Llama a enfrentar «la imposición de una uniformidad cultural como persigue la Agenda 2030»
El Pregón de Combate de Raúl Mayoral para la batalla cultural: «Llamo a combatir, no a celebrar»

Raúl Mayoral presenta su libro "Pregón de combate para jóvenes de espíritu".
Desde que apareció el pasado mes de junio el libro Pregón de combate para jóvenes de espíritu (Tu librería, 2024) han sido muchas las ciudades a las que su autor, Raúl Mayoral Benito, ha acudido para presentar su obra en la que aborda contundentemente el asunto de la batalla cultural. Un texto de gran calidad literaria en el que se percibe un profundo conocimiento de los temas que propone, enriquecidos por una interesantísima y reseñable bibliografía.
-Empecemos por el título de su libro. Propone usted un término que puede ser malinterpretado hoy en día ¿a qué tipo de combate se refiere?
-Antes del término combate quiero reivindicar el término pregón. Me recuerda a mi infancia vivida en la España rural. Conocí la entrañable figura del alguacil de pueblo que en la plaza daba el pregón informando al vecindario sobre hechos relevantes para la vida diaria. He querido plasmar en el título el término pregón como proclama o manifiesto que se hace de viva voz en lugar público para que llegue a conocimiento de todos, pero también como discurso en celebración de una festividad y animando a participar en ella. Sólo que mi proclama es por escrito y además yo no convoco una celebración sino a un combate. En efecto, pero se trata de una contienda intelectual, un debate de ideas. Yo no convoco a una pandilla de camorristas para salir a pelear a la calle. No es momento de retórica sino de dialéctica, de debatir y combatir intelectualmente.
-El subtítulo también hay que analizarlo con detalle. Ante la batalla cultural por la defensa de la libertad y por el rearme moral. ¿No le parece que todo eso da para varios tomos?
-Batallas culturales se han librado muchas a lo largo de la Historia. Y nosotros, los católicos, somos peritos en estas lides. Quizá el paradigma sea Trento. De una controversia teológica surgirá una auténtica contienda cultural que alumbrará el barroco español para certificar el triunfo, no sólo sobre la Reforma protestante, también sobre la sobriedad calvinista en el arte. Otra disputa intelectual es la que emprende la Iglesia católica contra la Ilustración y su razón divinizada. Espoleados por el Movimiento de Oxford, los católicos ingleses también se enfrentan culturalmente al anglicanismo británico de exacerbado componente nacionalista. Incluso los católicos alemanes plantan cara a la Kulturkampf promovida por el canciller Bismarck, que pretendía, entre otras cosas, acabar con la influencia de la fe en la educación. Del siglo pasado es el Movimiento Esprit que libra una batalla cultural, pero con trasfondo espiritual al entender nítidamente sus seguidores que bajo el desorden terrenal hay una pugna espiritual entre el bien y el mal, la verdad y la mentira. No menos espiritual es la lucha protagonizada por la Iglesia católica contra el paganismo nazi. Finalmente, la cultura y además el púlpito fueron asimismo el coso donde se batió la jerarquía católica de más allá del Telón de Acero contra el ateísmo de la hoz y el martillo. Por tanto, nada nuevo bajo el sol.
-¿Por qué ha escrito este libro?
-Por mis hijos, jóvenes de hoy, y por su generación. Para proporcionar a la juventud actual criterio, argumentos con que defenderse del pensamiento único. Son los jóvenes los más expuestos al zarandeo que este convulso mundo y su disparatada cultura están provocando. Yo solía escribir semanalmente una columna en prensa digital, pero mis hijos, tenemos cuatro y todos varones, no me leían, porque ellos prefieren los podcasts, los canales de YouTube y los foros de las redes sociales. Fue uno de mis hijos el que me animó a abrir un canal en YouTube, Libercast. Reacio al principio, comencé a subir podcast titulándolos “pregón de combate 1”, 2, 3 y así sucesivamente. Llegué a incluir 10 pregones en YouTube. Y un buen día me dije: Tengo que escribir un libro sobre todo esto. Y agradezco a mi hijo el empujón que me dio. Y por ello les brindo a los jóvenes la posibilidad de pertrecharse con una armadura de ideas y conceptos que les permitan sostenerse en los conflictos existenciales de nuestra época, sometida a corrientes de pensamiento ruinosas y disolventes. Y, al mismo tiempo, animarlos a la acción en coherencia con una cosmovisión cristiana que es la base de la civilización occidental, puesta hoy en riesgo.
-¿No le parece que la cultura siempre ha sido patrimonio de la izquierda en este país? Al menos eso es lo que nos han hecho pensar durante años. ¿A qué cultura se refiere usted?
-Por supuesto, no a una cultura hedonista, materialista y relativista como la actual, que está degradada y resulta insolente e impertinente al incitar al odio, al resentimiento y la revancha. Para mí la cultura tiene un componente más elevado que terrenal. La verdadera cultura es la que ensancha el espíritu y la conciencia del hombre. Es en la conciencia en donde anida la verdad y la libertad del ser humano. Y una cultura así no existe porque las certezas son acalladas cuando no demolidas y se cancela la libertad. La cultura entonces se halla adulterada por la ideología o por el dinero fomentando un individualismo disgregador, que conlleva el extravío del hombre. Es una cultura que mantiene al hombre caído o, como diría Dante, en suspenso. Y el fin último es imponer a todos un único modelo de cultura, una uniformidad cultural como persigue la Agenda 2030 y para ello se sacrifican la verdad y la libertad.

