como posible futuro medio de intercambio.
Los nihilistas, como su nombre indica, no creían en nada y se les podía aplicar el lema marxista "todo lo que existe merece ser destruido". Libertad absoluta, sobre todo sexual, y desprecio por toda forma de convención y religión. Vestían de forma desaliñada, los hombres no se cortaban el pelo y las mujeres, para ir en contra de la moda, sí; a menudo llevaban gafas azules para reconocerse.
En los redentoristas
El término "nihilista" se popularizó a partir de 1861, gracias a la novela de Iván Turguéniev Padres e hijos. Radicales en política, pronto se pasaron al terrorismo, con repetidos atentados contra los zares y personalidades destacadas. La abolición de la servidumbre en Rusia, también en 1861, no hizo sino aumentar su furia: lo que importaba no era mejorar las condiciones del proletariado, sino la utopía.
Influenciados por la teosofía masónica, el utilitarismo de John Stuart Mill y el evolucionismo de Charles Darwin, tuvieron su genio maligno en Sergei Nečaev, que inspiró Los demonios de Fiodor Dostoievski.
Nečaev, terrorista que huyó a Suiza en 1869, fue financiado por el anarquista Bakunin, que se encontraba allí; fue enviado de vuelta a Rusia para crear una asociación piramidal secreta basada en células de unos pocos miembros. Murió en prisión tras el asesinato del zar Alejandro II en 1881.
Pero volvamos a Pecherin. Durante varios años deambuló por Europa Occidental en los lugares de sus venerados maestros, los citados Saint-Simon, Mill, Darwin; estuvo en Francia, Bélgica, Inglaterra. Como era de esperar, cayó en la pobreza y se encontró a veces al borde de la inanición.
Fue en Londres donde su hambre de ideales encontró la situación perfecta. Allí, en 1840, se convirtió de forma clamorosa al catolicismo. El bautismo no le bastó: entró en los redentoristas fundados por San Alfonso María de Ligorio y se retiró a uno de sus conventos en la cercana Clapham.
Homilías muy populares
Como buen radical, quiso dedicarse a ayudar a los últimos entre los últimos, cosa que hizo con el fervor de un converso. Pero pronto sus superiores, intuyendo sus capacidades intelectuales, le enviaron como predicador a Irlanda. Allí sus homilías fueron extremadamente populares y atrajeron a grandes multitudes. No sólo fieles, sino también simples curiosos que querían escuchar a este predicador cuya fama crecía rápidamente.
Pero Irlanda dependía entonces de Inglaterra y los cismáticos no tardaron en reaccionar. En 1855 lo denunciaron a las autoridades por blasfemia, y su juicio fue el último de este tipo. La vista tuvo lugar en Kingston y pronto se convirtió en un bumerán.
Lo que había ocurrido era que el padre Pecherin había dirigido desde el púlpito una larga batalla contra la literatura inmoral y el día de Guy Fawkes había organizado una hoguera pública de libros eróticos y pornográficos. El 5 de noviembre, los ingleses celebraron con hogueras callejeras la ejecución de Guy Fawkes, católico y presunto autor de un complot contra la Corte. (Para los curiosos: la máscara de V de Vendetta representa su rostro.)
Notas del más allá
El padre Pecherin, que había sido ordenado sacerdote en Clapham, no se limitaba a predicar, sino que se dedicaba a los barrios marginales y a los hospitales de Dublín, razón por la que era tan popular y querido. Los denunciantes, no pudiéndose basar en su conducta, le acusaron de haber quemado, en una de sus "hogueras de la vanidad", una Biblia del Rey Jacobo, texto fundamental para anglicanos y protestantes. De ahí la blasfemia. Evidentemente, faltaba el corpus delicti y los jueces sólo contaban con el testimonio de personas que no eran precisamente super partes. Así que el padre Pecherin fue absuelto y el proceso no hizo más que multiplicar su fama.
En 1862, queriendo quedarse en Irlanda, dejó a los redentoristas y sirvió en Dublín como simple capellán en el Hospital Mater. Los años que le quedaban de vida los dedicó a escribir sus memorias, que tituló Apologia pro vita mea. Murió en Dublín en 1885. Sólo un siglo después, su libro se publicó en la URSS con el título Notas del más allá.

La 'Apologia pro vita mea' de Pecherin, publicada bajo el título 'El primer exiliado político ruso'.
En 1989 el escritor de historias de espionaje John le Carré publicó la novela La Casa Rusia, que al año siguiente el director Fred Schepisi trasladó a una película con el mismo título, protagonizada por Sean Connery y Michelle Pfeiffer.
El personaje de Dante, un ambiguo científico ruso con el que el protagonista se encuentra varias veces, desempeña un papel importante en la historia. Interpretado por Klaus Maria Brandauer, Dante suelta en una escena una cita de nuestro Pecherin: señal de que su memoria no había muerto.
[Nota de ReL.- La cita de Pecherin en 'La Casa Rusia' es: '¡Qué dulce es odiar a tu propia patria, desear su ruina, y en su ruina entrever el alba de un renacer universal'. Y Dante añade: 'Pecherin comprendió que es posible amar a tu patria y al mismo tiempo odiar su sistema político'.]
Traducción de Helena Faccia Serrano.