Religión en Libertad

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Hay un nombre suave y dulce en todas las lenguas, venerado por todos los pueblos y en todos los tiempos. El nombre es: madre.

El nombre de la madre es el primero que suena en los labios del niño y el último que murumura el joven o el adulto, ante la muerte.

Un nombre, que todos solemos invocar, en las horas más solemnes y difíciles de la vida, aunque ella no esté en la tierra.

La madre es el ángel que Dios nos puso para que: nos cuidara, nos guiara, nos confortara en el difícil camino de la vida.

Madre, desde la cuna, fue la que nos alimentó, limpió y endulzó nuestra existencia; nos protegió, nos acarició, nos llenó de besos para enjugar lágrimas, ahuyentar miedos y mitigar dolores.

Madre es ella, la que inspira en el corazón los más nobles sentimientos y los más grandes ideales.

Decir madre es decir: sacrificio.

Decir sacrificio es decir: renuncia.

Decir renuncia es decir: generosidad.

Decir generosidad es decir: entrega total.

Decir entrega total es decir: amor.

Decir amor es decir: ¡Madre!

¡Bendito sea el nombre de madre!

Alimbau, J.M. (2011). La madre (la tuya y la mía). Barcelona: Editorial Claret.

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