Un camino de fe
Lavar los calcetines al hermano

Corazón-mano
La Iglesia el 5 de marzo comienza y hace memoria de un modo nuevo del tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es un tiempo nuevo, porque la liturgia se celebrará con novedad para cada uno de nosotros; porque la experiencia de quien lo vive ha tenido un camino de transformación en su historia; y porque el Señor quiere otra vez cambiar la vida de cada uno para que de modo nuevo tenga la experiencia de conversión que implica la Cuaresma.
La liturgia de este día nos llama a volver la mirada al Señor para poder entregarnos, y estrenar un corazón de carne que se abre a su gracia y quiere compartir con el hermano. Dios quiere que cada uno se acerque a él, porque solo él puede llenarte de su misericordia. El Señor nos invita al ayuno, y la compasión del hermano porque solo Dios se puede conmover por nosotros.
El hombre se puede reconocer pecador para acudir a Dios que quiere limpiar sus pecados, darle un corazón capaz de entregarse al otro para proclamar la gloria de Dios con su alabanza. Solo Dios puede devolver la alegría y la paz a los que aquí sufrimos y nos sentimos agobiados y angustiados por el peso de la culpa. Con Dios cada uno puede reconocer la salvación en su vida, para abriendo los labios proclamar la misericordia del Señor en su existencia.
Así, el hombre que acude a Dios no se siente defraudado porque en él encuentra la salvación y el perdón. La gracia de Dios quiere llenar el corazón del hombre y levantar su espíritu. Cada uno puede acudir al Señor porque él ha tomado su pecado y lo ha borrado; porque Jesús sin conocer el pecado llevó sobre sí tu pecado y el mío para que ya no tengas que cargar con él, porque él en la cruz y con su entrega te ha liberado de tu miseria, de tus fallos y tus faltas. En definitiva, en este tiempo de Cuaresma el Señor quiere renovarte y hacer de ti un hombre o una mujer que solo le mire a él, porque solo Jesús puede llenarte del todo, desapegarte de todo lo que te ata, por muy pequeño que sea, y colmar tu persona de todo aquello que necesita: saberse amado por lo que es, y no ser juzgado porque ha pecado. Dios quiere darte un corazón para amar a él, y en él a todos los que te rodeen, porque el Señor te lo has puesto como hermanos.
De este modo, en este tiempo de Cuaresma puedes vivir esa misericordia que quiere acompañarte en toda tu vida. El Señor va a esperar de ti una entrega que solo sea para él. Un darte al hermano porque en él habita Dios. Una oración que no busque hacer tu propia voluntad sino que te ayude hacer en tu vida lo que Dios quiere para ti. El Señor te invita al ayuno para que te puedas dar al hermano con la ofrenda alegre de tu vida y tu pan. Un ayuno en el que no te busques a ti, sino que seas ese perfume que solo quiere oler para Dios.
Por tanto, Dios en esta Cuaresma quiere que mires la Cruz en la que se entregó su Hijo por ti y por mí. En la cruz está la gloria y la salvación para cada uno. Por ello, Dios no quiere que vivas una existencia en la que busques solo su consuelo, sino que vivas tu vida desde la entrega en lo más pequeño al hermano que no aceptas, o que incluso rechazas. Hace unos años escuché a un monje trapense, que el éxtasis o esas gracias que queremos recibir de Dios tienen como fin lavar los calcetines de los hermanos. Este monje se refería a su vida en comunidad. Pero eso mismo lo podemos aplicar en nuestra propia vida. Nuestro termómetro para poder medir nuestra oración y la gracia que Dios nos da en ella, se hace patente cuando somos capaces de lavar los pies del hermano, acogiendo su miseria y todo aquello que no nos gusta para que pueda tener en su vida ese corazón de carne que alabe a Dios. El hermano necesita de nuestra oración, caridad, consuelo y abrazo para que su existencia vaya cambiando a la luz del Señor, y pueda vivir del Espíritu como hombre o mujer renovados por su poder y por su presencia.
Por lo cual, la Cuaresma es un tiempo de conversión profunda, del anhelo y deseo de cambio del corazón, de entrega porque el Señor ha hecho lo mismo por ti y por mí, y. de esperanza porque en Jesús podemos poner la confianza de todo va a cambiar a mejor. Podemos vivir este tiempo mirando al cielo, con los pies en la tierra, porque en esta tierra nos encontramos pero sabiendo que desde el cielo se nos invita al gozo y la alegría de vivir una existencia que va a ser transformada por el Espíritu.
Belén Sotos Rodríguez