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Crisis, no ruptura: un diálogo sobre la familia y la sociedad

Mercedes Honrubia y María Álvarez de las Asturias reflexionan sobre los desafíos y oportunidades de la familia en la sociedad actual

La comunicación es fundamental en medio de la crisis.

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En un momento en que la familia se encuentra en el centro de un intenso debate social, Mercedes Honrubia García de la Noceda, abogada, mediadora y coach familiar con experiencia en el ejercicio del Derecho Civil y Matrimonial, y María Álvarez de las Asturias, actualmente juez del tribunal eclesiástico de Madrid, siendo antes (y por veinte años) defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid y directora del Instituto Coincidir, nos ofrecen una reflexión profunda y esperanzadora sobre la realidad familiar en la sociedad actual. 

Ambas autoras, desde su experiencia en el Instituto Coincidir, fundado en 2012, acompañan a familias y matrimonios en crisis a superar sus dificultades.

A través de un diálogo enriquecedor, ambas autoras exploran los desafíos y oportunidades que enfrenta la familia en un mundo en constante cambio, en su libro "Crisis, no ruptura" (Ediciones Palabra).

"Crisis, no ruptura" (RIALP)

Hablamos primero con Mercedes Honrubia García de la Noceda:

-Como mediadora y coach familiar, ¿de qué manera aborda el trabajo con parejas en crisis?

-El mediador es una persona neutral e imparcial que acompaña, no da soluciones, facilita el diálogo entre las partes para que lleguen a un entendimiento y busquen la mejor solución a lo que les sucede.

»Nuestro trabajo es trabajo cuasi artesanal. Las parejas que acuden al Instituto Coincidir, traen su propia historia, que es la que los ha llevado a esa crisis concreta. Pero no necesariamente por algo negativo, en ocasiones la crisis ha podido darse por acontecimientos positivos (por ejemplo, el nacimiento de un hijo, un traslado por trabajo a otra ciudad con mejores condiciones económicas, etc.…) que han generado un desajuste en el equilibrio que se tenía.

»En cualquier caso, la crisis puede originar una mala comunicación, una interpretación errónea sobre una percepción que haya provocado una sobrerreacción, un distanciamiento o un doloroso silencio.

»Ante esta realidad, las personas que vienen necesitan sacar eso que llevan dentro. En ocasiones, será un dolor acumulado en el tiempo, otras, decir algo que necesitaban decir, pero no se atrevieron a compartir y se ha ido enquistando. Cada historia es única. Por eso el mediador es el profesional que camina junto a ellos dándoles seguridad y permitiendo que poco a poco vayan entendiendo su propia realidad.

-¿Cuál es su enfoque principal para ayudarles a superar sus dificultades?

-Nosotras trabajamos la comunicación en positivo, es decir, generamos un espacio neutral en el que se sientan cómodos para poder hablar y desde ahí, vamos canalizando a través de técnicas muy concretas su manera de entenderse. 

»Ese espacio, diferente al de sus casas, les genera seguridad para expresar eso que llevan dentro, porque no se sienten juzgados y donde pueden hablar y ser escuchados desde el respeto. Es, en esas sesiones cuando son capaces de entender al otro, generándose un diálogo constructivo que permite llegar a un mejor entendimiento entre ellos.

-En su experiencia, ¿cuáles son los principales obstáculos que impiden a las parejas buscar ayuda profesional cuando están en crisis?

-La falta de conocimiento de ayudas disponibles y el temor a ser juzgados. Las crisis de pareja es algo que pertenece a la intimidad de una relación, por eso no resulta fácil hablar de ello, más cuando uno no está acostumbrado a hacerlo.

»Nos encontramos con muchas personas que creen que lo que les pasa a ellos es lo peor o no le ha pasado a nadie más y es, desde ese verbalizar sin sentirse juzgados por la persona que tienen enfrente, cuando empiezan a liberar la tensión que traen, aprenden a objetivar la situación y pueden coger distancia para encontrar la solución que mejor les convenga.

-¿Cómo podemos fomentar una cultura de la ayuda y el acompañamiento en las relaciones de pareja?

- Creo que el conocer las crisis nos puede ayudar a normalizar su significado, no para relajarnos, sino para saber identificar lo que es una crisis y lo que no. De alguna manera, todos atravesamos por diferentes crisis a lo largo de nuestra vida. Saber que existen ayudas para trabajar esas crisis genera esperanza y es desde ahí, desde donde uno toma conciencia para pedir esa ayuda tan necesaria a tiempo.

»Antes, cuando uno tenía una crisis en su matrimonio o bien acudía al psicólogo o acudía al abogado. En eso hemos avanzado, en nuestro libro “Crisis, no ruptura” señalamos muchos de los recursos para acompañar a las familias y a los matrimonios en crisis.

