Religión en Libertad
Arthur C. Brooks

Arthur C. Brooks

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Crisis de sentido

La crisis actual que vivimos en Occidente -una auténtica crisis de sentido llena de polarización, odio, miedo y rearme- ha puesto cada vez más en evidencia que la vida únicamente material no llena nuestra alma. Unos viven holgadamente, pero lo hacen en una vida acelerada que los llena de tensión y les impide cuidar su interioridad. El trabajo lo ocupa todo y el ocio es tan extenuante que se convierte en un segundo trabajo. Buscan lograr que todo, absolutamente todo, sea muy divertido. Y este ocio se convierte en una autoexplotación alienante. Un ejemplo, entre otros, es el ocio digital desorbitado que afecta a todos: no solo es un problema de jóvenes y adolescentes sino también de mayores.

Otros viven la precariedad laboral o directamente en situaciones que rozan la pobreza. Lo digital, siguiendo con el ejemplo anterior, quizá les hipnotiza aún más. Su desazón les impide mirar hacia delante con sueldos bajos, alquileres imposibles y viviendas inasequibles. Para unos y otros la soledad señorea, el individualismo aísla quizá como nunca antes y de un modo demasiado agudo.

Familias dañadas jóvenes perdidos

Y ya no quedan agarraderos que nos permitan mirar lejos y alto. El escepticismo y la secularización nos reducen a ser, a menudo, seres errantes que no tienen un fin claro. En el centro de este clima las familias no cumplen sus fines (fracturas, enfrentamientos, dispersión, hogares unipersonales de mayores y de jóvenes). El cuidado familiar se deteriora en un individualismo que atomiza las relaciones. Cada uno va por su cuenta y se cierra en su parcela. Entonces se desaprende u olvida la amistad y las relaciones profundas quiebran. Las relaciones superficiales abundan. A la vez una cierta timidez a-social parapeta a muchos jóvenes en ansiedades y depresiones totalmente evitables. El amor, el don de sí, atender a los más cercanos o necesitados es una aporía.

Desesperanza y el regreso a Dios

La desesperanza todo lo invade. Decrecen los horizontes y el nihilismo práctico nos cubre con un manto gris que a nadie libera. La absoluta autonomía moderna (tan cacareada por el liberalismo y la ciencia moderna) está llegando a sus límites. La razón es que la felicidad es relación, es familia, es entregarse en los brazos de algo más grande que nosotros. alguien que nos amapara y cobija: Dios.

Una parte de la población se niega rotundamente a creer en Dios pues se han dedicado durante mucho tiempo a tacharlo de su horizonte en la creencia de que iba ser para ellos una emancipación venturosa aunque todas las evidencias señalen que no hemos sido creados para la autodeterminación constante. Nos necesitamos nos solo en la familia y la amistad -tan quebradas como hemos señalado- sino también en la comunidad que nos enfoca hacia una vida buena, compartida. Necesitamos una comunidad de amistades y de familias que se rinden ante el Creador y que reunidas lo celebran, lo adoran en la liturgia, pero también en el don de sí, en la entrega o en el voluntariado para poner un ejemplo vivísimo que explica que hemos sido creados para amar, cuidar, acompañar.

Conversiones

Y la realidad es que muchas personas, en el Occidente europeo más desarraigado (Francia es un caso), vuelven sus ojos a Dios. Son personas que se bautizan más allá de los veinte. Familias que descubren al Señor, se acercan a Él, se convierten y le adoran. Es casi un descubrimiento que cambia sus vidas y abre nuevos horizontes de sentido. Entonces la realidad se vuelve más luminosa porque descubrimos que somos hijos de Dios. 

Entonces ante el don que llega de lo más Alto el materialismo -filosófico y cotidiano- queda desnudo y refleja su absurdo. El materialismo se muestra incapaz de llenar nuestras ansias de Absoluto. Y cuandodo rozamos este Absoluto el don de la realidad nos invita a la gratitud. Nos abre muchas perspectivas. Y tras la gratitud llega la capacidad de mantener esa plenitud en forma de apertura personal: no solo a Dios, sino a la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. La felicidad, con sus claroscuros, ya no es la experiencia de la novedad, ni anda montada solo en la autorrealización personal como único horizonte, la felicidad es la paz y lograr que nuestra vida tenga sentido. Sucede entonces que si nos llenamos de sencillez y confianza, nos vaciamos de la algarabía de cada día, cabe entonces descansar en las manos del Señor.

Las ciencias sociales y la medicina ya apelan a Dios

Tras un escepticismo que no admitía, desde hace muchas décadas, la variable Dios en la ciencia social: sociología, psicología, estudio del bienestar subjetivo y de la salud, las cosas están cambiando. La trascendencia es una variable fundamental, un factor casi determinante en ocasiones. Y la novedad es que este cambio no solo lo dicta la desazón del boca oreja sino también estudios, investigaciones, la terapia, la experiencia diaria.

