Cumplir la Ley de Dios no está de moda
Vida espiritual en el mundo actual

Cumplir la Ley de Dios no está de moda
La Ley de Dios nos parece algo pasado de moda. Lo humano es lo que impera y a lo que damos valor. Valor que defendemos como algo "absoluto" aunque sea un cambiante y relativista. Al darnos cuenta de esto, nos percatamos que el pecado original es tan actual como en los tiempos de Adán y Eva. Queremos ser "como Dios" en todos los sentidos. Por ello, nuestra sociedad se parece mucho a la barca que surcaba el Mar de Galilea en medio de la tormenta. La nave de nuestra sociedad está inmersa en una tormenta de profundo relativismo.
Cuatro siglos antes de Cristo, un filósofo llamado Heráclito de Éfeso (540-470 aC) decía que todo fluye, todo cambia. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Si todo cambia, no existe ni ley ni sentido que nos muestre un sendero para nuestra vida. Como mucho, podemos agarrarnos a la barca esperando no salir despedidos por una ola de relativismo.
Este pasado domingo escuchábamos un pasaje interesante y relevante del Evangelio. En este pasaje, San Lucas nos habla de Simeón. Este judío anciano que fue llamado al Templo por el Espíritu Santo. ¿Por qué debía ir al templo? ¿Qué era tan importante? Dice el Evangelio de San Lucas:
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con Él las prescripciones de la Ley, él tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo: Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra. (Lc 2, 27-29)
José y María llevaron a Cristo al Templo porque deseaban cumplir la Ley. Ley que les indicaba la necesidad de presentar a su Hijo ante Dios en el Templo. ¿Qué sentido tiene presentar a un hijo ante Dios? Cristo nos legó el Sacramento del Bautismo como un signo de gran importancia. El Bautismo establece un vínculo sagrado entre Dios y la criatura que nace.
La presencia de Simeón y de la Ley de Dios, nos señalan algo de gran importancia. Nada, por muy pequeño que nos parezca, debe ser despreciado. Dios sabe usar la levadura del Reino, para transformar la masa de harina, en un maravilloso pan. Pan que nos alimenta. Simeón encontró la paz que necesitaba antes de morir viendo a Cristo y tomándolo en brazos.
Hoy en día cada vez se bautizan menos niños porque creemos que es algo innecesario. Vemos el Bautismo como una costumbre arcaica. En el mejor de los casos, bautizamos a nuestros hijos para cumplir con las costumbres familiares. No comprendemos la importancia de buscar la presencia de Dios. Es cierto que el contexto socio-cultural que hemos creado en torno a los Sacramentos, es innecesario, pero actualmente es la única oportunidad para que nos acerquemos para estar en presencia de Dios. Los Sacramentos no son sustituibles o adaptables o maleables a nuestra voluntad humana. María y José, fueron al Templo y ahí encontraron respuesta las preguntas que tenían en su ser. Las indicó Simeón, que fue la voz de Dios ante ellos. Cristo está presente en los Sacramentos, aunque lo olvidemos frecuentemente.
[Cristo...] Es autor de la Ley como Dios y la cumple como hombre. Por ello sigue: "Y para dar la ofrenda conforme está mandado en la ley del Señor (San Cirilo, Homilía 17)
Sin duda, Heráclito de Éfeso acertó al decir que todo fluye y cambia. Pero ese "todo" es sólo la marea socio-cultural del momento en que vivimos. Marea que veneramos sin razón alguna. Pero la Ley de Dios es inmutable y maravillosa. Nos permite que Él se haga presente en nosotros. ¿Acaso cambia la ley de la gravedad con los años o la cultura? ¿Cambian las leyes que hacen que nuestro sol salga cada mañana y nos llene de luz y vida?
Una barca que se mueve sobre el mar, está siempre a merced de los vientos y mareas del mundo. Una casa edificada sobre arena, también puede ser destruida por los vientos y mareas. Pero si edificamos nuestro hogar espiritual sobre Roca firme, los vientos y mareas del mundo no tendrán capacidad de mover lo cimientos de nuestra vida. En la actualidad lo complicado es encontrar esta Roca y decidirnos a edificar sobre Ella. Preferimos estar entre la multitud, que frente a Dios. Quizás la soledad de quien edifica sobre Roca nos infunda temor. Temor que tendremos que aprender a ver como Voluntad de Dios. El mundo desconfía de quien tiene sólidos cimientos, tal como Cristo mismo nos indicó:
Si el mundo los odia, recuerden que a mí me odió primero. Si pertenecieran al mundo, el mundo los amaría como a uno de los suyos, pero ustedes ya no forman parte del mundo. Yo los elegí para que salieran del mundo, por eso el mundo los odia. (Jn 15, 18-19)
El mundo rechaza a quien no se mueve según sus cambiantes leyes. Rechaza quien no permite que el mundo le use como herramienta. Desprecia a quien no baila al ritmo del mundo. Nos conviene aceptar que la soledad es una oportunidad para estar más cerca de Dios y confiar en Él. Cumplir la Ley de Dios no está de moda, pero nos permite estar en presencia de Dios.