"Para la salvaguarda de Occidente, resulta urgente librar la batalla cultural por el rearme moral y la defensa de la libertad", apremia "Pregón de combate para jóvenes de espíritu".
-También acuña el concepto “jóvenes de espíritu”, algo que podría hacer pensar que este libro estuviera escrito para jóvenes.
-Ya lo he dicho anteriormente. Ellos son los destinatarios más prioritarios. Pero también los no jóvenes pueden ser destinatarios y lectores del libro. En él se contienen muchas reflexiones sencillas, de todos sabidas, pero que, por eso mismo, han sido olvidadas. Y debemos recordarlas porque quienes pretenden confundirnos nos recomiendan antes que olvidemos. Por eso dedico varias páginas a la Historia, que actúa como referente o anclaje para las nuevas generaciones. Decía Cicerón que “ignorar lo ocurrido antes de nacer uno es condenarse a ser siempre niño”. Es injusto impedir a los jóvenes que tengan su propio juicio crítico.
-Después de varios meses de frenética actividad ha presentado ya su libro en dieciséis ciudades españolas, además de firmar libros en su Talavera natal y participar en diversos actos. ¿Hay interés por la batalla cultural? ¿La gente tiene claro de qué se trata?
-Más que el interés, que lo hay, lo más llamativo que me resulta es que el público sabe de qué hablamos cuando se les dice que previamente a dar la batalla política hay que librar la cultural. Porque a los totalitarismos y populismos que hoy nos acechan como enemigos de la libertad se los combate económica pero también intelectualmente. La gente tiene muy claro que si la política está degradada es por causa de una cultura degradante. Si no sanamos la cultura no liberaremos la política. En los últimos años hemos asistido al triunfo político de dirigentes que previamente libraron el combate cultural: Georgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina y ahora Donald Trump. Ellos han entendido bien que para limpiar la arena política antes debe limpiarse el terreno cultural de cizaña y malas hierbas.
-Han sido muchos los medios de comunicación que se han hecho eco de su libro. ¿Estamos en medio de una batalla cultural realmente? ¿Cuáles son los bandos?
-Por supuesto, y hay dos bandos, democracia frente a totalitarismo, derechos catalogados frente a deseos que pretenden transformarse en derechos, normas morales frente al antojo del yo, sentido religioso frente a laicismo, sentido común frente a ideología. Por cierto, el discurso de Trump en su toma de posesión se tituló La revolución del sentido común. En suma, los dos bandos en liza son la civilización frente a la barbarie. Pero insisto bajo esta lucha cultural se está librando una pugna espiritual entre Cristo y Lucifer, como afirmaba Unamuno en Agonía del cristianismo.
-Política, economía, cultura, medios de comunicación, tecnología, memoria histórica, corrección política… estos son algunos de los apartados de su libro, pero en varias ocasiones le he oído decir que en su libro no habla de política. ¿Se pueden abordar estos temas sin hablar de política?
-Hablo de una política que hoy no existe, como tampoco existe esa cultura que ha de elevar el espíritu y a la que aspiramos muchos. La política ha de ser una noble tarea al servicio del bien común. El político ha de servir al ciudadano, no servirse del ciudadano para ostentar el poder. Aunque es un error generalizar, sin embargo, hoy la política parece llevar máscara. Parece tiempo propicio para los impostores. No es sólo la corrupción, existen otros vicios más en la actual política: el engaño de unos, el complejo de los otros, mucha demagogia y sectarismo partidistas, el egoísmo territorial, …Yo sostengo que para que germine esa noble y alta política antes deben limpiarse los predios culturales de las malas hierbas, de la cizaña que impide que germinen frutos fecundos en la realización política.
-En una de las presentaciones de Madrid estuvo acompañado por Esperanza Aguirre y por Alicia Delibes. ¿Qué pueden aprender los políticos al leer su libro?
-No pretendo dar lecciones a los políticos, pero sí una recomendación: deberían leer más a Tomás Moro y a Erasmo de Rotterdam que a Maquiavelo. Como decía el francés Mounier no basta con tener sensibilidad política, hay que tener sensibilidad por la moral en política. Ello les ayudaría a no creerse imprescindibles y a tener los pies en suelo firme y no en terrenos pantanosos o de arenas movedizas.
-Ideología de género, cambio climático, laicismo… wokismo por todas partes. ¿Qué nos propone para vivir en un ambiente tan contaminado?