»Cada cual necesitará una ayuda concreta, pero da tranquilidad saber que podemos ser acompañados en ese momento concreto de nuestra vida y que no estamos solos, que existen profesionales que trabajan para ayudarte a superarlas y a salir fortalecidos después de ese trabajo.

-¿Qué papel juega la educación afectivo-sexual en la prevención de las crisis de pareja? ¿Cómo cree que podemos mejorar la educación en este ámbito?

-La sexualidad humana es un conjunto de expresiones amorosas (conversaciones, besos, caricias, etc…) que preparan y enriquecen el acto sexual. En un matrimonio nos comunicamos no sólo con la palabra, sino con los gestos y con nuestro propio cuerpo, como un lenguaje de amor.

»Tener una buena educación afectivo-sexual nos permite, no sólo conocernos como personas sexuadas, sino conocer al otro y prevenir posibles crisis derivadas de este tipo de lenguaje conyugal, porque ya no somos solo Tú y Yo, somos Nosotros y fruto de esa intimidad, desde el amor, puede surgir una nueva vida. 

»Tenemos matrimonios que acuden porque no tienen intimidad. Indagando poco, cuando no existen problemas médicos, se dan cuenta de que es una consecuencia de la falta de comunicación. Una vez se restaura esa comunicación, la intimidad surge como una consecuencia de ese amor.

»La persona es un todo, por eso, entender los lenguajes de cada uno, conocer bien al otro en las cuatro dimensiones del ser persona: física, psicológica, espiritual y socialmente, es fundamental para dar plenitud al ser humano y lo que significa esa unión.

»Necesitamos formarnos en este ámbito. Conocer te da seguridad y te ayuda a entender muchas cosas de uno mismo y del otro como persona.

»Nosotras recomendamos que las parejas se formen en este ámbito, que hablen mucho de este tema. ¡Cuantas discusiones o errores de interpretación se ahorrarían si estos temas hablaran en la intimidad!. Todavía, en algunas parejas hay reparos para hablar de ello, bien por desconocimiento o por vergüenza. Pero vamos avanzando, cada vez hay más recursos formativos buenos a nuestro alcance.

-En su libro “Crisis, no ruptura”, se aborda el tema de la infidelidad. ¿Cómo cree que las parejas pueden superar una infidelidad y reconstruir su relación?

-La infidelidad es una de las heridas que más daño hace a la relación. Superarla requiere de mucho trabajo y paciencia y es un acto de generosidad por parte de la persona que la ha sufrido. La infidelidad es una traición, no solo a la persona a la que se le ha sido infiel, sino también a la relación, porque se destruye la confianza. Y la confianza es lo que nutre el compromiso de ser fiel cada día cuando dimos el “Sí, quiero”.

»Superar una infidelidad requiere de una alta dosis de perdón, no solo por quien ha sido traicionado, sino por la persona que ha sido infiel, porque si es verdaderamente consciente del daño que sus actos han ocasionado, además tendrá que lidiar con el perdón a sí mismo, que a veces es incluso más difícil.

»También se necesita el firme compromiso de trabajar la relación y como he dicho antes, una alta dosis de paciencia, porque es una herida que tarda tiempo en cicatrizar.

-¿Qué consejos daría a las parejas que están pasando por esta situación?

-Que no dejen pasar el tiempo y pidan ayuda profesional. Vivir esta crisis en soledad, genera mucho dolor. Por vergüenza a exponer esa traición, uno puede hacer como que no pasa nada, callar y mirar hacia otro lado, pero esta actitud prolongada en el tiempo puede llegar a romper a la persona.

»Tenemos matrimonios, incluso ya viviendo separados, que trabajando lo ocurrido se han dado cuenta de cosas que no funcionaban en su relación y la infidelidad (injustificable siempre) ha sido una consecuencia.

»El contextualizar lo ocurrido y trabajar para recuperar la relación, desde el perdón, les ha permitido vivir un nuevo matrimonio, mejor que el que tenían. Cuesta mucho, pero se puede superar, siempre que haya compromiso firme por parte de ambos.

»La infidelidad hoy en día es una lacra. En el libro señalamos diferentes tipos de infidelidad que traen las parejas que acuden a nosotras. Por eso, pero conocerlas y el significado de lo que es el compromiso y el amor verdadero, nos permite trabajar desde la esperanza.

Y seguimos con la otra autora, María Álvarez de las Asturias:

-En su experiencia como Defensora del Vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid, ¿cuáles son los errores más comunes que cometen las parejas al iniciar su vida en común y cómo pueden prevenirse?

-Lo que más me preocupa es que se casen (o inicien la convivencia) sin conocerse suficientemente, sin haber hablado con claridad de todos los elementos que forman la base de un proyecto común (familias de origen; hijos, sí o no; espiritualidad; dinero; trabajo). 

