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Ven Señor Jesús

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En la antigüedad, los cristianos se saludaban diciendo “Marana-thá”, que quiere decir, “¡el Señor viene!”. Este saludo evidencia un deseo y al mismo tiempo, la confianza en la promesa del retorno de Cristo: “Ciertamente, vengo en breve” (Ap 22,20). Ya no nos saludamos así. Es más, si nos planteamos hacerlo, dudaríamos de su conveniencia. Es complicado evidenciar que somos cristianos utilizando un saludo así. Podría ser interpretado de muchas formas por nosotros mismos. Incluso hay católicos que ya no esperan en Cristo, sino en el final de los tiempos. ¿Qué esperamos nosotros de la segunda venida del Señor?

¿Qué hace un juez? Impartir justicia mediante su capacidad de comprender lo que ha sucedido y sucede. La justicia no debería de generar temor en nosotros, sino confianza. Ninguno somos perfectos como ángeles. Somos humanos y eso conlleva límites. Nuestra naturaleza no está indemne, sino herida. Esto hace imprescindible la asistencia de la Gracia de Dios. No siempre somos capaces de abrir la puerta cuando llama el Señor. Es la Gracia quien nos ayuda a seguir a quien es Camino, Verdad y Vida.

Pedro de Blois, fue un diácono inglés del siglo XII. Tiene textos interesantes y de entre ellos, traigo un nos habla de tres venidas de Cristo. Para Pedro Blois también tenemos que tener en cuenta la presencia sacramental de Cristo. Sin duda tiene razón. Cristo está presente con nosotros y llama a la puerta de nuestro ser para entrar. Su presencia es importante, porque sin Él, nada podemos.

Ya en Adviento, es importante ser conscientes de la presencia de Cristo entre nosotros y de la cercanía de la Navidad. Cristo nació en Belén hace más de dos mil años, pero también nace en nosotros cada vez que accedemos a los sacramentos con humildad, docilidad y apertura de ser. “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” (St 5, 8). ¿Cuán cerca está el Señor? Tan cerca como que llama a la puerta y espera que le abramos (Ap 3, 20) cada segundo de nuestra vida. Tan cerca, como que nos espera en la Eucaristía. Tan cerca, como que la Navidad no tardará en llegar. Tan cerca, como que su presencia nos permite seguir adelante llenos de esperanza y sentido. El Adviento es un momento, un espacio temporal, una circunstancia, que Cristo utiliza para llamar a la puerta de nuestro ser. No ignoremos su llamada. Dejemos que entre y que cene con nosotros. Todo cambiará a partir de ese momento.

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