XXII domingo: Tener la inteligencia de Dios
Deberíamos intentar tener la inteligencia de Dios, es decir, deberíamos imitar al Señor, que no eligió el camino de lo fácil, del éxito, del milagro, para resolver todos los problemas y redimir a la Humanidad, sino que escogió el camino de la Cruz.
Por lo tanto, cada vez que algo no vaya bien en nuestra vida, sea pequeño o grande, no maldigamos nuestra suerte, ni nos consideremos desgraciados; más bien, seamos conscientes de que se nos acaba de otorgar un gran tesoro: el de poder colaborar con Cristo en la redención. Y pensemos que, con mucha frecuencia, después de las crisis vienen las soluciones y éstas no podrían haber llegado si no hubiera sido por aquellas. Tras la Cruz vino la Resurrección.
Por último, no olvidemos que en esa misma cruz, nuestra cruz, podemos unirnos al Señor, que está presente allí, en el dolor, de forma misteriosa pero real, como Él mismo dijo.