-No callar nunca ante quienes pretenden silenciarnos, y defender siempre la verdad y la libertad ante sus enemigos. Hoy el silencio es claudicación y la ambigüedad es traición. Comprendo que lo que propongo resulta muy difícil con el caballo de Troya de la corrección política ya dentro de nuestra ciudadela. Suelo decir que el primer caso de corrección política lo protagoniza Simón Pedro cuando antes de que cante el gallo niega tres veces a un Maestro galileo. Pero debemos armarnos de valor y formarnos e informarnos, porque muchas veces carecemos de la formación adecuada y la información precisa. Luego como creyentes tenemos un deber de conciencia y de coherencia, que nos obliga a comprometernos y participar en el espacio público y no escondernos. Decía el cardenal Newman que el verdadero cristiano ha de estar siempre en alerta.
-Familia, vida y educación. Una ciudadela ¿Indestructible?
-Sí, si todos hacemos lo que debemos y no estamos haciendo por ahora. Por eso la batalla cultural la estamos perdiendo y por goleada. Porque no comparecemos que es nuestro deber. Decía un sabio que si todos barrieran las puertas de sus casas las calles estarían limpias. Con ello quiero decir que la remontada debe empezar por nosotros mismos. Es un error pensar que el mal está siempre en el de enfrente. También nosotros debemos mejorar. Primero en nuestro interior y luego mejorar fuera, en nuestro entorno y con nuestro prójimo. Como hombres de fe, debemos sanar al resentido y calmar a los apocalípticos. En suma, debemos ser ejemplares. El ejemplo es muy combativo, muy poderoso. Eso nos ayudará además a ser influyentes, que es lo que debe ser un católico en la sociedad.

Raúl Mayoral, durante la presentación de "Pregón de combate para jóvenes de espíritu", con el obispo Munilla.
-Usted es católico. En el libro deja clara su posición, pero hace una llamada significativa en uno de los capítulos finales “salid de las sacristías” ¿Qué quiere decir?
-Esa es la parte esencial del libro. Tras el diagnóstico, la terapia. Y enlaza con la pregunta anterior. Hoy se impone un laicismo beligerante que pretende expulsar la religión de la vida pública recluyéndola en una reducida intimidad. Y se miente afirmándose que eso es señal de modernidad. Pero en ningún sitio está escrito que para ser un buen ciudadano debamos renegar de Dios. Este es uno de los terrenos decisivos en que como católicos debemos librar la batalla cultural. Se trata de defender nuestra libertad religiosa, pero a la vez también la libertad de educación y de expresión. Este es un combate capital que, si lo perdemos, acarreará el desplome de otros frentes igual que se vienen abajo las fichas de dominó. Pertenezco a una asociación eclesial, la Asociación Católica de Propagandistas, que a principios del siglo XX contribuyó a modernizar el catolicismo español y a innovar en muchas de las estructuras sociales de España, como la educación o el periodismo, es decir, la cultura, pasando por la política en la que se creó un partido que unificó a las derechas regionales, o por la economía, en donde se alumbró el cooperativismo agrario. El carisma del propagandista consiste en la presencia del católico en la vida pública como agente de evangelización, por tanto, saliendo a la calle, a la plaza pública. Herrera dijo que él había venido a poner en las manos de los católicos españoles el Rosario en una y la papeleta de voto en la otra. Pero era consciente de que primero había que formar minorías como levadura de movimientos sociales y culturales de gran pretensión reformadora. De ello también trato en el libro.
-El libro tiene muy buenas reseñas en Amazon, pero me gustaría saber cómo es la reacción de los lectores a pie de calle. ¿Está satisfecho con su trabajo?
-Quizá el halago más reconfortante fue el que me hizo alguien al decir que mi libro debía ser un manual de texto en los colegios católicos. Es precisamente en la escuela, en las aulas en donde también debemos librar la batalla cultural. Con un sistema educativo que ha cancelado el mérito propugnando un nefasto igualitarismo, y una escuela considerada más un espacio de entretenimiento que de aprendizaje, nos dirigimos como sociedad sin rumbo y a la deriva. Por supuesto que estoy satisfecho con lo realizado, porque tengo la convicción de que soy instrumento al servicio del Señor. Tengo poco mérito. Él ha hecho el casi todo. Yo sólo el casi nada, como decía aquel anciano párroco asturiano. Le confieso que cuando estaba escribiéndolo sentía como si me llevaran en volandas. Me sucedieron episodios muy curiosos, como aparecer material relevante para el libro sin yo buscarlo o la facilidad con que estructuré el índice, del que también se ha dicho que es muy provocativo y no deja indiferente a nadie. Por eso, en la lista de agradecimientos recogida al final del libro está Él.
-Como he dicho al inicio de la entrevista esta es su primera obra publicada. ¿Tiene pensado seguir escribiendo sobre el tema? ¿Quizá otros?
-Estoy intentando terminar una novela histórica sobre la Segunda Guerra Mundial con una trama final en Berlín y Madrid y un hilo conductor: el cristianismo salva a Europa. De hecho, hice una pausa en este relato para escribir Pregón de combate. Y no descarto escribir un homenaje al maestro, el verdadero héroe de nuestro tiempo.
- Raúl Mayoral presenta su libro Pregón de combate para jóvenes de espíritu el jueves 6 de febrero a las 19 horas en la madrileña parroquia del Cristo de la Victoria, situada en la Calle de Fernando el Católico, 45, acompañado de Valle Piñar y el párroco don Alfredo Jiménez.