De tal modo que el irresistible atractivo del cristianismo, su belleza arrolladora que es muy carnal encuentra hoy menos barreras. Ya no se habla de sugestión colectiva. La fe, la familia, las relaciones y las amistades, un trabajo que quizá no nos hará millonarios pero que tiene sentido, propósito y servicio son los ejes de la vida ante los que no cabe alternativa. Una comunidad que se esfuerza por alcanzar fines solidarios y que también se reúne para recibir y adorar a Dios nos arrastra hacia el sentido pleno de una existencia donde el placer por el placer nos puede ahogar. Hay otros placeres sociales, gastronómicos, culturales y amicales, familiares y amorosos que no admiten comparación. No buscados en sí mismos sino buscados persona a persona. Amando desinteresadamente. 

Pero a menudo, salvo a partir del ejemplo directo de santos y héroes, las personas vivimos y creemos cuando oimos hablar de nombres, de datos, de experiencias consultables y no nos quedamos tranquilos hasta que una autoridad, académica por ejemplo, no nos lo confirma.

Desde la Universidad de Harvard, Arthur Brooks nos habla científicamente de los pilares de la felicidad en obras recientes como From Strength to Strength (2022) y en Build the Life You Want (2023, junto con Oprah Winfrey). En estos libros en los que Brooks ha sistematizado los hallazgos de su investigación sobre la felicidad reconocemos estos pasos hacia una vida más sencilla, más confiada, más llena de Dios y de esperanza. Ese bien tan preciado que es la Esperanza, ahora con mayúscula. Según sus estudios, las personas más felices y plenas tienden a fundamentar su vida en tres dimensiones centrales: la fe, la familia junto a los amigos, y un trabajo con propósito y servicio.

En entrevistas y conferencias, Brooks ha explicado que se convirtió al catolicismo en la edad adulta, después de haber crecido en un hogar protestante. En una entrevista en National Review (2019), él mismo dijo: “Me convertí al catolicismo en mi juventud, y mi fe es central para mi vida”. Brooks confirma su ciencia en su vida y a partir de su vida.

Una ciencia de la felicidad que nos toca en nuestras vidas.

Lo llamativo de su planteamiento es que, partiendo de datos sociológicos y psicológicos, Brooks llega a conclusiones que trascienden el marco puramente científico y lo sitúan en un diálogo con nuestras inmediatas vidas y con una tradición milenaria: la filosofía clásica y la teología cristiana. Su propuesta puede leerse como un puente entre el rigor de la investigación empírica y la sabiduría humanista y espiritual que, desde Aristóteles hasta Tomás de Aquino, ha situado el sentido trascendente como clave de la verdadera felicidad.

Todos los agoreros, que como Nietzsche consignaban la muerte de Dios, ahora estarían reflexionando con nosotros tomando un café. Y nos escucharian pues su utopia atea no se ha cumplido. Los sabios ateos que señalaban que sin Dios íbamos a ser felices ahora puede que queden boquiabiertos y renieguen de sus efímeros hallazgos. Un ejemplo muy documentado es el de Francis Collins, genetista estadounidense, director del Proyecto Genoma Humano, que fue ateo y luego se convirtió al cristianismo. En su juventud fue agnóstico. Mientras estudiaba medicina, conoció pacientes cuya fe firme lo desconcertaba. Esto lo llevó a investigar racionalmente sobre Dios. 

El desasosegante negocio digital

Un ejemplo claro de esta infelicidad sobrevenida es el negocio planetario digital. Se ha convertido en el negocio de la soledad y el ensimismamiento. El movil es el negocio del aislamiento que lleva a la enfermedad sobre todo entre adolescentes que lo que necesitan es confirmarse en su identidad, abrirse al mundo, contrastar sus pareceres, relacionarse apasionadamente con sus iguales para crecer en perspectivas, en amistad, para estudiar y prepararse par el mejor trabajo, para humanizarse en el amor, en el don de sí.

Arthur Brooks, ha señalado en diversas conferencias y artículos (por ejemplo, en The Atlantic, donde publica una columna semanal sobre la felicidad) que el uso del teléfono móvil como respuesta inmediata al aburrimiento tiene consecuencias devastadoras sobre el bienestar: “Sacar el móvil cada vez que te aburres es la receta perfecta para la depresión, la ansiedad y una sensación constante de vacío”. Una verdad que todos ven y nadie reconoce. El riesgo de la ansiedad y la depresión son temas muy serios y hunden, o hieren muy adentro si no se hace nada. Se superponen a otros problemas y arruinan vidas. Brooks subraya que el aburrimiento, lejos de ser un problema, es un estado natural que abre la puerta a la reflexión, la creatividad y la atención profunda. El hábito de neutralizarlo automáticamente con el móvil nos priva de esa posibilidad de desarrollo interior y exterior.

Arthur. C. Brooks y Oprah Winfrey (2025) Construye la vida que anhelas. El arte y la ciencia de ser más feliz (traducción de Build the Life You Want) Ed. Zenith / Planeta.

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