»En definitiva, una falta de comunicación que hace prácticamente imposible que lleguen a la boda con el mínimo de madurez necesario para decir que se conocen suficientemente y que tienen claro qué proyecto de vida desean construir juntos.

»También me preocupa que no se entreguen del todo a su relación, reservándose parcelas o espacios que dedican preferentemente a sus hobbies o a sus amigos. 

»Y, finalmente, me preocupa muchísimo en personas creyentes una especie de “pensamiento mágico religioso” que les lleva a interpretar que, si han conocido al otro en un entorno religioso, es suficiente para considerar que esa relación es “un regalo de Dios” sin hacer un discernimiento sobre si es o no la persona adecuada.

-En su libro ·Crisis, no ruptura”, aboga por una visión positiva de las crisis de pareja. ¿Cómo cree que las parejas pueden cambiar su perspectiva sobre las crisis y verlas como oportunidades de crecimiento?

-Precisamente lo que queremos transmitir con nuestro libro es que una crisis no es algo extraordinario sino absolutamente ordinario: que todos vamos a vivir crisis en la vida, porque son cambios de circunstancias que nos obligan a hacer reajustes.

»Por tanto, por un lado, perder el miedo: si en algún momento de la vida matrimonial te encuentras descolocado, no es raro, es normal. Es mejor no asustarse y analizar qué está pasando y qué cambios o reajustes conviene hacer para seguir adelante los dos contentos, frente a una visión de las crisis como algo que hace tambalear los cimientos del matrimonio, como si tener desencuentros fuera síntoma de que el matrimonio no funciona.

»Y son oportunidades de crecimiento en pareja porque cuando hay algo que nos hace replantearnos lo que estamos haciendo, eso nos exige un esfuerzo y un plus de comunicación para poder decir cada uno cómo lo vemos, cómo lo vivimos, qué posibilidades de mejorar las cosas planteamos cada uno… lo que refuerza la confianza entre los cónyuges. Para llegar a concretar medidas que nos sirvan a los dos para reforzar la relación: por eso también de la crisis se sale más unidos.

-¿Qué papel juega la comunicación en la prevención y superación de las crisis de pareja? ¿Qué consejos daría a las parejas para mejorar su comunicación?

-¡La comunicación es fundamental! Es importante conocerse y conocer al otro; saber cuáles son los tiempos de cada uno (hay quien cuenta fácilmente lo que le pasa y a quien le cuesta mucho contarlo), generar la confianza suficiente para poder decir lo que nos está costando, o molestando, sin que ninguno de los dos nos sintamos atacados ni interpretemos que eso apunta a una ruptura.

»Todo esto se entrena y se va aprendiendo y mejorando con el tiempo, con el conocimiento mutuo: se aprende a buscar la mejor manera de decir las cosas, el momento apropiado… 

Y también me parece importante conocer las inseguridades propias y del otro, de manera que si vamos a tocar un punto que sabemos que nos duele especialmente, lo hagamos con delicadeza y transmitiendo que la intención no es atacar ni poner en duda la continuidad de la relación.

-En su experiencia, ¿cuáles son los signos más comunes de que una pareja está en crisis y necesita buscar ayuda profesional? ¿Qué recursos recomendaría para encontrar esa ayuda?

-Cuando uno de los dos o los dos empiezan a notar que su matrimonio les pesa; que la relación no es como ellos habían pensado; si empieza a instalarse cierta distancia entre ambos y pasan de la confianza y contarse sus cosas a darse únicamente el informe del día, hay una crisis. 

»Todavía más seria si lo que hay entre ellos es indiferencia, si ya les da igual cómo son las cosas, porque eso indica que están perdiendo la esperanza de que puedan mejorar.

»Cuando uno de los dos (o los dos) plantea “me encuentro distanciado”, o “me encuentro superado”, hay que hacer caso y tomar medidas. 

En principio, los dos juntos buscar qué cambios pueden hacer en su relación para que desaparezca esa distancia. Y suelo recomendar que se pongan un plazo para comprobar si las soluciones que han decidido funcionan o no.

»Si no funcionan, es momento de buscar ayuda profesional: porque si sus soluciones no son eficaces, se van a desmoralizar y de nuevo pensar que no son capaces de solucionar lo que les está pasando, lo que puede llevar a un cansancio y un bucle de “esto no tiene arreglo”.

»Mientras que una ayuda profesional puntual para desatascar algo que se “ha hecho bola” suele tener un porcentaje altísimo de éxito: se desatasca lo que les estaba distanciando y, al comprobar que sí son capaces de solucionarlo (porque las ayudas profesionales no les dicen qué tienen que hacer, les ayudan a que ellos encuentren lo que les funciona en ese momento concreto), salen muy reforzados y unidos de esa crisis.