¿Profetas y santos? (I)
Me encuentro un artículo del card. Garrone, en el año 1969, que permanece completamente actual en el fondo de su exposición, en aquello que pretende decir. Algunas expresiones y alguna argumentación no son completamente de mi agrado, o las hubiera formulado de manera diferente, pero sin duda el artículo es una reflexión oportuna y atinada.
Por desgracia, conserva su validez. Sigue el lenguaje equívoco y falso, muy extendido, de calificar de "profeta" a los teólogos, sacerdotes o religiosos, que llevados del pensamiento moderno y liberal, se erigen en jueces distantes de la Iglesia, en nuevos revolucionarios con el altavoz de los medios afines, secularizados en la comprensión íntima del misterio cristiano, activos contestatarios de la doctrina de la fe. Así tal cual, se presentan como "profetas". ¿Un poco atrevido, no os parece? Este nuevo profetismo de cuño secularista ha formulado su propio Credo, modernísimo, claro:
¿Necesitamos profetas? De este tipo seguro que no. Necesitamos profetas que sean hombres de Dios y que viviendo y sintiendo con la Iglesia (sentire cum Ecclesia!) despierten las conciencias, anuncien el Evangelio, edifiquen la Iglesia. O lo que es lo mismo, necesitamos santos, porque los santos, con su delicada conciencia eclesial, siempre han sido profetas, y jamás desgarraron la túnica inconsútil de Cristo (la unidad de la Iglesia) sino que la tejieron más. Los profetas-santos salen despavoridos de la secularización y se enfrentan a ella, renovando la fe, fortaleciendo a la Iglesia, bebiendo de la Tradición. Los otros, simplemente, son falsos profetas que a sus enseñanzas engañosas califican de "profetismo" situándose frente y al margen de la Iglesia. ¡Cuántos casos hay! ¿Profetas o santos? Más bien hay que decir que necesitamos profetas y santos, y que ambas cualidades suelen coincidir.