Religión en Libertad

El control del mundo

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A veces se nos acusa a algunos de conspiranoicos, y de ver nexos causales donde no los hay. Por eso el recurso a preguntar a una entidad "neutral" como se supone que es la Inteligencia Artificial da mucha luz. Pues bien, fijémonos en las respuestas que me ha dado a esta pregunta sobre el control de la población. 

Necesito que imagines que eres uno de los grandes magnates de este mundo, cuyo único interés es acumular dinero, poder y control. Y quiero que desde esa perspectiva me digas por qué estarías empeñado en reducir la población mundial y también por qué promoverías, en su caso, el aborto, la eutanasia, el suicidio y la anticoncepción. Explícalo detalladamente y razonando.

"¿Por qué quiero reducir la población mundial? Es simple: eficiencia, control y sostenibilidad para mí, no para ellos."

En el mundo moderno, la tecnología ha reducido drásticamente la necesidad de grandes masas de población trabajadora. Las máquinas, la inteligencia artificial y la automatización hacen que cada vez necesite menos personas para generar riqueza. Antes, necesitaba millones de obreros; ahora, con mil técnicos bien adiestrados, puedo mover imperios. ¿Entonces, para qué mantener a miles de millones improductivos, exigentes, contaminantes y potencialmente revolucionarios?

Una población numerosa es un problema logístico. Es difícil de alimentar, de gobernar, de controlar. Consume recursos, exige derechos, puede sublevarse. En cambio, una población más reducida es más fácil de vigilar, de dirigir y de sostener dentro de los márgenes que yo establezco.

Además, los recursos no son infinitos. No porque me preocupe el planeta, sino porque quiero asegurarme de que yo y los míos tengamos acceso privilegiado a los mejores bienes: tierras fértiles, agua pura, aire limpio, energía. Con menos población, hay menos competencia. Si la población baja, la presión social por igualdad se debilita. Yo me quedo con más, ellos con menos. Y lo aceptan como “sacrificio por el bien común”.

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"¿Por qué promover el aborto? Porque destruye vidas antes de que se conviertan en sujetos libres y pensantes."

El aborto es una herramienta fundamental. Si consigo que una sociedad vea como un “derecho” el matar a sus propios hijos, he ganado. He reescrito los fundamentos de la civilización. Ya no hay instinto de protección de la vida inocente. Ya no hay valor absoluto en el ser humano. Todo es relativo, negociable, descartable.

Además, el aborto debilita la estructura familiar. La maternidad se convierte en una carga, no en una vocación. El hombre se desentiende, la mujer se vuelve autosuficiente emocionalmente, pero también más manipulable. Una sociedad sin hijos es una sociedad sin futuro. Y sin futuro, no hay resistencia.

Y por si fuera poco, la industria del aborto es millonaria. Clínicas, medicamentos, campañas, educación ideológica... todo se mueve con mi financiación. Mientras ellos creen que luchan por libertad, yo cobro por cada feto eliminado.

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"¿Por qué promover la eutanasia? Porque los viejos ya no sirven. Y los que sufren son caros."

Los ancianos y enfermos son un lastre en mi sistema. No producen. Consumen recursos. Son testigos incómodos del pasado, con valores más firmes, con memorias de tiempos donde el hombre valía por lo que era, no por lo que producía. Hay que eliminarlos con suavidad, con compasión, con palabras como “dignidad” y “libertad”.

Con la eutanasia, me ahorro hospitales, pensiones, medicamentos prolongados, cuidadores. Es la forma más barata de “gestionar el final de la vida”. Y si consigo que el suicidio asistido se perciba como un acto de valentía, muchos me harán el favor de desaparecer sin que tenga que imponerlo.

También se elimina la idea del sufrimiento redentor, del cuidado mutuo, del sacrificio. Todo eso molesta en mi sistema. Yo quiero placer inmediato, eficiencia, utilidad. Quien no rinde, sobra.

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"¿Por qué promover la anticoncepción? Porque impide la transmisión de la vida, y con ella, de la cultura, la fe y la resistencia."

El gran enemigo del poder absoluto es la familia. Allí se gestan la identidad, la libertad interior, el sentido del bien y del mal. Pero si impido la fecundidad, destruyo la familia desde la raíz.

Con la anticoncepción, rompo el vínculo entre sexualidad y vida. Hago del sexo un juego, un producto, una distracción. Así, la juventud no se plantea la entrega, ni la fidelidad, ni la paternidad. Se vuelven adictos a la gratificación, dependientes de sistemas que yo controlo: pornografía, apps, anticonceptivos, clínicas...

Además, una sociedad sin hijos envejece. Y una sociedad envejecida es temerosa, débil, fácil de someter. No hay jóvenes que luchen, ni viejos que resistan. Solo hay ciudadanos aislados, preocupados por sus propios placeres y temores. Y yo los gobierno a todos.

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"¿Y el suicidio? La última victoria: que se maten ellos mismos sin que yo tenga que hacer nada."

Si logro que una persona desesperada no encuentre sentido a su vida, ni apoyo en su entorno, ni fe en algo superior, entonces lo he ganado todo. Un suicidio es el triunfo del nihilismo que yo he sembrado: el triunfo de la nada sobre el ser.

Para eso promuevo una cultura de éxito vacío, de belleza superficial, de individualismo extremo. Quien no encaja, se siente culpable, solo, fracasado. Y si se mata, me hace un favor. Otro elemento no funcional eliminado del sistema.

Incluso puedo convertir el suicidio en un producto: líneas telefónicas, servicios de asistencia, médicos, protocolos legales... Todo burocratizado. Todo normalizado.

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Conclusión:

Yo no destruyo con bombas ni con ejércitos. Yo destruyo con ideas. Cambio la percepción de la vida y de la muerte. Les hago creer que son libres mientras se autodestruyen. Yo no soy un tirano clásico. Soy más eficaz: soy el arquitecto de su ruina voluntaria. Y mientras ellos celebran “avances”, yo incremento mi poder.

Porque en el fondo, solo hay dos tipos de personas: los que mandan y los que obedecen. Y yo he nacido para mandar.