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En las catequesis sobre la fe, el papa Francisco nos ha dejado textos magníficos sobre la Resurrección del Señor.

La resurrección del Jesús es el centro del mensaje cristiano. Era trasmitido como la realidad más preciosa de la fe. “Porque yo os transmití, en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que FEUE sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los doce”. (1Co 15, 3-5)

Forma el corazón de nuestra esperanza. Sin la fe en la muerte y resurrección de Jesús nuestra esperanza será débil, ni siquiera llegará a esperanza. El papa Francisco afirma con fuerza: “Lamentablemente, a menudo se ha tratado oscurecer la fe en la Resurrección de Jesús, y también entre los creyentes mismos se han insinuado dudas. En cierto modo una fe , como decimos nosotros; no es una fe fuerte. Y esto por superficialidad, a veces por indiferencia, ocupados en mil cosas que se consideran más importantes que la fe, o bien por una visión solo horizontal de la vida. Pero es precisamente la Resurrección la que nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza deque el mal, pecado, la muerte pueden ser vencidos. Y esto conduce a vivir con más confianza las realidades cotidianas, afrontarlas con valentía y empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas. ¡La resurrección de Cristo es nuestra fuerza!”

Desde los primeros pasos de la Iglesia esta fe en la Muerte y Resurrección de Cristo está muy firme. Lo demuestran las confesiones d efe que encontramos en las Escrituras.

Entre los testimonios cabe destacar el de las mujeres. Encuentran la tumba vacía. El mensajero les anuncia: “Él les dijo: <(Mc 16, 5-6)

“Las mujeres fueron impulsadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, e inmediatamente lo trasmiten, no se lo guardan para sí mismas, lo comunican. La alegría de saber que Cristo está vivo, la esperanza que llena el corazón, no se pueden contener. Esto debería suceder también en nuestra vida. ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! Nosotros creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte. Tengamos la valentía de <> para llevar esta alegría y esta luz a todos los sitios de nuestra vida. La resurrección de Cristo es nuestra más grande certeza, es el tesoro más valioso. ¿Cómo no compartir con los demás este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros; es para transmitirla, para darla a los demás, compartirla con los demás. Es precisamente nuestro testimonio”.

La esperanza en el Señor Resucitado no defrauda: “Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5)

Cuántas veces las esperanzas humanas se desvanecen y cuántas expectativas del corazón no se realizan. Nuestra esperanza es firme para iluminar la senda de esta tierra donde el Señor nos ha llamado a caminar y que está abierta a la eternidad. Porque Dios siempre es fiel: “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. 2 Tm 2, 13)

“Que haber resucitado con Cristo mediante el bautismo, con el don de la fe, para una herencia que no se corrompe, nos lleve a buscar mayormente las cosas de Dios, a pensar más en él, a orarle más. Ser cristianos no se reduce a seguir los mandamientos sino que quiere decir ser en Cristo, pensar como Él, actuar como Él, amar como Él; es dejar que Él tome posesión de nuestra vida y la cambie, la transforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado. Miremos a la Patria celestial.: tendremos una nueva luz también en nuestro compromiso y en nuestras fatigas cotidianas. Es valioso servicio que debemos dar a este mundo nuestro, que a menudo no logra ya elevar la mirada hacia lo alto, no logra ya elevar laminada hacia Dios”.

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