Un camino de fe
La Cruz para la Fiesta

Cruz
Ya llega, ya se nota la salvación para mí y para ti. El Señor viene a buscarte, pero no te escondas. Él sabe dónde estás, pero tú no te dejas ver. Viene, se acerca, está a tu lado, está ahí, donde caminas, donde estás, donde vas, en tu vida, en tu corazón, en tu trabajo, en tu casa, en la Iglesia, en el autobús, en el parque, en el hospital. En tantos sitios, viene a por ti. Él siempre está preparado para ese encuentro. No le importa cómo estás tú. No te pide que estés en traje de gala, o en abrigo de visón. Tampoco le importa si estás en bata, o en chándal, o apareces como un bebé. Porque lo que él quiere es lo que está dentro de ti. Y eso solo lo puede ver él y tú, y aquel a quien se lo quieres revelar.
Pero sobre todo, él está cuando estás desvalido, o lo pasas mal, estás cansado, solo, sin fuerzas, sin ganas de hablar. Cuando te sientes triste, agobiado, exigido. Cuando lo que te pasa no tiene control, y no sabes nada de lo que puede pasar. Cuando bajan tus defensas, cuando en definitiva estás mal, y todo parece que se ha terminado. Cuando te faltan fuerzas para caminar, cuando lo que te pasa te impide vivir, cuando disminuye la ilusión en tu vida porque no puedes disfrutar de la existencia que Dios te regala cada día.
Pero, entonces, no te preocupes, fuera los problemas, no pasa nada. Estás en las mejores circunstancias para ser salvado. Porque ese Señor, viene a pasar todo eso por amor a ti, y para que tú te levantes.
Jesús, el Hijo de Dios, se hace hombre como tú. Y mira todo lo que pasa. Él es perfecto pero necesita cariño, amor, la ayuda de otros. Eso también te pasa a ti. Tú no eres perfecto, pero como él necesitas el amor de los que te rodean, su oración y ayuda sobre todo cuando como el Señor, estás cansado, y abatido. Es que tenemos una gran ventaja que Jesús es como tú y como yo. Por eso, si a veces te sientes solo, puedes saber que él también se sintió así. Y unirte a él, para sentirte acompañado. Tienes otra gran ventaja que él te conoce muy bien, y te pone siempre lo mejor. Te rodea de amigos, que te escuchan y te aman. Algunos a veces los sientes un poco lejos, otros, más cerca. Pero nunca te faltara de nada. Y si en algún momento estás solo, él está siempre, eso seguro. Y te tendrás siempre lo mejor. A veces tus amigos quieren verte bien, pero no te preocupes, diles que estás mal, porque Jesús no escondió su dolor. Todo lo contrario, queda todo al descubierto para que en tu dolor no te avergüences y tengas que sentirte hundido. Porque en su dolor, el tuyo es sanado.
También, me gusta, ver al Señor como cae. No es porque quiera verlo así. Pero como él es como yo, pues necesito que el Hijo de Dios para amarme también se caiga. Yo caído, el caído. Pero él me dice, venga vamos para arriba. Su mano fuerte y poderosa te agarra y en un momento y sin darte mucha cuenta estás en pie. Deseando disfrutar de nuevo de todo lo bueno que el Señor pone en mi vida. Que gusto la verdad, caminar con un Dios, que es así.
De la misma manera, el Señor está siempre pidiendo por ti. Siempre es siempre. Nunca desfallece. Es que el Señor tiene una batería que nunca se termina. Él está en continua oración por ti, sobre todo en esos momentos en los que tú estás un poco más débil, o tienes menos fuerza para estar en su presencia. Así, la oración del Señor unida a la de los hermanos se hace muy poderosa. Y todo aquello que parecía imposible, empieza a suceder. Es todo un milagro, aunque a veces no es extraordinario. Pero es ciertamente verdadero. Es genial, y magnifico. Así, el mejor de los milagros, es que el Señor te pone una madre. Su misma madre. Está tan cerca, tan presente. Su imagen femenina te ayuda, comprende y anima. María está ahí, en tu dolor como mujer. Es maravilloso tener una madre, que es la misma madre del Señor. Y ya nada hay que temer. Ella todo lo pone para tu bien, y en las circunstancias más adversas, se siente su dulzura de mujer y de madre.
De esta forma, puedo decir que en los momentos de cruz, y dolor es donde veo más cerca al Señor, porque Él lo ha sufrido para que yo sea levantado. Se pasa mal, como él lo ha pasado. Te puedes sentir solo, como Él. Triste, abandonado, así se sintió él. Lo mismo que tú y que yo. Rechazado, con angustia, cuando parece que todo se ha acabado, con el sufrimiento más extremo, agobiado por lo que pasa. Sin respuestas. Pero todo eso Él lo ha pasado como tú, para que seas liberado. Te sientas salvado, amado, querido, sanado. Es que no puedo llegar a abarcar ese amor del Señor por mí, que soy pobre y débil, frágil, pecadora. Pero, no lo puedo negar, él está y me dice: Ven conmigo, ven a pasar esta Pascua conmigo. No tengas miedo. No temas. Todo va a ir bien, porque yo que lo he sufrido por ti y voy a ponerte en pie. Vas a resucitar conmigo, te pondrás de blanco, como una novia. Ya no tendrás que tener miedo. Yo lo voy hacer nuevo. Vas a estar guapa y hermosa, en esta Pascua que he soñado para ti. Ven, los dos de blanco vamos a bailar en la noche de Pascua. Vas a ser feliz, como nunca te hayas sentido, porque el Señor se ha levantado, para que mirándole a los ojos puedas celebrar una nueva fiesta.
Belén Sotos Rodríguez
i